martes, 30 de abril de 2013

¿Final española? Alemana mejor, es más atractiva



El pasado curso futbolístico asistíamos a una champions curiosa. El vigente campeón era el Barça de Guardiola, el mejor equipo que servidor haya visto en su vida pisar un terreno de juego, basado sobre todo en la valiente apuesta de la cantera, aunque también con algunos fichajes en su haber bastante discutibles (recordemos Chigrinsky o Martín Cáceres, y el todavía en nómina Alex Song). El Madrid se había reforzado con los alemanes Özil y Khedira, amén del fideo Di María, entre otros. Es decir, que Florentino Pérez, tras dos años de gastar cuartos a expuertas, volvió a repetir la fórmula que tan "buenos" resultados le ha dado al Madrid: invertir capital a más no poder, que ya volverán los beneficios. Por supuesto que el hacer tanta operación bursátil hace que vivan a su alrededor gran cantidad de buitres, entre otros, representantes de futbolistas, abogados, notarios, banqueros, banqueros suizos, directivos de equipos ajenos y quién sabe si algún que otro bienhallado político y la madre que le parió, ya puestos. Es decir, tenemos dos modelos: uno que gasta dinero como si no hubiese mañana (el del español medio del ladrillo), y otro que intenta (con dudosos resultados) fichar poco y bien, pero que tiene su columna vertebral en esa maravilla de cantera llamada la Masía.

Ante semejantes titanes en liza, que anticipaban una liga apasionante y sobre todo (y esto se pensaba también en Europa) una liga de campeones en la que se dedicarían a aplastar rivales cual cucarachas hasta cruzarse las caras en una épica final con la que los cimientos del fútbol mundial temblarían. Esta campaña fue, por supuesto, ultraexplotada hasta límites vergonzosos por esos dechados de transparencia y objetividad que son los diarios deportivos Marca, As, Mundo Deportivo y Sport. La créme de la créme a nivel cultural, que se dice. La cosa pintaba bien, puesto que teníamos a ambos equipos plantados en semifinales y contra rivales que a priori eran inferiores, no tanto por la calidad de sus futbolistas, sino por el difícil momento que atravesaban en sus respectivas ligas: al Madrid le tocó el Bayern de Munich y al Barça el Chelsea. Los medios nacionales se frotaban las manos de gozo y avaricia. Con el objetivo de hincharse a vender periódicos las rotativas de nuestros periódicos deportivos se lanzaron a aventurar con un nivel premonitorio digno de Sandro Rey: ¡Final española! Lo de vender la piel del oso antes de cazarlo se queda corto comparado con tamaña osadía.

Efectivamente, el gafe se cebó con nuestros representantes, puesto que, contra todo pronóstico, cayeron ambos equipos. El Madrid todavía era más concebible, puesto que el Bayern es el Bayern, son alemanes y siempre se las hacen pasar putas al Madrid. Pero que el Barça cayese con el Chelsea, que hizo gala de un catenaccio tan aberrante y vergonzoso como efectivo, fue ya el colmo. El chasco nacional fue tremendo, pero no pasaba nada, porque en junio la selección, aún habiendo bajado el nivel, ya que poco se renueva y la gente que lleva el timón, es decir, Xavi, Xabi Alonso, Iniesta, etc. son cada año más viejos, se alzaron con la Eurocopa disputada en Polonia y Ucrania. 

Este año las campanas no se alzaron tan al vuelo, pero todos pensábamos lo mismo: que este año la final española no nos la quitaba ni Luis Bárcenas. Pero esta vez, no uno, sino dos equipos alemanes se han cruzado en el camino de Barça y Real Madrid. El primero y segundo de la liga española se enfrentan, respectivamente, al primero y segundo de la liga alemana, Bayern de Munich y Borussia Dortmund. Aunque la cosa se presentaba difícil, lo que ha pasado era impensable. ¿Cómo nos iban a vapulear los alemanes en fútbol? Ellos serán mejores en finanzas y bancos, pero a nosotros en fútbol no nos gana ni Dios. Esta soberbia que tanto nos caracteriza nos ha dado nuestra propia medicina: 4-0 ha perdido el Barça y 4-1 el Madrid. Soberanas palizas se han llevado ambos equipos, de los que realmente me cuesta apreciar a cual se han pasado más cruelmente por la piedra, porque vaya repaso de juego, de físico y de calidad que nos han dado estos puñeteros alemanes.

Hasta hace poco el fútbol era lo único que nos daba alegrías sin igual, nunca fallaba. Nuestros políticos se echaban las fotos sonrientes en las finales europeas y parecía que esto no se iba a acabar. Pero igual que la hegemonía del Barça en Europa y la insistente pero infructuosa tarea del Madrid por conseguir la ansiada "décima", lo cierto es que, como decía Bugs Bunny, esto es todo, amigos. Porque ya no somos el ombligo de Europa, ni nuestra liga es la mejor (me río yo de la liga de las estrellas). De hecho, yo creo que ya nuestra selección no es la mejor. Para mí España es el Barça sin Messi, añadiéndole a Xabi Alonso y Sergio Ramos (no incluyo a Casillas por su últimamente habitual suplencia). Vamos, que es un equipo con el sistema de juego del Barça pero dirigido por Del Bosque, ese sencillo y eficiente entrenador, pero esta vez me parece que no va a bastar con eso. El Barça se ha vuelto lento, y está en baja forma. Puyol y Xavi están en el ocaso de sus carreras, y esos dos tíos son insustituibles. Cuando esta gente se retire, que Dios nos asista, porque en la guerra futbolística no hay una Europa de turno que te rescate, sólo pirañas periodísticas rumoreando con tus miserias como si esto fuese Sálvame.

Esperemos que con esta situación los aficionados se den cuenta de que el fútbol no es tan importante en sus vidas, que se puede vivir sin los Cristiano Ronaldo, Messi y compañía. No nos olvidemos que los clubs del demonio tienen una deuda con Hacienda tremenda, lo que pasa es que, claro, este negociazo que hay montado no puede caer, principalmente por dos motivos: primero, que en el fútbol hay una cantidad de dinero invertida, y sobre todo, una gran capacidad potencial de blanqueo, y segundo, el opiáceo natural para la sociedad que éste representa. Ésta última razón no la he podido ver más clara que salida de alguien del mundillo, el ya expresidente del Valencia C.F., Manuel Llorente. Jordi Évole, en un programa de 'Salvados' entrevistó a este señor cuando todavía era presidente del endeudadísimo club che, y le preguntó- "¿Y esto del fútbol para qué vale?"- Y contesta Llorente: "Hombre, esto no puede desaparecer, porque tú tienes aquí cada dos semanas a 40.000 tíos que te vienen al campo a desfogarse, gritándole al árbitro, a los jugadores, a mí, en vez de al político de turno". Yo creo que con esto, como bien diría Bernd Schuster, no hace falta decir nada más.





lunes, 29 de abril de 2013

Islandia devuelve el poder al partido político que dirigió su colapso económico. ¿Por qué?



Con toda probabilidad el centro-derecha islandés va a gobernar en coalición durante los siguientes cuatro años en este país. Aquellos que dirigieron Islandia durante las décadas que precedieron a su colapso económico, y que cimentaron el mismo, vuelven a tomar las riendas después de que el descontento de la población los expulsara en lo que muchos calificaron como la Revolución Islandesa. Que el Partido de la Independencia vuelva a dirigir el país, sostenido por su clásico aliado el Partido del Progreso, nos proporciona por lo menos tres lecciones básicas: la primera es que los islandeses no tienen imaginación para nombrar a sus partidos políticos; la segunda es la confirmación de que el votante medio está muy influenciado por la tradición; y la tercera es que algo no encaja con la gloriosa gestión alternativa de izquierdas que algunos intentaron vender y que presuponía una población encantadísima con sus nuevos gobernantes.

