Por Almaciguero Mayor
El rey Juan Carlos, el ministro de Exteriores Margallo y un emprendedor indio te desean Feliz Navidad |
Son tiempos cada vez más aciagos. En la política, convertida en una profesión que requiere de las más deleznables prácticas para llegar a ser alguien, y por supuesto con el objetivo de trincar algo del pastel a costa del ya de por sí jodido contribuyente, es imposible gobernar, pues se está sometido a los poderes económicos, como el Banco Santander o Endesa, amén de las directrices de la Merkel, que sirve a estos corsarios del ciudadano de a pie. Lógico es, por tanto, que el Gobierno, o sea, el PP, apruebe reformas para contentar a la derecha, como la ley de Seguridad Ciudadana, que como bien dice Javier Marías, nos pone debajo de los caballos de los grises otra vez, la ley del aborto, con un lógico retroceso de 30 años o la ley Wert, dispuesta a meter nuevos tarifazos a las desangradas familias.
Con este panorama tan halagüeño, llegamos a unas nuevas navidades, en las que seguramente los telediarios mirarán para otro lado y nos enseñarán consecuentemente a niños muy felices destapando sus regalos, y a los señores de El Corte Inglés y grandes superficies respirando porque, aunque sus empresas estén con el agua al cuello, por lo menos aquí les viene un ingreso cuantioso, lo cual les servirá para iniciar otra vez la campaña navideña, aproximadamente, a mediados de agosto. Pero para mí, como la Navidad, salvo una excusa para beber como los cosacos tras saquear una aldea polaca y pasar un rato con la familia, es un día como otro cualquiera, os traigo hoy unos cuantos hechos notorios acontecidos este día, protagonizados por gente a la que bien poco les importó que fuera el nacimiento del niño Jesús.
Washington cruza el río Delaware. |
Una de las obras que más asociamos a la Historia de Estados Unidos es el cuadro (imagen de la derecha) en el que se ve al general Washington cruzando el río Delaware en un bote manejado por sus heroicos pero desmoralizados hombres. Nos situamos en el marco de la Guerra de la Independencia de las trece colonias, año 1776, y sólo unos meses después de que fuera firmada la Declaración de Independencia. La guerra que llevaban a cabo los milicianos norteamericanos era sobre todo una guerra de guerrillas, es decir, atacar las líneas de suministros británicas o conquistar en acciones rápidas fuertes estratégicos para desestabilizar el frente. No obstante, el comandante Washington no dirigía estas operaciones, sino que estaba formando un ejército profesional para poder combatir de tú a tú a la pérfida Albión. El cuadro representa el cruce temerario que realizó Washington con sus tropas, en lo que fue un temerario ataque contra las tropas inglesas situadas al otro lado del río, que no lo esperaban, ya que el general estaba acorralado.
Pero si retrocedemos unos 700 años, llegamos a la Navidad de 1066, día clave en el devenir de la Historia de Inglaterra, pues fue coronado como rey el conquistador Guillermo de Normandía tras derrotar al ejército inglés en la batalla de Hastings, que supuso la supremacía de la caballería frente a la infantería en campo abierto. 9 años tras la batalla tardó Guillermo en someter a toda Inglaterra hasta ostentar el poder absoluto, incluidos los escoceses, a los que derrotó y sometió a vasallaje. Pero sin duda alguna la mayor aportación de Guillermo a la sociedad inglesa fue la imposición del feudalismo, que situaba a los nobles como los únicos dueños de las tierras y de los que moraban en ella, obligando a satisfacer sus designios como si de perros se tratara.
El presidente Andrew Johnson. |
Volviendo a Estados Unidos, la Navidad también fue un día importante tras la terrible Guerra de Secesión entre el Norte y Sur. En diciembre de 1865 Abraham Lincoln fue asesinado, como bien es sabido, en el teatro Ford de Washington, en un complot que pretendía derrocar al gobierno de la Unión, acabando también con las vidas del vicepresidente Andrew Johnson y el secretario de Estado William H. Seward, pero la jugada salió mal, y al día siguiente Andrew Johnson se convirtió en el decimoséptimo presidente de Estados Unidos. Su caso es curioso, pues era de los pocos sureños que se oponían a la guerra, y el único político del Sur que mantuvo su puesto como senador tras el inicio de las hostilidades. Una vez llegó a presidente, luchó por conseguir que al Sur no se le imponiesen las duras condiciones que exigían los republicanos, lo cual fue consumado en una amnistía que anunció en la Navidad de 1865, donde se rubricó la unión entre Norte y Sur a cambio de reconocer la abolición de la esclavitud y el perdón de las deudas que tuvieran antes de la guerra con los Estados del Norte.
