jueves, 28 de febrero de 2013

Quién te ha visto y quién te ve: breve historia de la peseta


Asombrose el ciudadano de a pie español cuando, unos diez años ha, le quitaron aquello con lo que se había pagado los chatos de vino del almuerzo, con lo que había comprado el periódico todas las mañanas, con lo que había donado la paga a sus churumbeles o con aquello tan socorrido para frecuentar casas de alterne. Efectivamente, estoy hablando de lo que en los anteriores 130 años se había utilizado en España para vivir y por lo que robar, nuestras amadas pesetas. Y es que cuando el canalla de Rodrigo Rato (por aquellos tiempos menestro de economía en el gabinete de José Mari Aznar) que ahora es recompensado con un puesto en Telefónica por haber dejado un agujero de 80.000 millones en las arcas de este país, echó el cierre a la peseta en connivencia con sus homólogos económicos de la Unión, España lloró. Y es que ya nada fue lo mismo desde que nos quitaron los todo a cien y nos pusieron los todo a un euro. Ese y no la burbuja, fue la mayor villanía que, perpetrada por el de siempre, nos dejó a todos en calzoncillos.

Pero no adelantemos acontecimientos, que esta transición de euros a pesetas no tuvo lugar de la noche a la mañana. La peseta gozó de 134 años de vida oficial muy hermosos, amén de unos cuantos previos sin gozar de legalidad vigente. La historia de la peseta, en Mente Enjambre.

Orígenes

Maravedí
Nuestro país, como en todos los asuntos que ha manejado a lo largo de los tiempos, y en especial en este de los dineros, ha sido fruto de la picaresca general. Es por eso que en el siglo XVIII convivían más monedas que en el desván del ciudadano Kane: doblones, escudos, reales de vellón, maravedíes, sueldos o dineros circulaban por el país sin ningún tipo de control. Con este panorama no es nada descabellado que naciese otra moneda, otra piraña dentro de la pecera. Al fin y al cabo la gente no atendía a que se llamasen maravedies o reales, sólo interesaba que cuando fueses a comprar el pan pudieses hacerlo, o cuando quisieras acercarte al club de caballeros a jugar al Backgammon, te dejasen.

Real de Vellón
Con la llegada del archiduque Carlos para hacer efectiva su pretensión a la Corona española se desata la Guerra de Sucesión, y con ella el origen de la peseta, que se encuentra en la moneda de dos reales, acuñadas desde Barcelona por orden del propio archiduque. Esta moneda era conocida popularmente en Cataluña como 'peceta', que en castellano significa 'piececita', para referirse a las pequeñas piezas de plata en que consistían estos dos reales. Esto fue reconocido en 1737, cuando el Diccionario de Autoridades da la primera definición de peseta: 'pieza que vale dos reales de plata de moneda provincial, formada de figura redonda. Es voz modernamente introducida'.

Primera peseta
Más tarde, en 1808 se acuñan las primeras pesetas propiamente dichas, es decir, con el nombre inscrito en el borde, durante la guerra de Independencia. Además en 1809 se acuña la moneda de duro, las 5 pesetas de toda la vida. Si seguimos avanzando en el tiempo, pegaremos un salto hasta 1836, ya tras el despotismo de Fernando VII, con la regente Maria Cristina haciendo frente a la Primera Guerra Carlista. La reina mandó acuñar una nueva hornada de pesetas para poder pagar a los soldados que se enfrentaban a los carlistas. Al ser pagados exclusivamente con pesetas, fueron conocidos por el nombre de 'peseteros', convirtiéndose en los primeros en ser bautizados con este tan recurrido insulto, aún utilizado en la actualidad, por muchos queya llevemos 10 años con los euros.

Ya las pesetas, los duros y términos asociados, empezaban a ser de uso popular, preludio de lo que pocas décadas después vendría.