Que vuelva a gobernar el Partido de la Independencia encaja de maravilla para explicar por qué el gobierno del PP no ha perdido intención voto (el cual saldría victorioso si se celebrasen elecciones esta semana). Dedicad diez segundos a pensar en lo que acabo de decir; después de todas las medidas tomadas por el Gobierno de Mariano Rajoy la población lo volvería a respaldar en las urnas. Esto sólo es una prueba más del fenómeno con el que tienen que lidiar a sangre y sudor los partidos emergentes: cuesta mucho cambiar la preferencia política de un individuo. Una vez fidelizado un votante hacia un sector ideológico concreto, se necesitaran muchos cambios sociales durante muchos años para que termine apoyando a otro partido de forma estable. En resumidas cuentas, alguien de un partido político, ante la mala gestión de éste, como mucho se abstendrá pero no terminará votando al partido de la competencia.

Otro fenómeno que explica la vuelta al poder del antiguo partido dirigente en Islandia es que el votante tiende a valorar la experiencia de forma primordial a la hora de las elecciones. O que somos todos unos jodidos borregos, como se quiera mirar. Pero el caso es que a escala general se tiende a pensar que la clase política es algo uniforme que no varía mucho de un partido a otro, por lo que la inclinación natural es apoyar a quien ya ha estado en el gobierno, bajo la premisa de que su experiencia es fundamental para poder dirigir el país. También esto se puede ver de una manera más cruda: si se piensa que todos los políticos acaban siendo unos hijos de puta corruptos, pues votas a los que ya tienen experiencia en el tema (yo os prometo que he escuchado de manera seria el argumento de que hay que votar a los de siempre porque éstos ya se han cansado de robar). 

Yo personalmente antes me cortaría una mano que votar a los que ya me han puteado activamente. Pero yo no tomo en consideración el valor practico de mi voto a la hora de decidir. Lo que en puridad es algo bastante estúpido y hace que no pueda extrapolar mi elección a la decisión media que se toma en las democracias. 

Y volviendo a la que he presentado como mi conclusión tercera, es realmente destacable el hecho de que el tradicional votante islandés quiera castigar a su actual gobierno a costa todavía de permitir que los antiguos dirigentes arruinaeconomías vuelvan al poder. Estamos aquí ante la mejor prueba de que el milagro islandés no fue tal y que la gloriosa revolución nunca se dio. Islandia ha podido enfrentarse a su crisis económica particular de peor o mejor forma, pero siempre me pareció muy sospechoso que se dijera que ellos lo habían hecho tan bien y en contraposición a cómo de mal lo hacemos nosotros. Sobre todo si partimos de entrada de que todo el mundo decidió que era buena idea considerar que las decisiones que toma un país con 300.000 habitantes se pueden extrapolar a países con 82 millones de habitantes o incluso de 312 millones (si si, la gente decía que Estados Unidos era estúpido por no hacer lo que estaba haciendo Islandia).

¿Es que lo que nos dijeron de la la Revolución Islandesa fue un completo fraude? No realmente; la economía islandesa está creciendo a un ritmo aceptable, se ha estabilizado la deuda pública junto a la inflación, y se ha salvado el modelo de estado de bienestar con un control de la tasa de paro aceptable, además de que ha ido reduciendo su brutal endeudamiento exterior. Cualquiera podría quedarse con estos datos y quejarse amargamente de la maldad de los gobernantes españoles, que no lo arreglan todo porque no quieren (aviso para quien piensa ese tipo de cosas: nuestros votantes no son malvados, son estúpidos y mediocres). 

¿Entonces qué ha hecho que la población esté descontenta con el gobierno? Pues que Islandia es considerablemente un país más pobre que antes de sus reformas. Politikon, una web que recomiendo encarecidamente, lo resumía bastante bien: "lo que parece una gran recuperación ahora viene de un morrazo absolutamente tremendo los dos últimos años". Y es que ha perdido una considerable porción del PIB y la moneda nacional ha perdido la mitad de su valor. Lo que viene siendo salir de la crisis a través de un ajuste por devaluación, que algún día explicaré en esta bitácora lo que es, pero que puede resumirse como algo bastante desagradable.

Una prueba más de que no hay soluciones fáciles cuando se habla de economía y política.


Monsieur le Tupé. 

domingo, 28 de abril de 2013

El curioso caso de la música y su ausencia en telebasura


Numerosas son las fórmulas que se han empleado en televisión para el enriquecimiento efectivo de lo que viene a ser la economización de los recursos centrada en la psique humana. No es demasiado atrevido decir que los publicistas son los psicólogos del mal, pues no hay personas que consigan tan rotundamente comprender y controlar los designios de una sociedad para explotarlos a su favor. El publicista es un despreciable cabrón que intenta vender un producto abusando de la voluntad humana mediante el engaño y la distracción. Son los nuevos trileros, que saltaron de las calles a los despachos y rechazaron el enfrentamiento visual. Ahora en vez de preguntar dónde está la bolita preguntan por qué no eres el dueño de un producto. Ya no juegan a la destreza visual, te enseñan a mirar.

Opino que los grandes trileros han llegado a la televisión conquistando al público por la sorpresa. Aprovechan el “¡oh!” exclamado sin fundamento a través de la fascinación visual. Y lo más deleznable es como han conseguido pervertir las manifestaciones artísticas, excepto, y bajo mi punto de vista, una, la música.

Os hablo de un programa X de talentos en el que cualquier tarado trata de ganarse al público con alguna dote fuera de lo común ya sea un tragasables, un bailarín de break-dance, o un hombre bailando sevillanas con perritos lulú a dos patas. La tónica general de estos programas se basa en coger a 20 frikis, darles la oportunidad de que mucha gente los vea hacer el gilipollas y prostituirlos en pantalla. Las aptitudes intelectuales de los encargados de reírse de ellos (el jurado) son cuanto menos discutibles, pero al fin y al cabo están ahí para eso, para señalar el error y, esgrimiendo orgullosos una falta de escrúpulos completa, insultar al “artista” fingiéndose avergonzados. La técnica es así de sencilla, igual que el trilero engancha al jugador viendo perder cantidades ingentes de dinero a un compinche, en estos programas el telespectador pica el anzuelo por la puesta en ridículo de personas que presumen inferiores a él, y es cuando toman parte en este circo. Y como buen circo que es, ha de ser de variedades. Uno no solo puede entretenerse viendo a un elenco de idiotas sometidos a balonazos en la entrepierna, pues hasta el malvado espectador es capaz de juzgarse a sí mismo y sentirse mal. Es aquí donde entra el factor del ridículo más espantoso, el factor talento. 

Hablábamos de la falta de escrúpulos de productores y público, pero si alguien puede provocar la vergüenza ajena verdadera, estos son los artistas que van a publicitarse en estas factorías. Desconozco las motivaciones de las personas con un don para llegar a estos lugares, pero lo que sí puedo ver es cómo esa gente sirve de vara de iridio y platino para establecer las distancias entre el friki y el dotado. Son el medio que tienen los productores de someter al espectador a un dilema interno en el cual, ingenuo y confuso se pregunta: “¿Por qué este friki ha llegado aquí habiendo pedazo de artistas? ¿Por qué ha pasado a la siguiente ronda si es mucho peor que ese domador de crustáceos parapléjicos?” Y es que esos artistas son el otro gancho de los programas donde no se divulga el arte, ni el virtuosismo, donde la gente con don es tan ingenua como el idiota, y queda a veces más en ridículo que un catedrático de silbo gomero.

