"Eres más de lo que merezco. Es un amor que yo nunca soñé encontrar. Vale la pena morir por una dicha como ésta…"
Yasunari Kawabata, Lo bello y lo triste
Mientras comienzo a escribir estas palabras, no puedo quitarme el sabor agridulce que, hace unos minutos, me ha supuesto terminar Lo bello y lo triste. Yasunari Kawabata ha escrito una novela bella en un sentido descriptivo y emotivo, pero gran parte de esas emociones están cargadas de una enorme melancolía. La novela narra la historia de cómo dos ex-amantes, el escritor Oki y la pintora Otoko, han continuado con sus vidas tras el final de su romance, veinte años antes del comienzo de la novela, cuando ella tenía tan sólo quince años y él, doblándole la edad, treinta.
Lo bello y lo triste puede verse perfectamente como la continuación de una tragedia insatisfecha. Insatisfecha en el sentido de que los personajes sobreviven. Como si Julieta, ante el cadáver de Romeo en la cripta, hubiera decidido no acabar con su vida. Mientras que Shakespeare, mediante la muerte, elimina de un plumazo cualquier tipo de continuación, la obra de Kawabata propone un planteamiento diametralmente opuesto. Los protagonistas, el escritor Oki y la pintora Otoko son los protagonistas de esta tragedia insatisfecha, la cual parecería nace, se desarrolla y muere, pero no así lo hacen sus personajes. En este caso no es la desgracia la parte que recibe un mayor peso, sino el impacto que el dolor tiene sobre las vidas que se ven obligados a reanudar.
Este dolor es debido a la aparente memoria perfecta que disfrutan Oki e Otoko, lo cual se ve reflejado mediante la claridad con la que evocan sus recuerdos. Pero su memoria no es verdaderamente prodigiosa, sino que se debe a que Oki, poco después del desenlace plasmó en un libro toda su historia de amor. Lo tituló Una chica de dieciséis y narra con total lujo de detalle todo lo acontecido durante los breves años que pasaron en compañía. El impacto de la publicación es enorme, tanto económicamente para él y su familia, como a la hora de inhibir el proceso natural de olvido que hace que todo ser humano supere sus traumas. Oki, al dotar de un soporte físico, no sujeto a las peculiaridades de la memoria humana, condena a los partícipes de esa historia de amor al triste recuerdo eterno. En la siguiente cita, la propia Otoko afirma hasta qué punto ha influido la publicación de Una chica de dieciséis en los recuerdos que posee de su amor por Oki:
Quizá si él no hubiera descrito aquellos abrazos, la visión no habría seguido siendo tan vívida a través del tiempo.El libro es un ancla, que no deja marchar los recuerdos y ata a los personajes irremediablemente a su pasado. El libro es el encargado de propagar el dolor a lo largo del tiempo.
No sólo los protagonistas sufren el desenlace de la historia de amor, sino que también salpica a su entorno más cercano. Además de los mencionados ex-amantes, tenemos a Fumiko, la mujer de Oki, que sufrió tanto el affaire de su marido, como su representación de mujer celosa y casi loca en la obra de su marido. También nos encontramos con Keiko, la alumna de Otoko, quien no soporta que su maestra siga enamorada de un hombre que le destrozó la vida y además, anhela venganza. Cierra el pentágono amoroso Taichiro, el hijo de Fumiko y Oki, el cual pese a ser muy joven durante el affaire de su padre, no puede escapar de las decisiones tomadas por éste.
Dejando a un lado el enorme trasfondo artístico que abunda a lo largo del libro, Lo bello y lo triste pone de manifiesto lo difícil que es continuar con la vida si no se deja el pasado atrás. El tiempo pasa, no somos nadie para impedirlo.
Pepe "Puertas de acero" Pérez
Dejando a un lado el enorme trasfondo artístico que abunda a lo largo del libro, Lo bello y lo triste pone de manifiesto lo difícil que es continuar con la vida si no se deja el pasado atrás. El tiempo pasa, no somos nadie para impedirlo.
Pepe "Puertas de acero" Pérez
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