martes, 1 de abril de 2014

¿Ha notado usted que su Presidente es idiota?

Por Monsieur le Tupé.




Hace unos días aproveché la gustosa ironía de que una tienda de productos procedentes de quiebras, embargos judiciales y bienes de segunda mano estuviera de liquidación para adquirir tres libros: Robisón Crusoe, La fábula del falo y La España en la que yo creo. El primero de los libros estaba ahí para justificar la compra, La fábula del falo porque se llama La fábula del falo y el último, La España en la que yo creo, era un libro del que fue presidente nuestro, Jose María Aznar, que se vendía a cincuenta céntimos. Un libro escrito por quien gobernó nuestro país, cuyas decisiones repercutían directamente sobre la vida de más de cuarenta millones de personas, se vende ahora a cincuenta céntimos.

Es una metáfora blanda, lo sé, pero no pude evitar comprármelo como quien adquiere el monumento a la mediocridad política. Porque en eso se han convertido las ideas de nuestra clase política, en libros de medio euro vendidos en tiendas de quiebra. Y así nos va.

¿Pero por qué triunfan los mediocres dentro de nuestra clase política?

El principal motivo es que la tendencia a la hora de formar un gobierno no apunta hacia la búsqueda de la excelencia, sino hacia la búsqueda de fiabilidad. Un buen gobierno es un gobierno estable. Lo que más le interesa a un partido político es asegurarse que se vaya a cumplir la disciplina de voto y que el Presidente se vea rodeado de personas afines que vayan a dar la cara por él. Las traiciones, cuando se dan, tienden a ser por la espalda y disimulando mucho, procurando que el electorado no se entere. ¿Es esto bueno? Lo cierto es que por una parte si, dado que lo que suele necesitar un país son políticas previsibles que permitan a los actores operar con un riesgo anticipable. Puede que la ley impositiva sea un total absurdo, pero es mejor que cinco intentonas técnicamente mejores pero políticamente inviables. El gobierno aprende pronto a rodearse de gente fiel en vez de gente inteligente. Claro está que el coste que ello conlleva es visible, plasmado cada semana cada vez que algún ministro abre la boca.

¿Os acordáis de 1984? ¿De Un mundo feliz? Mientras que el primer libro auguraba un futuro donde se oprimía a la población, el segundo se preocupaba más por un mundo donde se hubiese banalizado todo hasta un punto que a nadie le importase absolutamente nada. Un mundo feliz tenía razón: hoy en día estamos saturados de información, tenemos siempre a mano un periódico, un blog o un comentario en alguna red social hecho a mano para nuestras ideas preconcebidas. Los políticos no triunfan elaborando eclípticos discursos basados en una solida teoría científica, prosperan sobre los demás arrojando a la sociedad globos sonda con contenido simplista. Ya sabéis: “Aborto para unos. Banderitas americanas para otros”.

Y por último, ¿por qué no tenemos políticos capaces de grandes actuaciones? Porque son incapaces de hacerlas aunque los planes bajasen escritos en piedra provenientes de una zarza ardiendo. Nuestra política está gobernada por la economía, el verdadero margen de actuación de los gobiernos es mucho más bajo de lo que tendemos a pensar. Esto puede ser bueno o puede ser malo, depende del aprecio que le tengas a la globalización y al capitalismo. Pero el caso es que la actuación de las empresas y particulares tienden a ser más definitoria que las decisiones políticas.


Y con esas estamos, con presidentes de medio euro. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Comparte este post

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...