Si tengo que señalar a esos idiotas que en apariencia no lo son, podríamos hablar de malabaristas, de bailarines, de contorsionistas, y sobre todo del cáncer de los cantantes (véanse lacras como OT o Factor X). Este último grupo es el más despreciable y mediático hoy en día. Estos aduladores de su propio templo parasitan todos estos escenarios buscando una oportunidad con alguna gran casa discográfica. “Si salgo en telecirco en prime time cantando sin bragas, Virgin Records me firmará un contrato por 30 años” piensan. Pero lo único que ocurre es que dos viejas en la mecedora de sus casas sacan el pañuelo para secarse las lágrimas de la emoción de oir cantar “Como una ola” a una chiquita de 10 años, o tres indies con problemas circulatorios en los tobillos (víctimas de la moda del pitillo que no se fuma) se empalman descubriendo a una tía pechugona a la que adorar durante un par de horas porque ha cantando “Cigarettes” de Russian Red (de una forma más soporífera si cabe) con un timple canario.

Y es que viendo como Risto Mejide se mofa de un chaval que canta “Al alba” de Luis Eduardo Aute (hermosa canción que homenajea a los muertos en la Guerra Civil española), y le dice que les hace perder el tiempo y quita la meravigliosa oportunidad a los pudientes, viendo como ya no se oculta y le revela al público la estrategia y lo que ha de pensar, servidor se pregunta, “¡La cona! Si no vi a nadie tocar un bombardino o pegarle fuego a una stratocaster”. Y es que el músico virtuoso, que no tiene por qué ser el que más notas por segundo toque, no tiene cabida ni la tendrá. Porque no es espectacular, porque no cantan, porque para apreciarlo hay que conocer, porque no son tan idiotas de dejar que 3 impresentables lo apaleen cual piñata en un cumpleaños de trogloditas. ¿Y saben qué?, mejor. Que le dejen al melómano decidir quien vale y quién no vale para amenizar sus tardes y mañanas, que le dejen apreciar su talento aunque estén sentados en una silla y el movimiento más brusco sea el de su pie marcando el tempo. Porque nosotros bien sabemos que quien vale no le gana a un flautista nasal escupiendo fuego en un escenario, le gana en el escenario improvisado de un bar erizando la piel de los presentes hasta doler.


Por Conde Chócula (Aresti)

viernes, 26 de abril de 2013

Solaris [Recomendación literaria]


Corre el año 1961 y en pleno bloque soviético, el escritor polaco Stanislaw Lem culmina su obra magna, Solaris. Por aquella época la ciencia ficción se caracterizaba por plantear una serie de problemas y resolverlos, dejando como conclusión algún tipo de moraleja. Lem, por su parte, quiso darle un enfoque distinto a su trabajo y lo dotó de elementos más típicos de la literatura de Europa del Este. En cierto modo, por el grado de confusión y misterio así como por las cuestiones que plantea, podría decirse que Solaris es ciencia ficción, pero con un toque kafkiano. 

La trama comienza con la llegada del psicólogo Kris Kelvin a la estación que flota sobre el océano del planeta Solaris. Esta instalación es la flor marchita de una época de expediciones científicas destinadas a investigar este nuevo mundo que, por desgracia, después de décadas sin avances, se encuentra prácticamente vacía. Sólo quedan, sin contar con el recién llegado, dos científicos que se encuentran al borde de la locura. Afirman que reciben visitas periódicas de seres que hace tiempo que abandonaron sus vidas. En general, el argumento de la novela gira en torno a cómo afecta la presencia de estos visitantes a los personajes (en especial como afecta este hecho al recién llegado) y qué implicaciones tiene la incapacidad de establecer un diálogo con la inteligencia que los ha producido. 

Si nos centramos en el tema del contacto hay que saber que el océano que cubre la superficie del planeta, pese a ser descrito mediante un término humano, no es una masa de agua en el sentido terrestre. No obstante, su composición si es fluida y cambiante, adoptando estructuras dinámicas e incluso antropomórficas. Su voluntad no se pone en duda pero se desconocen sus intenciones, si es hostil o amistoso, puesto que no responde a ningún tipo de señal humana. Incapaces de superar las diferencias entre las dos especies, el libro hace hincapié en la limitada manera de pensar del ser humano, es decir, cómo fracasamos cuando nos enfrentamos a situaciones que no podemos comprender. Esto se ve reflejado en toda literatura que trate sobre sociedades alienígenas. El escenario siempre es el mismo, o sus miembros son amigos o son enemigos, pero nunca existe una total indiferencia de una parte hacia la otra. Esto plantea las siguientes cuestiones ¿cómo hay que reaccionar ante el desinterés de un ser que no podemos comprender? ¿qué tipo de relación puede haber con un océano poderoso, pero mudo? ¿qué contacto puede haber entre unos seres humanos ciegos ante la inteligencia que abarca todo un planeta? Ninguna, no hay respuesta, estamos condenados a pensar en términos humanos. Además, Solaris enfoca este tema desde un punto de vista epistemológico, planteándonos el dilema al que se enfrenta la ciencia, al intentar obtener un conocimiento profundo sobre un nuevo ser vivo que no se corresponde en absoluto a nada conocido anteriormente. Estamos ante el fracaso de una ciencia que debe partir de cero. Esta disciplina, la solarística, decae convirtiéndose prácticamente en una religión que especula, en términos humanos (como todas las religiones) sobre la naturaleza e intenciones de este ser cuasi divino. Superstición aparte, la humanidad, incapaz de comprender y sacar provecho de la gran masa fluida que es Solaris, vuelve a su planeta con las manos vacías.

Los visitantes aportan una nueva dimensión al problema de la comunicación con el océano, ya que son seres creados por esta inteligencia planetaria y que, además, son representaciones idénticas físicamente a personas que tuvieron un papel emotivo en las vidas de los habitantes de la estación. Estos individuos dejaron una profunda cicatriz emocional en las mentes de los humanos a los que visitan. Por este motivo, pese a que la apariencia exterior sea idéntica y totalmente real, su mente no es más que una instántanea de la visión distorsionada almacenada en los recuerdos. Pese a que el océano sea la causa primera de estos seres, se desconoce su causa final. ¿Son un castigo por la presencia de los humanos en el planeta?, ¿son acaso una ofrenda?, ¿un intento de establecer un canal de comunicación entre las dos especies? No hay respuesta clara a estas preguntas. Lo que sí es clara es la angustia que sufre el protagonista cuando recibe la visita de su mujer, fallecida de manera trágica, que vuelve a visitarle como si nada hubiera pasado. Su recuerdo y la culpa le persiguen, tanto física como emocionalmente. No ha dejado de amarla, aunque esté muerta y no sea más que una proyección sobre la realidad de sus traumas más profundos.

Solaris fue y sigue siendo una novela profunda. Ilustra un escenario en el que la ciencia encuentra su límite, fracasando estrepitosamente en comprender algo nuevo. Para los que disfrutéis de una buena lectura, estáis de enhorabuena ya que el año pasado se editó por primera vez una traducción directamente del polaco original, mientras que las ediciones anteriores eran una traducción del francés al español, que a su vez había sido traducida del polaco. En resumen, una muy buena novela de ciencia ficción, con elementos de misterio y cargada de temas a los que darle vueltas.

Pepe "Puertas de acero" Pérez

miércoles, 24 de abril de 2013

¿Por qué se le llama cóctel molotov?



Es uno de los instrumentos de matar y escandalizar por excelencia, así como uno de los inventos más asociado a los conflictos modernos: si usted quiere convertirse en el mayor antisistema de su barrio, en la deshonra (o no, quién sabe) de su familia, en el generador de una revolución en nombre de la hermandad de los canteros o realizar cómodos incendios en su restaurante en la ruina con los que estafar al seguro, hágase usted mismo uno de estos amiguitos. El cóctel molotov es, básicamente, la delgada línea que separa los escraches del terrorismo, aquel invento indispensable en el inventario de todo buen etarra que se precie junto al pasamontañas.

Este artefacto consiste en una botella con un trapo, llena de un producto inflamable con aceite de motor, al que una vez prendido fuego y estrellado contra un objeto, superficie o persona hace que ésta prenda inmediatamente. Irremediablemente me vienen a la mente aquella escena final de Una historia del Bronx en la que estos artilugios incendiarios se convierten en viles protagonistas de la tragedia, o en el tremendamente épico de Salvar al soldado Ryan, donde fabricar estas pequeñas armas permiten a los yanquis disponer de algo más que uñas y dientes para defenderse de las hordas alemanas que se les vienen encima.

