viernes, 10 de enero de 2014

Ser mendigo en Nueva York

Por Pepe "Puertas de acero" Pérez

PATH Shelter Project, en el Bronx.
¡Oh!, ¡pasear por Nueva York!, ¡admirar la gran manzana cubierta de nieve! Existe gente que se volvería loca por estar aquí durante esos días en los que todo es blanco, donde es imposible atisbar ni un mísero tobillo, es decir, poder sentir lo que es un invierno como Dios manda, bien alejado del clima mediterráneo. De lo que no hay duda es que todos querríamos tener un techo y cuatro paredes, a ser posible con calefacción, donde pernoctar cuando las temperaturas descienden por debajo de los incómodos diez grados Celsius negativos. Durante estos días tan fríos no he podido evitar dedicar un pensamiento a las personas que no tienen un hogar donde vivir, así que he intentado recopilar algo de información sobre los quehaceres de los sintecho neoyorquinos.

En Nueva York viven alrededor de ocho millones de habitantes, de los cuales según estimaciones oficiales, 3800 viven en la calle. Es decir, una de cada 2600 personas que habita la gran manzana no tiene un lugar donde dormir. Realmente la tasa es baja si se compara con Los Angeles, la siguiente ciudad en población tras Nueva York, que alberga a casi trece mil homeless, pero su población de algo menos de cuatro millones (lo cual se traduce en que uno de cada trescientos individuos no tiene hogar). El gran problema es que las temperaturas y el clima en general, es más extremo en la antigua Nueva Amsterdam que en Los Angeles.

Para mejorar las condiciones de los homeless se creó el Departamento de Servicios a Personas sin Hogar (Department of Homeless Services, DHS) el cual cordina los esfuerzos a la hora de proporcionar refugio y asistencia a los individuos o familias que no disponen de un hogar. Aunque parezca extraño viniendo de Estados Unidos, el derecho a cobijo, es decir a tener un lugar donde vivir, está recogido en la Constitución del Estado de Nueva York, así que al menos sobre el papel nadie debería estar viviendo en las calles. Ese derecho es más importante durante estas fechas invernales, por lo que cuando las temperaturas bajan demasiado, se pone en marcha el dispositivo código azul. Más americano, imposible. Básicamente este dispositivo dobla el número de furgonetas encargadas de asistir a personas sin hogar, por lo que cuando la temperatura baja de los 0ºC el numero de vehiculos se duplica con vistas a encontrar a gente y proporcionarles un lugar donde refugiarse. 

Los refugios deberían ser el lugar donde, durante un breve período de tiempo, se reencauce la vida de sus habitantes. Desgraciadamente sólo suele cumplirse el aspecto temporal de la oración anterior, ya que a no ser que sea una familia es muy probable que no se conceda cobijo a largo plazo. Incluso siendo una familia el camino no es de rosas, son reubicadas constantemente de un refugio malo a otro peor, en sitios que suelen estar alejados de los colegios y donde la comida es de calidad ínfima. Es difícil salir del círculo vicioso.

Los sintecho tienen enormes dificultades para abandonar los refugios por varios motivos entre los cuales los más evidentes son la ausencia de hogares para personas de bajos ingresos (un problema perenne) y la cancelación de los subsidios de alquiler. Nueva York es horriblemente caro y no existe una política fuerte de creación de hogares para personas de baja renta. Para agravar aún más las condiciones, el aumento del desempleo y los estragos del huracán Sandy han propiciado el aumento de personas que no tienen un techo bajo el que dormir. No es que sean vagos que prefieran no buscar casa, simplemente la gente es pobre y no puede permitirse vivir por sí sola. La gran mayoría de la gente está desesperada y sí desea encontrar un hogar. Como siempre la gente que está en contra de estas ayudas basa su discurso en que hay una pequeña proporción que sí prefiere vivir de gratis. Aún así los beneficios de invertir en ayudar a los sintecho revertirían sobre toda la comunidad, si se hiciesen bien, independientemente de que existan caraduras.

Anteriormente decíamos que a las peronas sin familia se les denegaba más fácilmente el cobijo tras un tiempo. Cuando ese momento llega sólo queda una opción, bajar a las profundidades, descender al metro, convertirte en un topo de ciudad. A día de hoy, y lo puedo decir por propia experiencia, existe una clara relación entre el número de mendigos y la hora a la que intentas tomar un tren. Cuanto más tarde se coja el metro (a partir de las once y depende de la linea se hace más o menos apreciable) es más probable que encuentres a un mendigo con todas sus pertenencias materiales y con un grado de hedor variable. Puedes encontrarlos fácilmente sin necesidad de entrar al vagón, ya que desgraciadamente su presencia obliga al resto de los viajeros a moverse a otros vagones. Estas personas suelen ir con todas sus pertenencias materiales y duermen sentadas en alguno de los asientos. Hasta el DHS reconoce que el número de mendigos en el metro está aumentando.

A día de hoy los refugios no dan abasto, son caros para el Estado (entre unos 3000$ al mes por familia, cuando es posible sobrevivir en ciertas zonas por casi tres veces menos) y no cumplen su función: ayudar a la gente a encontrar casa. Sobre el papel el derecho a tener cobijo es muy bonito, pero la realidad es un asunto distinto.



Referencias:

1 comentario:

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