Hay revueltas en Turquía: de pijoapartes, perroflautas, terroristas, héroes, masas sociales; da igual como se les quiera llamar, volvemos a tener imágenes de revueltas y represiones desmedidas, o eso parece al menos. La remodelación de la plaza Taksim, centro de la parte europea de Estambul, fue el punto de inicio para que se vuelva a tener en televisión imágenes de cañones de agua y gases lacrimógenos. No se si siempre ha sido así, pero a veces da la sensación de que los países se van turnando para estallar en revueltas, con el interés de que la izquierda nunca pierda la esperanza sobre una explosión social que derrumbe el capitalismo. O algo.
Ahora le toca a Turquía, gracias a la deriva autoritaria de su Partido de la Justicia y el Desarrollo, más que nunca una formación de conservadores religiosos cuya aspiración única parece ser una Turquía como equivalente musulmán de las democracias cristianas. El gobierno turco cada vez tolera menos la parte laica de la sociedad. Restringe la publicidad, la venta y el consumo de alcohol. Elimina las restricciones del uso de velo islámico en la esfera pública y la educación religiosa en las escuelas. Y se empieza a estructurar bajo dinosaurios políticos alejados del concepto "dejar el poder".
Y después de estos cinco años donde el Gobierno ha conseguido con éxito mejorar la economía del país, incrementar su influencia en la esfera internacional árabe y promocionar la cultura y religión musulmana, yo me pregunto, ¿os acordáis cuando Turquía soñaba con entrar en la Unión Europea? Yo casi no, pero para lo irreal que suena actualmente bien podía no haber pasado jamás. Y es que en el fondo para Europa los países árabes siempre fueron algo malo. Todos sabíamos que un marroquí, un turco y un saudita no debían de ser muy distintos. Que al final siempre se reduciría todo a ellos, o nosotros. Y que ni de coña iba a ver moros dentro de la Unión Europea.
Así que dimos largas y largas a Turquía hasta que el Gobierno, que fue listo, nos mandó al paro y viró la política del país para acercarse al mundo árabe. Decisión inteligente que ahora paga la parte de la sociedad que soñaba con un futuro distinto, y, de rebote, nosotros. No tengo ni idea si la integración turca hubiera sido posible, pero si tengo claro que no hicimos nada para auspiciarla.
Aunque esa parece ser la historia de Europa, estancarse en lo tradicional, lo estático y no innovar ya nos vaya la vida en ello. Durante décadas pensamos que el norte de África solo estaba lleno de islamismo radical y pobreza. ¿Y qué pasó cuando estalla la Primavera Árabe? ¿Cuando de pronto resulta que hay gente allí a lo lejos que no está contenta con eso de las dictaduras perennes y que además resulta que hasta tiene ideas parecidas a nosotros respecto a lo que debe ser una sociedad? Pues que cada europeo dentro de Europa se queda tocando el violín más pequeño el mundo, dejando que los movimientos religiosos (los únicos organizados) monopolicen las revueltas y de paso se lleven todos los beneficios.
No vamos a mover jamás un dedo por llevar aquellos valores que tanto amamos fuera de nuestras fronteras ¿y sabéis por qué? Porque creo que tampoco se nos da bien defenderlos dentro de ellas.
Monseiur le Tupé
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