La peseta como moneda única

Llegamos así a 1868. Unos años antes, concretamente en 1865, España había estado negociando con otros países vecinos como Francia, Suiza, Bélgica o Italia un tratado conocido por Unión Monetaria Latina, que iba encaminado a unificar los sistemas monetarios internacionales. De este modo, en 1868 tras la deposición de la reina Isabel II mediante la Revolución Gloriosa y la llegada del Gobierno Provisional con Serrano a la cabeza, se fijó la peseta como única moneda nacional, acabando con el desbarajuste de las decenas de monedas que había en curso en la época, con el objetivo de entrar en la ya mencionada Unión Monetaria. Sin embargo, la Unión fracasó muy poco después, pero la peseta aguantó, pasando a ser un símbolo de unidad nacional.

Peseta de la serie de 1869
Por chanchullos burocráticos, curiosamente la primera emisión de pesetas ya como moneda nacional, en 1869, carecía de la inscripción de España en el borde, sino que sólo se podía leer Gobierno Provisional. Rápidamente se corrigió este fallo, y además los encargados de la emisión acudieron a la Real Academia de Historia, que diseñó el escudo de España, más o menos como el que usamos hoy en día.

La primera hornada de pesetas oficiales dividía a la moneda en 100 céntimos, acuñada en piezas piezas de 25, 10, 5, 2 y 1 céntimo de peseta. Las monedas de 25 céntimos se llamaron media peseta o dos reales, irónicamente. No menos curioso es la denominación de las monedas de 10 y 5 céntimos. Los 10 céntimos recibieron el nombre de Perra Gorda, y los 5 Perra Chica, debido a que llevaban un dibujo supuestamente de un león indómito, pero el dibujante del molde no se inspiró mucho el día del encargo, por lo que al salir a circulación el común del populacho lo interpretó cual mastín femenino. Nacería así la tan conocida denominación que se le ha dado a las pesetas, y a los dineros en general, de 'perras'.

Cantonal
Como es de cajón, tras esta emisión, los años siguientes, situados en el Sexenio Democrático, fueron bastante heterogéneos: pasamos del rey Amadeo I y la acuñación de los llamados 'Duros de Amadeo', muy valorados por su alto contenido en plata, hasta la Primera República y los federalismos que consigo trajo. Ya saben, esos reinos de taifa en los que cada región proclamaba una soberanía propia e intransferible. Por tanto, y como la peseta se había convertido (o eso se pretendía) en símbolo de unidad nacional, con los cantones no iba a ser menos. Concretamente en el más exitoso, el de Cartagena, se acuñaron los llamados 'cantonal' y 'medio cantonal', que llevaban la inscripción 'Cartagena sitiada por los centralistas'.


En medio del barullo que hubo en este convulso período, Carlos María de Borbón, bajo el sobrenombre de Carlos VII, picado como el que más porque en las elecciones convocadas por la República su partido se dio con un canto en los dientes, inició otra guerra carlista, y como aquí hay que tener cosas propias para llevar razón (o eso se creee en este país) el aspirante Carlos mandó acuñar en 1873 una serie de monedas de 5 pesetas con una inscripción que rezaba 'Carlos VII Rey de las Españas – Dios, Patria y Rey'. Estos duros se fabricaron poco después en Oñate (Guipúzcoa) dando lugar a los famosos 'duros de Oñate'.

Primeros duros de Oñate
Cabe destacar también la aparición del primer billete de peseta, en un país con escasa emisión del papel moneda. Se produce en 1874, en una serie con valores de 25, 50, 100, 500 y 1.000 pesetas, aunque la relevancia entre el pueblo fue escasa, principalmente, y debido a su elevado valor los solían manejar los bancos y otras entidades financieras.


Alfonso XIII y los duros sevillanos

Tupé
Tras la Restauración, a rey muerto (República) rey puesto (Alfonso XII) y con él llegaron nuevas acuñaciones de nuestra moneda. Se trata de monedas en las que se representa al rey con barba y bigote, por lo que al estar en relieve dichas vellosidades faciales la gente pensaba que las monedas llevaban más plata. A la repentina muerte de Alfonso XII en 1885, la reina regente María Cristina de Austria ordenó que se hicieran monedas con la cara de su hijo, el jovencísimo rey Alfonso XIII. Al no ser más que la imagen de un crío, casi un bebé, las monedas fueron llamadas popularmente como 'el pelón'. Conforme el zagal fue cumpliendo años, el siempre ocurrente pueblo español le puso varios motes a las sucesivas monedas que fueron apareciendo: bucles, tupés o cadetes según el peinado que llevase el rey en el momento.