Pero donde la Navidad adquiere una importancia más que notoria es en nuestra Historia más contemporánea, por la época en la que las Repúblicas socialistas de la Unión Soviética se fueron al garete y el Muro de Berlín cayó. Primeramente, nos situamos en la Revolución rumana de 1989. El caso de Rumanía es el de un estado socialista que, aun ampliamente influenciado por la URSS (pero independiente), llevaba una política internacional paralela, y una política interior que no había cambiado prácticamente desde los tiempos de la Segunda Guerra Mundial. Aún así, el control sobre la población era equiparable al soviético, por lo que es lógico pensar que cuando la gente se hartó de la falta de libertad y la pobreza, se lanzaron a las calles pidiendo la cabeza del líder rumano, Nicolae Ceaucescu. Y a ciencia cierta que la consiguieron, pues tras pillarlos a él y a su mujer huyendo de Bucarest, se les realizó un juicio rápido acusándolos de genocidio, enriquecimiento ilícito y demás, siendo ambos condenados al paredón. El día de Navidad de 1989 fueron fusilados.
Boris Yeltsin (pelo blanco y en la parte izquierda). |
Hablando de la Unión Soviética y similares, imposible no mencionar al que fue su último y catastrófico líder (para la causa soviética, claro está), Mijaíl Gorbachov, que también tiene una especial relación con la Navidad. Accediendo al poder en 1985, su mandato intentó occidentalizar la Unión, con políticas económicas liberalizantes, que sólo sirvieron para precipitar su caída. En 1988 otorgó una mayor libertad ciudadana, con la creación de un nuevo sistema, con un presidente ejecutivo y Congreso de diputados del Pueblo. En 1989 hubo elecciones y Gorbachov fue elegido con amplia mayoría presidente ejecutivo, con la noticia de que Boris Yeltsin fue elegido representante del Congreso en Moscú, el cual traería más de un quebradero de cabeza para Gorbachov. En marzo se convocó un referéndum en el que el 78% de los votantes optaron por la continuidad de la Unión Soviética. En agosto el ejército y el Partido Comunista intentaron un golpe de Estado para recuperar el control del país, pero fue rechazado por el clamor popular y la intervención del ya presidente de la federación rusa, el anteriormente mencionado Boris Yeltsin., que bien puesto de vodka, se subió a un tanque a enaltecer a las masas. El supuesto demócrata, en noviembre, tan sólo unos meses después de que la población optase por el "sí" a la continuidad, se reunió en secreto con los líderes de Ucrania y Bielorrusia, que en el Tratado de Belevosh acordaron el final de la Unión Soviética. Viva la democracia. Finalmente el 25 de diciembre de 1991, tras la renuncia de Gorbachov, se oficializó la disolución de la URSS.
Y hasta el día de hoy, estos momentos, tan definitivos, unos más que otros, para nuestra Historia, han ido haciendo que en su época lo único interesante no fuera ver o festejar que te había tocado la lotería, sino hablar de la situación geopolítica, pero como siempre pasa en España, no en forma de amena discusión, sino para pisotear a tu oponente dialéctico y reventar sus ideales, a condición de la supervicencia de los tuyos, que siempre son los verdaderos. Por cierto, ya que estamos reivindicando hechos navideños notorios, estaría bien que durante el día de hoy, en el año 2013, el rey se arrepienta de la sarta de mentiras que nos escupió anoche hacia las 21 horas, y hoy abdicase. Por aquello de que sus últimos años de vida, a pesar de todo lo robado y una vida que azarosamente le ha puesto en el privilegio, por lo menos pudiese mirarse en el espejo con un mínimo de dignidad. Eso sí, lo de encontrar un rey honrado buceando en esto de los siglos pasados, es, si acaso, misión harto imposible.
Pero esa es otra historia.
Mi ansia de datos que no me permiten aprobar la carrera es feliz con este artículo.
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