Si uno navega un mínimo por internet, vemos que hay por ahí bitácoras con nombres tan sugerentes como "El blog del terrorista" en los que con un sólo click se nos explica cómo fabricar un cóctel molotov, pero eso sí, se desentienden del uso que se pueda hacer de esta información. Pues bien, está claro que estos cócteles son mundialmente conocidos y que los vemos en cualquier telediario en zonas de conflicto armado en ciudades, pero, ¿de dónde viene este nombre? ¿Quién era Molotov y por qué llevan su nombre estos bichos flamígeros?

Lo normal en estos casos es pensar que hubo un señor que se apellidaba Molotov y por avatares del destino se le encendió la bombilla e ideó el famoso cóctel. Nada más lejos de la realidad, ya que el que estas armas llevasen el sobrenombre Molotov se debe a un sarcástico insulto, historia cuyo origen está más cercano a nosotros (territorialmente al menos) de lo que en un principio se podía uno imaginar: los comienzos de la Guerra Civil española.

Al principio de la guerra (1936) los republicanos, como bien es sabido, recibieron ayudas de los soviéticos, entre ellas, tanques, por lo que a nivel de carros de combate llevaban ventaja frente a la escasa ayuda inicial alemana de la que disponían los nacionales, amén de los ridículos tanques italianos, que eran poco más que de cartón piedra. Para combatir a esta caballería pesada los fascistas idearon las que a la postre serían las famosas vasijas incendiarias.

Poco más tarde, en 1939, con España ya en ruinas, Hitler y Stalin firman un pacto de no agresión secreto por el que se reparten Polonia y los países nórdicos del Báltico. En este contexto la Unión Soviética se dispone a invadir ilegalmente Finlandia. El Comisario del Pueblo para los Asuntos Exteriores soviético, Vyacheslav Mikhailovich Molotov, ordenó el bombardeo de Helsinki, en noviembre de ese mismo año. El gobierno finlandés denunció la tropelía, y ante la existencia de fotos que demostraban que los aviones del ejército rojo habían sobrevolado suelo finlandés, Molotov, muy diplomático él, declaró que sí habían bombardeado, pero cestas con pan, para alimentar a la maltrecha población finlandesa.

A raíz de los acontecimientos estalló la conocida como la Guerra de invierno, en la que los finlandeses defendieron aguerridamente sus tierras. Y curiosamente, para acabar con los tanques soviéticos los finlandeses usaron los mismos medios que los fascistas en la Guerra Civil, esto es, el cóctel que nos ocupa en este artículo. Cóctel que, en justa venganza dialéctica, fue bautizado con el apellido de aquel soviético que se había reído en la cara de los finlandeses. Es decir, que los finlandeses incendiaban rusos con cócteles que llevaban como nombre el apellido de su Ministro de Asuntos Exteriores.

La Historia siempre nos deja estas pequeñas curiosidades, que no hacen sino acrecentar el interés que se puede tener en ella, y más cuando te enteras de que, al igual que el chupa-chups y la fregona, el cóctel Molotov, con ese nombre tan de "más allá del Muro de Berlín", es un invento español. Como un día de estos se descubra que el "Abbey Road" de los Beatles era en realidad un plagio al himno de Riego, sólo con los derechos de autor que se nos deben, salimos de la crisis en menos de lo que canta un gallo.

Pero eso es otra historia.


Referencias

1- Inventos españoles (11), por Pablo Martín Sánchez. Centro Virtual Cervantes.
2- ¿Qué inventó Molotov? Quo.es.

lunes, 22 de abril de 2013

Fotografías históricas que merece la pena conocer. Parte I.

De entre todos los géneros dentro de la fotografía mi favorito siempre ha sido el periodístico. Me encanta porque cuando una imagen logra reflejar un suceso histórico se une a él con tanta fuerza que ya es inevitable que te venga a la cabeza cuando hablan del mismo. La matanza de Tiannamen siempre será también aquella foto del ciudadano ante la fila de tanques. Y a ver quién puede recordar el holocausto sin que se le vengan a la cabeza las fotos que ha visto de cadáveres apilados en los campos de concentración. La fotografía tiene una potencia fascinante para atrapar la historia. 

Y lleno de este espíritu pedante os quiero presentar una serie de ocho fotografías que no son nada conocidas pero creo que merece la pena conocer. Aunque sólo sea para intentar ligarte a la chica de gafas de pasta que fuma tabaco de liar. 



De Douglas Martin. Dorothy Counts (1957).



Dorothy Counts fue una alumna que le echó huevos y acudió en 1957 a una escuela que hasta entonces había sido solo para blancos. La imagen muestra su primer día y el circo que se montó con su llegada, con un continuo aluvión de bromas y comentarios despectivos sobre su origen racial. Aunque la chica aguantó la presión y no se echó para atrás, sus padres tuvieron que sacarla a los tres días del centro escolar porque la violencia racista iba en aumento y, vamos, temían que al final empezara a recibir palizas (fue la propia policía la que admitió que no podía garantizar su seguridad). Dorothy pasaría a la historia reflejando el coraje y el deseo de conquistar derechos negados a la comunidad negra en base a los prejuicios más absurdos. Ella siempre dijo que fue ese día el que le impulsó a conseguir ser maestra para inculcar a los niños una forma de pensar que no llevara a situaciones así.


De Malcon Browse. La autoinmolación de un monje budista (1963).




Podemos situar el acto de quemarse vivo en protesta por algo como una de las actuaciones que más impacto mediático puede llegar a provocar (la reciente primavera árabe estalló cuando un joven universitario se quemó vivo por protestar por una acción de la policía, por ejemplo).

La mañana del 11 de junio de 1963 en una protesta de monjes budistas en contra del gobierno católico de Vietnam, que reprimía la posibilidad de disfrutar de su libertad religiosa, uno de los monjes se sentó en el suelo con una caja de fósforos en la mano y se dejó rociar de gasolina para después autoinmolarse. Era su respuesta ante las maniobras dictatoriales de un gobierno puesto por Estados Unidos para evitar la expansión del comunismo por la zona, el cual pretendía castigar una fe que era mayoritaria entre la población civil. Dicen que mientras el fuego ardía, tras la espectacular llamarada, el religioso no movió ningún musculo.


De Kyochi Sawada. El transporte de un soldado del vietcong por un tanque estadounidense (1966).




La fotografía muestra cómo un soldado enemigo es arrastrado por un tanque estadounidense hacia la fosa común donde estaban enterrando los cadáveres. Tenemos aquí la inevitable banalización de la guerra. Seguramente los soldados no disfrutaron con el acto, ni pretendían humillar al hombre, habrían recibido orden de transportarlo y encontrarían ésa la manera mas fácil de hacerlo. Una de las peores taras de los conflictos bélicos es que embrutece a las personas; al final te enfrentar no contra humanos, sino contra enemigos, cifras, objetivos, objetos. Y la imagen de un cadáver arrastrado no te dice nada. 


De Hanns-Jorg Anders. We want peace (1969).




Situada en Irlanda del Norte, la imagen nos muestra a un joven católico tras un choque con las tropas británicas (el fotógrafo sólo tuvo tiempo de tomar dos fotos antes de que el gas lacrimógeno les envolviera y tuvieran que salir de ahí). En 1969 Irlanda del Norte se vio envuelta en una serie de intensos disturbios con una serie de confrontaciones entre los residentes católicos, los nacionalistas y la Royal Ulster Constabulary (RUC: la fuerza policial de ese lugar). Todo degeneraría en enfrentamientos cada vez más sangrientos en el caos  ideológico que era la zona, donde la política y la religión siempre andaba a la gresca. Por entonces parecía imposible una solución pacífica a las terribles fracturas sociales de la zona, dejando de alternativa a la población vivir una borágine de violencia callejera tras otra. 