En los últimos años del siglo XX, se produjo un fenómeno bastante curioso y que define perfectamente lo que es España. En aquellos tiempos eran muy comunes las monedas de plata por valor de 5 pesetas. Sin embargo, la plata estaba en esos momentos bastante devaluada, de manera que el valor real era tan sólo de 2 pesetas en lugar de las 5 correspondientes. Por lo tanto, el Estado salía ganando 3 pesetas de cada 5 que ponía en circulación, un disparate. Entonces surgió el espíritu del Lazarillo de Tormes, que pareció reencarnarse en Sevilla, donde se empezaron a acuñar de manera ilegal los llamados 'duros sevillanos', una imitación de las monedas de 5 pesetas, con el mismo valor de 2 pesetas de plata que las que ponía en circulación el gobierno.

Pelón falsificado
En poco tiempo España fue inundada por estos 'duros sevillanos': se abrieron talleres de acuñación de las monedas, se ofrecía trabajo a grito en tabernas y calles, sin ningún tipo de vergüenza por defraudar al fisco. Ante el descontrol reinante, el gobierno miró para otro lado, pues el pueblo le estaba dando de su propia medicina, y es que si me tiro todo el día eslomado para sacarme unas míseras pesetas de plata, yo quiero mis pesetas de plata, nada de plata adulterada. Por tanto, si el gobierno me está estafando, quitándome el pan, pues paso a eslomarme por otra vía, fabricando moneda falsa. Muchos españoles debieron pensar esto, pues en pocos años el 3 % de los duros en circulación eran falsos.

Esta situación hizo que el gobierno aprobase el cambio de los duros falsos por duros legítimos, para así terminar con la esperpéntica estampa. Fíjese el lector lo que el gobierno se fiaba del vulgo y del español en general, que incluso encargaba la acuñación de moneda a empresas extranjeras. Con el fin de los 'duros sevillanos' llegó la época de acuñar monedas bajas en plata o incluso de níquel, así como una mayor difusión de los billetes.

En las barricadas y el pollo

Rubia republicana
Llegamos así, en los caminos que llevó la peseta en los avatares de la política española, a la Segunda República. Tras tener Primo de Rivera una política continuista en el uso del níquel, el fisco republicano no tuvo mucha prisa por acuñar nuevas monedas. Muy significativa fue la acuñación de una moneda de aspecto amarillento en la que aparecía una cabeza de mujer con el pelo suelto. El mote correspondiente tardó en ser acuñado casi menos que las propias monedas (como siempre en el humor característico español), y fue 'la rubia', un apodo pesetil que quedó para la historia. 

En 1936, llegaba el horror de la Guerra Civil, que cómo no, afectó de pleno a la peseta. Ambos bandos declararon un orden legítimo diferente, y eso también afectaba a las monedas, de manera que el bando nacional empezó a acuñar nuevas monedas y a condenar el dinero republicano. Mediante Decreto Ley el bando franquista obligó a todo aquel que poseyera billetes anteriores al 36 a sellarlo, o ingresarlo en cuentas específicas para que fuesen validados por el nuevo régimen.

