Hoy todos vemos a Suiza y lo primero que pensamos es en su eterna neutralidad. En la Historia reciente nunca hemos visto al pueblo suizo posicionarse en ningún conflicto a nivel europeo, y mucho menos a escala mundial. Es un país que no se moja, vamos, que vive tranquilamente con sus bancos de dinero negro y su democracia ejemplar con listas abiertas y referendums vinculantes periódicos (cosa de la que pocos países democráticos pueden presumir). De hecho, Suiza es unos de los países con un mayor PIB del mundo, causa principal de su no pertenencia a la Unión Europea y en consecuencia, del mantenimiento del franco suizo como moneda.
Todos hemos oído hablar de los relojes suizos, los maestros chocolateros de Lindt y las navajas multiusos, pero, ¿de dónde viene todo esto? ¿Cómo se creó la nación suiza? Para ello, me propongo a contar el que fue el símbolo por excelencia (sea verídico o no) de la independencia suiza, que no es ni más ni menos que la historia de Guillermo Tell, célebre y certero ballesteador de manzanas en cabeza ajena.
Guillermo o William Tell, era un ciudadano de Bürglen, en el centro de la actual Suiza, famoso por su habilidad con la ballesta. Su historia transcurre en el siglo XIII, en una Suiza bajo el control del Sacro Imperio Romano, concretamente de la Casa Habsburgo (antepasados de nuestros futuros reyes Carlos V y Felipe II, por ejemplo). En la ciudad de Altdorf (capital del cantón suizo de Uri), el comisario imperial encargado de gobernar y hacer respetar la ley se llamaba Hermann Gessler, uno de estos tipos medievales simpatiquísimos, cuyo mayor hobby es el de buscarle las cosquillas a la población con humillaciones de diversa índole. Un día se le ocurrió la gran idea de poner un estrado con un sombrero que representase el poder imperial de la Casa Habsburgo, obligando a los ciudadanos de Altdorf a inclinarse al pasar por dicho símbolo. Como no podía ser de otra manera en la historia que nos acontece, el bueno de Guillermo Tell, que hasta entonces no había sido partícipe de ningún acto de rebeldía política, decidió hacer caso omiso de la orden del comisario imperial. En esos momentos se encontraba paseando con su hijo.
Acto seguido, Tell fue prendido por orden directa de Gessler, el cual, conociendo de sobra la divulgada habilidad como ballestero del reo, le propuso una apuesta difícil, tanto de aceptar como de superar. El reto consistía en lo siguiente: su hijo llevaría puesta una manzana en la cabeza, a la que él debería acertar desde 40 pasos de distancia (unos 30 metros, aproximadamente). Si acertaba, sería absuelto de los cargos de alta traición que pesaban sobre sus hombros, y si fallaba, sería condenado a muerte, tanto él como su hijo. Guillermo tomó dos flechas para el reto. Lanzó la primera, y bajo el clamor del respetable, acertó en el centro de la manzana, salvando su vida y la de su hijo. Pero el orgullo del suizo iba más allá de lo imaginable, y cuando el comisario Gessler le preguntó por qué había cogido las dos flechas, Tell le respondió que era para su matar a su señoría en caso de fallar.
Inmediatamente, el bravo bürglenés fue detenido nuevamente con orden de ser llevado al castillo de Küssnacht. Gressler, encolerizado por la afrenta, decidió custodiarlo él mismo a través del lago Lucerna, pero en la travesía se produjo una inesperada tormenta, ante la que el comisario desató a Tell para que los ayudase a no naufragar. Una vez puso su vida y la de la tripulación a salvo, Guillermo aprovechó su momentánea libertad, cogió su secuestrada ballesta, cargó la segunda flecha, que tenía reservada para Gessler, con la que acabó con su vida. A partir de esta sublevación contra el poder Habsburgo, se rebelaron los cantones de Uri, Schwyz y Unterwalden, cimentando la creación del Estado suizo.
Podéis ver esta historia con final feliz en un corto de 1903, de Lucien Nonguet, con la acción relatada a través de cuatro fondos distintos. Si bien no es un gran cortometraje (inevitable que recuerde a los que la señorita Karapapel proyectaba en la escuela de primaria de Springfield en "Los Simpsons"), resume con brevedad las fechorías de Guillermo Tell.
Por otro lado, la historia del señor Tell dio para varias adaptaciones literarias, en las que no sólo se daba importancia a sus valores de rebeldía y lucha por la independencia de un pueblo, sino la lucha en defensa del débil y la paternidad. Estos temas los tocaron autores como el alemán Friedrich Schiller, autor romántico que creó un drama basado en Guillermo Tell, el madrileño Antonio Gil y Zárate, que realizó una versión más españolizada basándose en el anterior, y la ópera realizada por el italiano Gioachinno Antonio Rossini. La abertura de esta ópera es mundialmente conocida, vaticino que más de uno se sorprenderá al escucharla y ver que se trata de una obra basada en este curioso personaje.
Otra curiosidad es que el nombre de Guillermo Tell ha inspirado al mundo del cancionero popular español, de forma que hay una canción cuyo protagonista es Guillermo, que recibe un orinal como recompensa por haber liberado a los cosacos. Una disparatada letra que podéis leer aquí.
Aunque seguramente esta historia no sea verídica, e incluso puede que Guillermo Tell, o bien ni existiera, o bien su vida distase mucho de la que nos ha llegado, sí que es verdad, que al igual que William Wallace para Escocia, el Cid para España (en la lucha contra el sarraceno), Peter Jackson para Nueva Zelanda y demás héroes nacionales, hay que entenderlos como un legado, un símbolo de la identidad de los pueblos, historias que hacen a la gente de cada país tener motivos de orgullo y satisfacción con los que festejar en los respectivos días de conmemoración de las patrias. Quién sabe si no es por la leyenda de Guillermo Tell hasta qué punto Adolf Hitler se hubiese quedado sin su casa de verano alpina, o el Papa sin sus queridos guardaespaldas suizos. En cualquier caso, y más ahora que los Estados se desmiembran, o por lo menos los nacionalismos están más de moda que nunca, he de hacer un llamamiento a los europeos en general, para que, aunque se produzcan los separamientos correspondientes o no, no nos olvidemos de estos héroes. Su valor es incalculable.
Por mi parte procuraré hacer mi pequeña aportación, atrincherándome en Roncesvalles cual Roldán (héroe gabacho), a ver si me agencio un pase VIP en el Louvre.
Pero eso es otra historia.
Referencias
http://www.nationalgeographic.com.es/articulo/historia/secciones/7365/guillermo_tell_heroe_independencia_suiza.html?_page=2
http://entremontonesdelibros.blogspot.com.es/2012/04/guillermo-tell-friedrich-von-schiller.html
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