De Andrew Lopez. La pelea del Siglo (1971).



El conocimiento de quién es Muhammad Alí es bastante extendido, es el considerado peso pesado del boxeo más grande toda la historia. Es bastante fácil encontrar fotos suyas reflejando el adversario temible que fue, aquel hombre que sólo fue derrotado cinco veces en toda su carrera. Y por eso considero destacable esta fotografía, donde se ve uno de los derechazos que tuvo que sufrir por parte de Joe Frazier en lo que se calificó la pelea del Siglo, una de las derrotas de Alí. Quien "voló como una mariposa pero picaba como una abeja" también tuvo que sufrir lo suyo para llegar a lo más alto.


De Orlando Lagos. Salvador Allende antes de su asesinato (1973).



El asesinato del presidente electo de Chile, Salvador Allende, en el golpe de Estado realizado por Pinochet con auspicio de Estados Unidos, fue uno de los acontecimientos que más profundamente han marcado el imaginario histórico de la llamada izquierda. Allende se proponía iniciar un camino hacia el socialismo de manera pacífica y democrática, pero la situación económica y el malestar propiciaron un apoyo suficiente para realizar el levantamiento militar que acabaría con su vida. Esta es su última foto con vida, momentos antes del asalto al palacio presidencial. Cierto o no, muestra una entereza y una fuerza de espíritu que es digna de orgullo para todas las personas que vieron en su legado algo a seguir (o a proteger).


De Eddie Adams. Guardia Armado protege a golfistas en Rodesia (1978).




Qué fue y que pasó en Rodesia es lo de menos en esta fotografía, ya que la considero el gran ejemplo de la idiosincrasia de muchas zonas del mundo. Gente jugando al golf con un soldado pagado con un sueldo misero puesto ahí para evitar que otras personas más miseras todavía atenten contra la vida de los más ricos. Salve decir que quizás no sea muy buena idea estar en un país donde se necesitan guardias con el rifle en la mano para ejercer un deporte, o que al menos la buena idea no sea esa, la de hacer deporte. Pero desde 1978 hasta ahora esta situación no ha cambiado mucho, gente divirtiéndose mientras personas con armas de fuego les protegen porque dos kilómetros más allá de sus espacios de ocio la calidad de vida desciende abruptamente. De entre todas las formas de hipocresía que se pueden escoger esta me escama especialmente.


De Manuel Perez Barriopedro. El Asalto de Antonio Tejero al Parlamento (1981).




La foto más emblemática del intento de Golpe de Estado en España el 23 de Febrero de 1981. Si bien si es conocida entre nosotros, quizás no tanto el impacto que provocó en el extranjero, donde la salida de España de la dictadura hacia una forma de gobierno democrática fue seguida con más atención de lo que pensamos. Con todo eso, también es un gran monumento a lo que dejó de ser España: un lugar donde la gente se adentraba en los órganos de decisión nacionales a base de patada en la puerta, con un rifle en la mano y la gente de rodillas por todos los lados. Lo bueno es que cuando miras esta imagen te parece que fue de otra época, de hace treinta, cincuenta o cien años. Eso es agradable.



Monsieur le Tupé.

domingo, 21 de abril de 2013

Recomendaciones cinéfilas 2013: La caza



Este domingo, y sin que sirva de precedente, Conde Chócula no podrá traeros sus habituales desvaríos musicales debido a un tremendo problema logístico. Actualmente se encuentra en una espeluznante misión con el objetivo de hacer de Mente Enjambre el mejor magazine cultural de internet. Paradójicamente hallar esa piedra filosofal del internet le ha tenido privado de la posesión de una línea de ADSL, pero tranquilos, que aquí estoy yo para suplir el vacío. Por tanto hoy no se hablará de música en esta bitácora, pero sí de buen cine. Y es que el hecho de que haya una película destacable en la actual cartelera es algo digno de celebración, así que, sin más dilación, vamos con ella.

Una frase que suele definir las salidas nocturnas más rocambolescas es aquella que se pronuncia cuando alguno de nuestros amigos, que lleva más copas en su haber que goles en liga Messi, dice algo tan condenadamente sincero e inesperado, que te lo tienes que creer. Los niños y los borrachos nunca mienten, se suele decir, es decir, los seres humanos que atraviesan una u otra circunstancia de ingenuidad, bien por darle a la priva, bien por tener un sentido de la realidad muy fantástico no pueden decir cosas que no sean ciertas, no pueden desarrollar la tan humana y maquiavélica condición del engaño y la estafa dialéctica.

De esto precisamente, de una mentira inocente, es desde donde nos lleva por el barco del agobio y la inseguridad en 'La caza'. En el inicio de la película nos situamos en la Dinamarca actual, en la que un señor de mediana edad, cuya vida es un tanto solitaria (vive con su perra y nadie más) se encuentra en la flor de la vida: tiene un trabajo que le satisface plenamente (profesor de parvulario, que si bien no le da muchos dineros, se puede volcar en la educación de los críos, que le encantan, y ellos están encantados con él), un montón de amigos del club de caza, que esporádicamente se juntan para cazar bichos y beber cerveza al estilo vikingo, y además está empezando a conocer a una muchacha de buen ver.

Sin embargo, este personaje, que encarna los principios del hombre nórdico actual, ve cómo prácticamente de la noche a la mañana se le cae el mundo encima, todo el pueblo empieza a odiarle por una inocente mentira que sale de los labios de una niña del parvulario. A partir de ahí su vida se convierte en un infierno constante, y el protagonista aguanta esta carga estoicamente, cuanto puede, o cuanto le dejan sus conciudadanos.

El director danés Thomas Vinterberg, quien en su día encarnó los ideales del movimiento dogma junto a Lars von Trier, entre otros, se aleja de los principios de este movimiento, nos muestra con gran precisión el descenso a los infiernos de este afable hombre, interpretado por el siempre excelente Mads Mikkelsen. Con una finura admirable hace que desde que se pronuncia la mentira se nos encoja el estómago y con indudable interés seguimos el argumento y devenir de este hombre, con quien no podemos sino identificarnos, y sobre todo y en parte también con sus conciudadanos. Y es que quien se crea una mentira que es odiable, indudablemente va a odiar y marginar hasta puntos lamentables al culpable de una falsa acusación.

viernes, 19 de abril de 2013

Mi gran amigo Minkowski


El espacio y el tiempo, juntos.


La geometría euclídea (ya sea en dos o tres dimensiones) es una descripción idealizada del espacio que nos rodea, tal y como es percibido por nuestros sentidos. Aún así estos espacios no se limitan a tres dimensiones, ya sea porque el fenómeno a explicar requiere de más componentes o porque es una ficción conveniente representarlo de esta manera (véase el artículo de este mismo blog titulado la maldición de las dimensiones), por lo que estas representaciones que se escapan a la percepción humana no dejan de ser igualmente válidas desde un punto de vista analítico. En este artículo nos centraremos en la geometría de la realidad, incluyendo la dimensión temporal, por lo que hablaremos de resultados que se pueden generalizar fácilmente a cuatro dimensiones. 

Antes de comenzar, debemos asumir los siguientes principios:

  • Cada observador que mencionemos se asume que posee un reloj, el cual se encuentra sincronizado con el resto de relojes.
  • La línea de universo es la trayectoria que un cuerpo sigue a través del espacio-tiempo
  • Emplearemos dos dimensiones espaciales y una temporal. Los resultados se generalizan (pero no se visualizan) fácilmente a tres dimensiones espaciales y una temporal.
  • Nos limitaremos el movimiento uniforme. Los resultados pueden generalizarse a movimientos acelerados, sustituyendo las lineas de universo por curvas de universo.