Moneda de cartón republicana
La peseta, al ser un símbolo más al que agarrarse, fue poco más que prostituida, sobre todo en el bando republicano, en el que la gente veía que la guerra iba inevitablemente a acabar en derrota. Empezó a notarse falta de dinero suelto, de monedas, en la calle, pues el pueblo pensaba que las monedas que llevasen algún metal de valor (oro, plata, bronce, etc.) no bajarían de precio con el cambio de régimen, y comenzaron a acumularlas en sus casas. Las dificultades que esta situación planteó hicieron  que cada uno empezase a acuñar moneda prácticamente en su propia casa: empresas, sindicatos y ayuntamientos se pusieron manos a la obra. Esta emisión sin control derivó en situaciones surrealistas: en Barcelona se llegaron a conocer 3.384 tipos de billetes diferentes, y no sólo eso, sino que el propio gobierno llegó a poner en circulación discos de cartón con sello oficial. De locos.

Una vez Franco ganó la guerra, no fue tonto y dio todo tipo de facilidades para convertir la peseta republicana en nacional, con dos períodos de pago. De esta manera llegó a obtener unos 3.000 millones de pesetas de los habitantes del bando republicano, cifra nada desdeñable para la época y sobre todo en un país que estaba destruido, en la miseria, y sobre todo, dividido.

Moneda franquista de 50 ptas.
Sin embargo, y a pesar de lo que se pueda pensar, Franco no utilizó la peseta como símbolo del régimen hasta casi un par de décadas después. En 1957 se acuñan monedas con la cabeza de Franco, al igual que ya hizo la República con 'la rubia'. El reverso de esta moneda llevaba el famoso 'pollo' o 'águila franquista'. En 1966 se renovaron este tipo de monedas con el nuevo aspecto del líder, un poco más anciano.

Moneda monárquica
Habrá que esperar a la llegada del rey Juan Carlos I en 1975 para que las monedas franquistas empiecen a ser sustituidas por otras nuevas con la efigie del monarca, aunque todavía quedaban monedas anteriores en circulación. Posteriormente se lanzaron nuevas series de monedas, de entre las que destacaron las temáticas con motivo del Mundial 82, la Expo 92 de Sevilla ó los Juegos Olímpicos de Barcelona 92. El resto de nuevas series se harían con diferentes personajes históricos aparte de Su Majestad, como el arquitecto Juan de Herrera ó el filósofo Séneca.

Tras este largo periplo a lo largo de la historia de la peseta, nos situamos en el prólogo, en 2002, año oficial de la defunción pesetil. Con el paso de los 134 años de circulación oficial por manos hispánicas, y otros tantos, cuanto menos, sin ser la moneda única, la peseta vino a convertirse en un símbolo nacional, fue un paso más en la construcción de lo que es España, la España de entonces y la España de hoy. A pesar de lo cual por muchos nostálgicos, románticos o como se les quiera llamar que haya de las pesetas, yo siempre pensaré lo mismo: bien está lo que bien acaba, y por eso digo que si la crisis que nos está azotando nos llega con las pesetas y tenemos que arrastrarnos cual serpiente ante las garras de Merkel, Hollande, Cameron y cía, más de uno de los que hoy las alaban con el corazón en la mano, las denunciarían como villana moneda que no trae más que desgracias por los siglos de los siglos.

Con esto quiero decir que una moneda es una moneda, un ente que se hace físico mediante discos metálicos o billetes de colorines para ser intercambiados por bienes o servicios. Y no tiene más, porque sea con euros, sea con pesetas, sea con maravedíes o reales de vellón, si nos vamos a tomar por saco no será por los nombres o apellidos de lo que tenemos entre las manos, sino de los que mandan acuñarlas. Como usuario de euros actual, anteriormente aficionado a las pesetas, he podido comprobar que no sólo bancos y gobiernos nos estafan con hipotecas y recortes, sino también los acuñadores oficiales de moneda. Así que como protesta  romántica de lo que es España, para que tengamos un símbolo nacional picaresco, ayudadme a difundir la buena nueva. Ayudadme a crear una sociedad que recupere los 'duros sevillanos'. Es la única salvación.

Pero eso es otra historia.




Para saber más:

-Adiós Peseta, de la Real Casa de la Moneda - Fábrica Nacional de Moneda y Timbre.
-Historia de la peseta, de rincondelmaestro.es.
-Miguel Martorell (2001)-Historia de la peseta. La España contemporánea vista a través de su moneda





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