sábado, 23 de noviembre de 2013

Como la vida misma

[Crítica de cine]
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Por Rafael Belchí


Acudí a ver La vida de Adèle motivado por el entusiasmo que despertó en el pasado festival de Cannes, cuyo jurado presidido por Steven Spielberg, le otorgó la prestigiosa Palma de Oro. Y todos los elogios se quedan cortos para lo que vemos en pantalla. El director franco-tunecino Abdellatif Kechiche, de quien no había visto previamente ninguna película, nos cuenta la historia de Adéle, una cría de 17 años que vive en Lille, en el seno de una familia de clase media tirando a baja. Un día queda con un joven de su instituto, pero antes de encontrarse con él se cruza con una bella mujer de pelo azul, mayor que ella, abrazada a otra chica. Adéle experimenta un flechazo, y desde ese instante comprende que lo que le va no son los hombres. Con el chico llega a mantener relaciones sexuales, pero se siente vacía, hay algo en ella que no funciona en el acto, algo que falla. A partir de ahí veremos los miedos de esa muchacha cuyas inclinaciones no encajan en su entorno, la angustia y la sensación de acorralamiento. Pero su salvación será conocer a la joven muchacha de pelo azul, Emma, quien le instruirá en la vida y en el amor.

Esta más que interesante historia está planteada en pantalla con un realismo insólito, todas y cada una de las escenas que vemos parecen sacadas de una vida y puestas ahí tal cual. Desde que empieza la película vamos siguiendo a Adéle en todos y cada uno de sus movimientos: descubrimos cómo come, cómo se relaciona con su familia, con sus amigos, sus gustos, sus inquietudes, de una manera tan cercana e intimista que al poco rato de película ya la conocemos; somos partícipes de su vida. Pero no sólo el seguir el complejo devenir de este ser es el sino de la película, porque La vida de Adèle es una historia sobre el amor y sus consecuencias, con todo lo que ello implica: con sus momentos hermosos y sus momentos dolorosos.

Por supuesto, esta película no sería ni de lejos lo que es, si las actrices escogidas para el papel no fuesen sólo idóneas, sino también increíbles intérpretes. Lea Seydoux, a la que ya vimos en Malditos Bastardos o Midnight in Paris, es Emma, pero el enorme descubrimiento que tenemos en esta película es una actriz maravillosa llamada Adèle Exarchopoulos, cuya mirada es de las mejores cosas que he visto yo en un cine. El único pero que yo le pongo a esta obra maestra del siglo XXI es quizá la primera escena de sexo entre Adéle y Emma, para mi gusto demasiado larga. En cualquier caso, las 3 horas que pasas viviendo con esa mujer son impagables; sales de la sala afligido, conocedor de una historia que te acaba de desgranar el amor, la vida. Y das las gracias porque exista ese invento llamado cine.

1 comentario:

  1. Peliculón! Iría a verla de nuevo el cine, eso si, en versión original

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