El espacio-tiempo de Galileo

Esquema del espacio-tiempo galileano / Elaboración propia
Tenemos tres dimensiones espaciales, pero es útil disponer de una cuarta, temporal. Tiene sentido asumir que cada uno de los valores de la dimensión temporal tiene asociada una visión del estado, de la configuración de esas tres dimensiones espaciales. Ése es el significado del espacio-tiempo de Galileo. En cada instante distinto, una partícula, cuerpo puede ocupar, si está en movimiento, una posición distinta, o bien si se da el caso de que permanece en reposo, puede ocupar la misma posición que en el instante anterior.

En la figura de la derecha puede verse un ejemplo de este tipo de geometría. Las líneas azuladas muestran la trayectoria de tres cuerpos. La trayectoria A se corresponde con un cuerpo en reposo, por lo que su línea de universo es paralela al eje temporal. Las trayectorias B y C se desplazan con movimiento uniforme, pero su línea de universo es distinta (la trayectoria). 

Imaginemos que somos el observador A, que convenientemente se encuentra en reposo en el mismo punto durante los tres instantes de tiempo que hemos marcado en el diagrama. Al comienzo, B estará más lejos de nosotros que C, situación que continuará en t=1. Finalmente, en t=2, B será la partícula más cercana.
El movimiento que experimenta cada una de las partículas a lo largo del tiempo es su velocidad y es posible su medida. En este caso concreto podemos asumir que las velocidades de B y C tienen la misma magnitud, pero como se aprecia en el diagrama, la dirección es la contraria (uno se mueve de derecha a izquierda y el otro de izquierda a derecha). Al encontrarse el observador A en reposo, el cómo aprecia el movimiento de B (es decir, su velocidad) será distinta a la que por ejemplo experimenta B respecto de A. Por ejemplo, es totalmente válido que B considere que quien se está acercando a una gran velocidad es A, en lugar del caso contrario.

Aunque no sea ninguna sorpresa, la capacidad de cambiar el sistema de referencia es tipo de relatividad, que ya se conocía en el siglo XVII. Lo interesante es que el paso de un sistema de referencia (originalmente A era la referencia y ahora lo es B) a otro se limitaba a sumas y restas entre los vectores de velocidad, es decir, a efectuar transformaciones rígidas como la traslación y rotación, necesarias para poder centrar el sistema de coordenadas en la partícula que queríamos considerar en reposo. Básicamente el principio de relatividad de Galileo se traduce en que no existe un marco de referencia (origen de coordenadas) mejor que otro, sino más conveniente según el propósito que se quiera analizar.

Como se ha podido ver no hemos mencionado nada sobre el tiempo, que sólo ha sido incluido como un elemento conveniente, muy útil para modelar un sistema dinámico. Las velocidades pueden ser relativas, pero para todos los elementos del sistema el tiempo transcurre de la misma forma, el tiempo es absoluto, por lo que pasa para todos los observadores al mismo ritmo. Además todos los cuerpos se sienten como en una autovía alemana: no tienen límite de velocidad. ¿Por qué debería haberlo? En el siglo XVII bien daba igual que una bola cayese a 80 km/h que a 240 km/h, son velocidades ridículamente lentas. La ciencia moderna prácticamente acababa de nacer, no existían los medios para preocuparse para velocidades realmente elevadas.

En general, esta geometría es válida y se corresponde a la realidad que percibimos con los sentidos. El problema surge cuando los cuerpos se desplazan a grandes velocidades. Es en ese caso cuando este espacio-tiempo comienza a romperse.


El espacio-tiempo de Minkowski

La idea de que la concepción galileana era errónea surgió a partir de los experimentos de Michaelson-Morley, que concluyeron que la velocidad de la luz era exactamente la misma, independientemente del sistema de referencia empleado. La idea principal era que si la fuente de luz se movía en dirección opuesta al aparato de medición, debía sumarse la velocidad relativa que llevaba el aparato en cuestión. Se vio que eso no pasaba, la velocidad de la luz era siempre la misma. Nunca se sumaba ni se restaba nada. 

El cono de luz de Minkowski / Elaboración propia
Hermann Minkowski fue el autor de una nueva geometría en la cual el espacio y el tiempo se encontraban fundidos de manera completa, no como en el caso de la geometría de Galileo. El elemento central de la geometría de Minkowski es el cono de luz que incrusta en la estructura espacio-temporal un límite de velocidad, el de la luz. El cono simboliza la trayectoria más rápida que cualquier partícula puede adquirir. En un extremo, el del reposo, el cuerpo sigue el eje temporal y en el extremo opuesto, cuando la partícula se desplaza a la velocidad de la luz, la trayectoria está en la superficie interna del cono. Cualquier velocidad intermedia se encuentra, por lo tanto, entre el centro del cono y la superficie de éste.

En la figura a la derecha de estas palabras se muestra este cono. Las líneas de universo denominadas  P1 y P2 se encuentran en el borde interno del cono, por lo que se corresponden con fotones, los cuales se desplazan a la velocidad de la luz. La trayectoria denotada mediante una línea discontinua (R) se corresponde a un cuerpo que se desplaza rápidamente, al menos comparado con la línea azul, denotada mediante la letra M. Por ahora, salvo a la imposibilidad física impuesta por el cono, no hay mucha diferencia entre la geometría galileana y la minkowskiana. Pero si la hay, porque esta estructura altera la manera en la que se mide la distancia entre dos sucesos (no puntos, sucesos). Veamos cómo se mide la distancia en la geometría euclidiana (en dos dimensiones) y en la minkowskiana (dos dimensiones espaciales y una temporal).



En el caso de la geometría euclidiana hemos asumido que sólo tiene dos dimensiones, por lo que la expresión indica la distancia entre ese punto (x,z) y el origen. Sin embargo, en el caso de la geometría que da título a esta entrada, t denota  el tiempo experimentado por un observador en reposo, es decir, respecto al sistema de coordenadas (hecho que puede verse en la figura anterior).

El resto de las componentes representan la velocidad a la que se desplaza el cuerpo, relativa eso si, a la velocidad de la luz. Esta ecuación plantea varios escenarios. Si el observador está en reposo respecto al marco de referencia, entonces tanto x como z (junto con y, si lo extendemos a tres dimensiones temporales) serán cero, por lo que la distancia entre dos sucesos será equivalente al tiempo transcurrido desde el punto de vista de un observador en reposo (lógico, porque está en reposo). Sin embargo, conforme la velocidad se acerca a c, los elementos que restan se van haciendo cada vez más grandes, disminuyendo el tiempo percibido, entre los dos sucesos. El extremo opuesto a la situación de reposo sería el caso de una partícula que se desplace a la velocidad de la luz. En este caso s pasaría a valer cero. De esta manera se afirma que, para un fotón, el tiempo no transcurre.  Todavía queda el caso en el que el cuadrado de s es un número negativo. Esto sería equivalente a que estuviera fuera del cono y bueno, eso ya lo veremos en otra entrada. Repito un hecho muy importante, el significado de s es el de tiempo percibido, tiene sentido que ésta sea la distancia porque es una geometría de espacio-tiempo.

Esta manera de medir las distancias en el espacio-tiempo tiene una característica que parece contradecir la intuición. Si tenemos tres puntos, A, B y C, estamos acostumbrados a que la distancia entre dos de ellos, digamos A y B, sea como mucho igual que la suma de las distancias entre A y B junto con la de B y C. Esta expresión es denominada desigualdad triangular y es una propiedad que cumple la geometría euclídea, sin importar el número de dimensiones que la describan. El problema es que la geometría de Minkowski, el triángulo descrito por A, B y C cumple la expresión siguiente:


Esquema de la paradoja
de los gemelos /
Elaboración propia

                         

Expliquemos el significado de (2) con un ejemplo, la archiconocida paradoja de los gemelos. El escenario es el siguiente. Existen dos gemelos, uno de ellos permanece en la Tierra mientras que su hermano se monta en una nave espacial y realiza un viaje a una cierta velocidad, para luego retornar a la tierra. Imaginaremos que el retorno no implica ningún tipo de parada y que la nave sigue una velocidad constante durante todo el trayecto. Existe un suceso, A, el cual es el comienzo del viaje y otro, C, el cual es el retorno del gemelo. El suceso B implica el instante en el espacio-tiempo en el comienza el viaje de vuelta.

