viernes, 13 de diciembre de 2013

El espectro de la sexualidad



Estimados lectores, he de disculparme por mi ausencia durante más de un mes. El motivo ha sido simple, hace tiempo se me ofreció una internship en una compañía de desarrollo de software asentada en Nueva Amsterdam York. Durante este mes y pico he estado en periodo de adaptación y me ha sido imposible por completo postear en Mente Enjambre. Espero que a partir de ahora la tendencia cambie y pueda volver a contribuir con la misma frecuencia que antes de mi viaje. Es más, tengo pensado contar algunas de mis experiencias en la Gran Manzana en otros posts, de cara a que algún lector de este blog pueda tener un comienzo más fácil en estas tierras tan lejanas.

Esta semana voy a hablar, como el propio título indica, sobre la existencia de un espectro en la orientación sexual del ser humano. O lo que es lo mismo, ésta no se limita a ser heterosexual, homosexual o bisexual, sino que hay un continuo de posibilidades entre la atracción únicamente por personas de nuestro mismo sexo hasta la completa y sola inclinación hacia personas del sexo opuesto. Esta visión unidimensional de la sexualidad tiene su origen en el trabajo realizado por Alfred Kinsey en 1948, en el cual establece seis posibles niveles, que parten desde un escenario de heterosexualidad exclusiva hasta una situación en la que el individuo se define como totalmente homosexual.
Los seis valores de la escala de Kinsey / Wikipedia
Este planteamiento, pese a suponer un avance para la época en materia de apertura de la concepción de la sexualidad humana, no esta en absoluto falto de errores. El principal motivo es el origen de esta escala, basada en los denominados Kinsey Reports, que el propio Alfred Kinsey compuso a partir de una muestra de hombres y mujeres. Este informe era completamente subjetivo, ya que se basaba en una serie de preguntas llevadas a cabo de manera personal a lo largo de una entrevista. Estas cuestiones presentadas a los entrevistados se centraban en el número de historias sexuales que el individuo había llevado a cabo con personas de su mismo sexo o con el opuesto. Los datos fueron analizados y de ahí surgió esta división de la orientación sexual. 

Pese al avance supuesto, no se puede definir la sexualidad humana simplemente fijándose en el número de interacciones homosexuales o heterosexuales. Además de que la naturaleza de las interacciones es ya de por sí compleja de definir. ¿Cuenta lo mismo en términos de experiencia sexual sentirse atraído por la belleza de otro individuo que desear copular con él?. Aún considerando todas las interacciones como equivalentes, esta escala sólo podría servir para definir la orientación sexual, pero éso es sólo la punta del iceberg de la identidad sexual humana. La personalidad sexual requiere tener en cuenta dos componentes adicionales: el sexo biológico y la identidad de género, que expresado de manera breve comprende cómo percibimos nosotros mismos nuestro propio género. En concreto este último apartado es complejo de medir y viene influenciado enormemente por el entorno en el que vivimos.

La escala de Kinsey, pese a ser una formulación antigua nos recuerda un fenómeno muy habitual en la naturaleza: no todo es blanco o negro. Siempre hay matices entre los extremos.

Pepe "Puertas de Acero" Pérez

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