En la historia de Robin Hood, la mayoría de veces que la hemos visto en libros, en la gran pantalla, televisión, o simplemente oída del boca a boca del común de los mortales, se nos presenta una Inglaterra de finales del siglo XII en la que el rey del momento, Ricardo Corazón de León, se encuentra en Tierra Santa liderando la Tercera Cruzada para reconquistar Jersusalén de las manos del enemigo sarraceno. Para no dejar un vacío de gobierno que hiciese que el populacho asaltase los principios de la sociedad estamental cual Bastilla, el hermano de Ricardo, Juan, se hace cargo de la regencia en su ausencia. Entonces Robin de Locksley, que estaba en las Cruzadas con Ricardo, regresa a Inglaterra antes de tiempo tras pasar un tiempo bajo cautiverio musulmán. Allí descubre que sus tierras han sido confiscadas en nombre del rey regente Juan y se encuentra con un país devastado por el taldéspota y sus secuaces.
De ese modo se nos presenta una Inglaterra poco más que apocalíptica en la que el pueblo se halla subyugado por malvados gobernantes. Robin se hace coleguita de los forajidos que habitan el bosque de Sherwood, donde se erigirá un bastión de abanderados de Ricardo y contrarios al rey Juan. Aquí surge el mítico enfrentamiento entre Robin y el sheriff de Nottingham, con constantes robos de los forajidos a todo quisqui que pasa por el bosque. A la par que roban los rebeldes afines al señor Hood van reclutando ingleses descontentos para derrocar a Juan. Tras varios encuentros amorosos con Lady Marian de por medio, al final la historia llega a un enfrentamiento final entre buenos y malos. Cuando Robin y los suyos están contra las cuerdas aparece el añorado rey Ricardo para poner orden y dejar en evidencia a su hermano pequeño. Y todos tan contentos, felicísimos de la muerte y a devorar perdices.
Esto es más falso que ver a Paquirrín en una entrevista de JotDown, por supuesto. La leyenda de Robin Hood se puede tomar las licencias históricas que quiera (y de hecho lo hace) para contarnos lo que no es sino el héroe de los pobres, que roba a los ricos y lo da a los que no tienen ni donde ser enterrados. Ricardo, pues, aunque sí regresó de las Cruzadas, no puso fin a la situación en Inglaterra ni mucho menos, esto es cosa de la ficción literaria.
Sean Connery dando vida a 'Corazón de León' |
En 1192, tras 4 años guerreando sin parar, Ricardo toma la decisión de llevar a su maltrecho ejército de vuelta a Inglaterra. Pero llegaron malas noticias de casa. Juan amenazaba con arrebatarle el trono tras su larga ausencia, por lo que marchó con cuatro acompañantes selectos de incógnito, siguiendo una ruta por Europa central bastante peligrosa, en lugar de hacer el viaje por mar. La peligrosidad del viaje se puso de manifiesto al entrar en tierras germanoparlantes, pues Ricardo fue capturado en Austria por Leopoldo V, señor de la región. Ricardo iba disfrazado de peregrino de baja condición para no levantar sospechas de su estatus, pero fue descubierto, probablemente en una taberna o posada exigiendo comida de calidad superior de malas maneras o bien por portar algún anillo de oro u objeto de valor similar que saltase a la vista. El cautiverio de Ricardo se prolongó durante un año aproximadamente hasta que su hermano Juan, obligado por su madre, pagó un cuantioso rescate de 150.000 marcos (suma cuantiosísima para la época, sería equiparable en la actualidad al rescate de Bankia por lo menos) que dejó muy debilitadas las arcas del reino.
Por si no fuera poco, nada más regresar Ricardo,en 1194, tras poner firme a su hermano en su pretensión al trono, darle un beso a su madre y asegurar bien ceñida la corona en sus sienes, cogió otra cuantiosa cantidad de dinero de las ya maltrechas reservas de Inglaterra y marchó a Francia a guerrear para defender los dominios ingleses en suelo francés: Normandía y Aquitania, entre otros. Ricardo se alió con los vecinos de Francia, como Navarra y Flandes, para asaltar el país con todas sus fuerzas. El rey francés, Felipe II, hizo honor a su condición de gabacho y mordió el polvo a base de bien en el campo de batalla. Y es que Ricardo en buenas condiciones era un enorme estratega y moralizador de la tropa. Sólo Saladino pudo frenarlo en el campo de batalla.
Corazón de León en la adaptación de 'Robin Hood' (1973) de Disney. |
En el transcurso del sitio el rey inglés fue muy temerario, se pavoneaba paseándose con su caballo delante de las murallas enemigas, bajo la lluvia de flechas, seguro de que nunca le acertarían. Pero ese día la suerte abandonó a Ricardo: un hombre de armas que lo llevaba observando toda la tarde, le apuntó con una ballesta y acertó al rey inglés de pleno en el hombro. Esta herida tampoco era muy grave, pero sumada a que el rey simplemente iba con el yelmo puesto y desprovisto de armadura, complicó el asunto más de la cuenta, ya que la medicina en el siglo XII no era digamos el paradigma de la curación. En lo que a flechas clavadas en el cuerpo se refiere el procedimiento era fácil: se sacaba por el método alicates, y que sea lo que el de arriba disponga. O se forma un coágulo y se salva la vida, o se infecta la herida internamente, provocando procesos febriles y la muerte.
Ricardo en esa etapa de su vida, a los 44 años, a pesar de estar toda su vida ajetreado con el arte de la guerra, se había excedido en su alimentación, y eso se notaba en sus carnes, que tenían grasa de más en abundancia. Esto hizo que el médico que le intentó sacar la flecha tuviera que hacer varios cortes muy profundos para sacar el virote. Vamos, que hizo una carnicería de una herida no muy grave aparentemente, y al poco tiempo todos esos cortes se infectaron, provocando la muerte de Ricardo.
A continuación dejo un vídeo de la recreación de esta situación, perteneciente a la película 'Robin Hood' (2010) de Ridley Scott. En ella, si bien vemos que el rey muere directamente a causa del flechazo, y no días después a causa de las heridas provocadas por el mismo, sí que está bien reflejado lo que fue la situación real: Ricardo arengando a sus hombres bajo la lluvia de flechas como Pedro por su casa hasta que ¡zas!, una flecha acaba con toda una vida de guerrero.
Las consecuencias de esta muerte fueron inmediatas: Inglaterra lloró la muerte de un rey tan querido como Ricardo, que dio su vida defendiendo la imagen de su país en el exterior, así como el nombre de la cristiandad en Tierra Santa. Tras sus gestas contra Saladino y victorias en Francia ha pasado a la Historia como un auténtico héroe de Inglaterra, sería una especie de equivalente con el Cid español: guerrero implacable contra el musulmán, prototipo del perfecto cristiano (según se dice incluso vendió joyas personales para costear la Tercera Cruzada). Sin embargo, la maldición cristiana se cebó sobre él: la manera tan sucia que tuvo de morir ha sido interpretada por la religión como un castigo divino por haber atacado a otro señor cristiano durante el período de Cuaresma. Habrá que preguntarle al más experto en el tema, Ratzinger Z, qué piensa de todo esto, aunque seguro que a él le va más quejarse de que Optimus Prime sea judío.
Pero eso es otra historia.
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