Situando el origen de coordenadas en A, podemos afirmar que entre A y C, para un observador en reposo pasan t unidades de tiempo. Sin embargo, entre AC y luego C, B el hermano se desplaza a una cierta velocidad, la cual llamaremos v_m. Ahora combinaremos la definición de s vista en la expresión (1.2), con la relación entre las distancias vista en (2) para ver que, en efecto, el gemelo viajero experimenta menos tiempo. Para ello denotaremos como v_r a la velocidad en reposo, cuyo valor es cero y como v_m a la velocidad en movimiento, cuyo valor no es necesario determinar para afirmar que la desigualdad vista en (2) se cumple en sentido estricto.

A no ser que v_m valga también cero, el mero hecho de que el segundo gemelo se desplace fuerza a que la desigualdad se decante hacia el lado de la suma. Por este motivo la geometría no es euclidiana, porque la medida distancia no cumple la desigualdad triangular. Además, debido a que ambos gemelos han experimentado un tiempo distinto, puede decirse que el tiempo es relativo.

Aún así todo esto no quiere decir que la concepción de Galileo sea incorrecta. Es correcta siempre y cuando las velocidades sean pequeñas respecto a la de la luz. Este hecho se puede ver en (3), en el que si v_m es pequeño, el tiempo percibido es muy similar al que experimenta el gemelo en reposo. Lo que esta geometría nos enseña es que el tiempo no es absoluto y que se encuentra fundido de una manera mucho más intrincada de lo que se pensaba originalmente.

Y si has llegado hasta aquí, enhorabuena ;)

Pepe "Puertas de acero" Pérez

Bibliografías:

[1] Bertrand Russel. El ABC de la Relatividad.
[2] Roger Penrose. La Nueva Mente del Emperador.

miércoles, 17 de abril de 2013

TOP 5: Películas sobre el Rey Arturo



Las leyendas, esas historias fantásticas donde sobresalen los héroes por encima de todas las cosas, incluso de los malos malísimos quienes, a pesar de tener mentes más ágiles, brazos más fuertes o mayores méritos que sus archienemigos, al final sucumben por la gran bravura, valor y corazón que atesoran los protagonistas. Suelen versar sobre grandes personajes históricos, con mayores o menores ingredientes fantásticos o poco creíbles, pero al fin y al cabo están hechas para entretener al ciudadano de a pie de la Edad Media, que como se entenderá, no era muy exigente en la veracidad de los hechos o la forma de contarlos: en aquellos tiempos para la mayoría de la población pasar un invierno era algo así como que el PSOE gane ahora mismo unas elecciones generales, un imposible, vamos, por lo que la cultura era algo muy secundario.

Es por eso que en esos tiempos el disponer del juglar de turno que te relatase una historia amena, con la que por un ratito se te fuese la mente a los mundos de las princesas, castillos, dragones, montañas y héroes, como si tú mismo estuvieses viviendo ahí, era algo de agradecer. Lógicamente, y al estar la práctica totalidad de los escritos en poder de la Iglesia y de sus esclavizados copistas, estos cuentos sobre el Cid, Roldán, Robin Hood, San Jorge y el Rey Arturo no interesaban mucho que se diga, no se consideraba muy culto todo aquello proveniente del pueblo, especialmente historias en las que Dios no es el protagonista absoluto.

Por tanto las leyendas y los cantares fueron cosa más bien de tradición oral, es decir, se transmitía de padres a hijos o a través de los juglares en los pueblos alejados de la mano de Dios y no mediante escritos. Igualmente, aunque se transmitieran por escritos, éstos serían poco relevantes para el siervo de a pie debido al analfabetismo imperante de la época.

De entre todas las leyendas, una de las más difundidas y que tiene un componente más misterioso, puesto que no se sabe a ciencia cierta si el héroe realmente existió, fue la del Rey Arturo. No estamos aquí para analizar y desgranar esta historia, que bien daría para otro artículo de dimensiones descomunales, pero sí que a modo de recordatorio una breve sinopsis no va nada mal para quien ande algo perdido en el tema.

En la Inglaterra medieval, el rey y señor de aquellas tierras Uther Pendragón está en guerra con su mayor enemigo, el duque de Cornualles, Gorlois. Uther se siente perdidamente atraído por Igraine, mujer de Gorlois, por lo que no duda en pedirle un favor al mago Merlín: poder hacerla suya por una noche mediante algún tipo de hechizo. Y así, en medio del conflicto, Merlín hace que la apariencia de Uther sea la de Gorlois durante una noche y así puede yacer con la hembra. Pero Merlín pide algo a cambio, que el bastardo nacido de la infidelidad pase a estar bajo su custodia. El bastardo no será otro que Arturo.

Merlín entrega a Arturo a Sir Héctor para que lo eduque en los valores propios de un rey. Al morir Uther el caos se apodera del país, las guerras internas estallan por doquier y nadie con carisma aparece para dirigir los designios de la nación. Nadie hasta que Arturo, actuando de escudero para su hermanastro, pierde la espada de éste, y buscando una, encuentra Excalibur, la mítica espada, clavada en una piedra, donde había una inscripción que rezaba "quien pueda desencajarme de esta piedra será rey de Gran Bretaña". Arturo pasa a ser el rey, pero no todo el mundo lo reconoce como tal, por lo que tendrá que embarcarse en una larga guerra para unificar la nación.

Durante la misma, al enfrentarse en combate singular a un poderoso caballero, mejor combatiente que él, se ve obligado a invocar los poderes de Excalibur para vencer, pero al derrotar de un mandoblazo al caballero en cuestión, Excalibur se parte por la mitad, por abusar del poder, y Arturo entra en depresión. Sin embargo, sale de las aguas una señora (la Dama del Lago) con una Excalibur reforjada, y Arturo recupera la moral y el poder. Poco después se acaba la guerra, Arturo es reconocido como rey de Inglaterra, desposa con lady Ginebra y crea la Orden de los Caballeros de la Tabla Redonda, con el juramento de mantener la paz del reino por siempre jamás. También se construye el castillo de Camelot, representante de este sueño de paz eterna y esplendor.

A pesar de la duradera paz, los tormentos se apoderan de Arturo, que tras la pérdida de Ginebra y Lancelot (su más fiel caballero y mejor amigo), por líos de faldas entre éstos, pierde el norte, y considera como una prioridad para el reino buscar el Santo Grial. Sus caballeros se dispersan por el mundo en una improbable búsqueda, lo que terminó con la Orden de la Tabla Redonda, y dejó el reino a merced de sus enemigos, encabezados por Mordred, hijastro de Arturo, quien intenta suplantar a su padre. Finalmente, en una fraticida guerra Arturo y Mordred acaban sucumbiendo al herirse mortalmente el uno al otro. Sin embargo Arturo hizo acopio de sus últimas fuerzas y arrojó Excalibur al lago, donde aparecieron tres damas negras que se lo llevaron otorgándole un funeral propio de un rey.

Inglaterra quedó devastada por esta guerra, pero el recuerdo del mejor reinado y la paz más duradera jamás presenciadas quedó en la leyenda artúrica. Por supuesto me he dejado algunos personajes en el tintero, amén de que esta historia puede variar dependiendo quién la cuente. Como siempre con cualquier historia archiconocida de este estilo, el épico relato ha sido llevado al mundo del cinematógrafo en bastantes ocasiones, algunas con mayor acierto, otras en desastres para el olvido, y entre ellas, una adaptación desternillante. A continuación, cinco películas que trasladaron en su día la historia de Arturo y sus caballeros a la gran pantalla.

 1  Los caballeros de la mesa cuadrada y sus locos seguidores (1975)


Bajo este título que nos dieron nuestros queridos encargados de doblaje, y con el de Monty Python and the Holy Grail en su versión original, el grupo de cómicos que con sus constantes absurdos rompieron con los moldes del humor típicamente británico, parodiando todo período histórico habido y por haber, los Monty Python, nos presentan la que (para gusto de un servidor) es la mayor y más cojonuda parodia sobre la Edad Media que el cine haya visto. Y es que, partiendo de la leyenda del rey Arturo, se nos muestran prácticamente todos los topicazos medievales en forma de gags a cual más desternillante. Caballeros tullidos por el honor y de negra armadura, seres fantásticos y temibles como un conejo adorable, el mago Tim en sustitución de Merlín, escuderos con cocos emulando equinos, un señor feudal cuya posesión radica en un castillo en un pantano, un príncipe mariquita, y por supuesto, Arturo de Camelot y sus caballeros, esta vez de la mesa cuadrada (en lugar de la tabla redonda). Como guinda del pastel, también aparece un héroe para el recuerdo: aquel almaciguero mayor, tan escandalizado porque unos malvados caballeros digan "ni" a una pobre anciana, del que este humilde redactor ha robado su sobrenombre.

 2  Excalibur (1981)


De las cinco películas que aquí presento, he aquí la mejor y más ambiciosa adaptación de la leyenda artúrica: sigue punto por punto la historia que todos conocemos, introduciendo algunas pequeñas variaciones, puesto que al igual que sucede en otras adaptaciones (véase Juego de Tronos), a veces es mejor hacer que un personaje secundario que haga el papel de varios terciarios que no sacar a la palestra varios nombres que prácticamente son irrelevantes en el devenir de los acontecimientos y pueden despistar al espectador. En esta película vemos una Edad Media con un gran componente fantástico en el aire, un Merlín bastante sarcástico (en plan Gandalf, como debe ser) y sobre todo una presentación bastante pintoresca de la historia, con una fotografía a veces un tanto cargante, pues las armaduras de los caballeros cuando Camelot se presenta en todo su esplendor son brillantes a más no poder, así como las cuberterías y el ambiente de palacio. Pero, obviando este pequeño fallo (que a alguno puede que llegue a molestar más de la cuenta), lo mejor es la representación tan cruda que se hace de esos personajes tan míticos, a los caballeros pegándose de palos que da gusto. Aquí quedan al margen las poses de espadachines, las florituras y las estocadas, esta gente no arremete al enemigo, sino que da hachazos con espadas, arietazos con hachas. A esto se le une la presencia de unas armaduras de placas gordísimas, vestidas por todos los caballeros y que en batalla les dan un aspecto imponente y bastante torpón. Los más corpulentos parecen los guerreros del Caos de Warhammer.

 3  El rey Arturo (2004)


Aquí tenemos el ejemplo de una película que podía haber sido bastante buena y se quedó en el camino tras un prometedor comienzo. Se basa en algunas fuentes que dicen que Arturo podía realmente haber existido, pero no como un rey inglés al uso, sino como comandante romano de origen sármata, destinado en Britania y que, en el siglo V d.C., tras abandonar los romanos la provincia a su suerte, decidió permanecer para ayudar en la defensa ante la invasión sajona que se avecinaba. Sin embargo, esta historia por cuestiones de guión no llega a ser gran cosa, debido a que, si bien Arturo y sus caballeros más o menos están bien representados, tres principales personajes de la historia artúrica tienen poca presencia, personajes con papeles fundamentales en la leyenda. En primer lugar, Lancelot, el mejor caballero del reino, aparece aquí como un chuleta que de vez en cuando habla con Arturo, mira dos o tres veces a Ginebra en plan qué cachondo estoy y ya está. En segundo, Ginebra, interpretada por Keira Knightley, es ahora una princesa picta (los salvajes celtas de más allá del Muro de Adriano), con menos carisma que un besugo y que no aporta nada a la historia, salvo alguna lágrima en un mundo de hombres. Y, por último y más grave, se nos presenta a Merlín como un druida picto que sale 5 segundos de metraje y que no sabe hablar con Arturo, por lo que se cargan, literalmente, al personaje que hace de maestro y mentor de Arturo, el que dispone las piezas en el tablero. Una pena, la verdad.

 4  El primer caballero (1995)


Curiosa adaptación de la leyenda. En este caso vemos a un Arturo casi anciano (Sean Connery), rey del poderoso reino de Camelot, poblado de brillantes caballeros y un pueblo que ama a su gobernante. Pero lo curioso radica en que Arturo no es el protagonista de esta historia, sino Lancelot, interpretado por Richard Gere. Éste se enamora instantáneamente de lady Ginebra, recién desposada de Arturo y reina de Camelot. Por lo que aquí el motor de la película es la relación que se establece entre Ginebra y Lancelot y la traición que supone para Arturo, algo fundamental y que, por ejemplo, en la película anteriormente mencionada (El rey Arturo) prácticamente se pasa de puntillas. Sin embargo, no aparecen elementos fascinantes en la leyenda, como la historia de Uther Pendragón, el padrastro de Arturo, ni las guerras para unificar el reino, sino simplemente alguna batallita para sofocar una rebelión de malos malísimos. Tampoco hay nada de Damas del Lago, ni Merlín, ni nada fantástico, algo para mí imprescindible, pero, de todas formas, es una película entretenidilla, típicamente de los 90: salen Richard Gere y Connery haciendo sus papeles cliché, el respetable no se aburre, y poco más.

 5  La última legión (2007)


Sin ser exactamente una adaptación de la historia de Arturo y sus caballeros, sí que es la antesala de lo propio. Comienza con la caída del Imperio Romano, concretamente la caída de la misma Roma, y la deposición del zagal que había de emperador, Rómulo Augústulo. Gracias a la protección de unos tipos que se cepillan a los bárbaros invasores como si fuesen masillas, el depuesto emperador consigue llegar a Britania, donde hay gente muy malvada que quiere matar a todo el mundo, pero menos mal que está Merlín por esos lares, y guía a los buenos a la épica victoria final. Al final de la historia vemos a un Arturo bastante joven hablando con Merlín, quien le cuenta azañas de su heroico padre y sus fieles compañeros. Resulta que ese heroico padre, que no era otro que el crío odioso Rómulo, acaba siendo el rey Pendragón de Britania, y a la postre Arturo sería su hijo. De locos, pero eso sí, es un pequeño disparate comparado con otros que aparecen en la película. Y es que esto es una novela homónima de Valerio Massimo Manfredi, un señor que se dedica a parir best-sellers y que tiene su legión de fans y todo. Pero, en este caso por lo menos, y como bien me dijo una amiga mía, si el libro ya era malo, imagínate la película. Desde que empieza hasta que acaba tiene un tufillo a telefilm, como éstos que dan en Antena 3 después de comer los fines de semana, que al final te da la risa. Por lo tanto, si alguien quiere ver el mito de Arturo pisoteado en forma de película peplum de serie B, que la vea.

En definitiva, la historia artúrica tiene muchas variantes pero, como último apunte, si el sufrido lector es de interesarse por este tipo de historias y gusta devorar libros, he de recomendar inmediatamente la trilogía Crónicas del señor de la guerra, de Bernard Cornwell, una historia sobre el rey Arturo ambientada tras la caída del imperio romano, pero siendo el retrato de esa época, puesto que aparte de tener todos los mimbres de la leyenda (componente fantástico incluido), te muestra las luchas intestinas que había en la Britania de la época, las invasiones sajonas, y el desastre y la pobreza de la Alta Edad Media. Y llegados a este punto, servidor se dedicará a confeccionar almácigas al por mayor, que para eso le pagan.

Pero eso es otra historia.

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