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domingo, 16 de febrero de 2014

El pandemonio que acabó con Syd Barrett (Pink Floyd)

Por Javier Arnedo 


Barrett; Pink Floyd; Gilmour; Jugband Blues. Este puede ser el orden del inicio al fin de una breve era que sin embargo eternizó a un miembro de la composición rockera de los '60. Syd Barrett, ese loco que tuvo la desgracia de ser recordado como uno de los mejores compositores de su época y su estilo. Pink Floyd sentó las bases de una religión muy bien definida, y en el púlpito de su templo oraba Barrett como líder, guitarrista, compositor y cantante. Un loco. Ese loco que roció el primer disco de la banda con el aroma 'beatle' y el Rythm n' blues.

Gilmour, su mentor en guitarra, le sustituyó en 1968 durante la composición del segundo disco de Pink Floyd, "A Saucerful Of Secrets". Por ese tiempo Barrett había consumido tanto LSD que el ácido le había deshecho el cerebro. Muchas veces no acertaba ni a dar las notas o bien se ensimismaba en ellas desvirtuando los temas. Ante esta situación, Roger Watters tomó la batuta del grupo (¡sacrilegio!, ¡un bajista dirigiendo un grupo!) y ofreció a Barrett continuar como compositor, no así como músico de la banda. La buena intención de Watters no evitó el problema que llevaba consigo el liderazgo bicéfalo, la guerra y muerte de una de las dos cabezas. Syd Barret se marchó, pero contribuyó posteriormente al imaginario de la banda con temas inspirados en él, pues fue el germen de algo que antes o después tendría que surgir: el rock psicodélico. 

A Saucerful Of Secrets es considerado como uno de los primeros discos del rock progresivo. El disco navega sobre experimentación y psicodelia. Puede aburrirte, alarmarte, apasionarte u horrorizarte. Lo que parece claro es que es difícil apostar a la indiferencia tras su escucha. Y a decir verdad de este disco se pasó como de la justicia universal. ¿El oído de la época no estaba preparado para esto? Es difícil saberlo y en el mundo del arte podemos encontrar innumerables ejemplos de esos "adelantados a su época". La crítica musical se cebó con este estilo llegando a acusarlos de nula inventiva, de mediocres, que estaban anclados fútilmente en la diatónica y que la experimentación pura y dura era una base muy débil en la que construir un estilo musical. Al parecer se equivocaron en todo.

La discografía de Pink Floyd es demasiado extensa y rica como para magnificar este LP. A juicio propio apostaría a que es un disco que mantiene el ingenio de sus posteriores obras y que tiene como ventaja la brevedad de esas cuñas de ruidos y psicofonías que llegan a alargarse hasta el sopor en muchas ocasiones. Eso sí, con la distancia que impone su tema nº5, una obra maestra de la psicodelia de nuestro tiempo.

Durante la composición de este disco predominó la mano de Roger Watters y la del tecladista Rick Wright. Y aunque Gilmour tuvo más presencia que Barrett, éste participó de interpretaciones y arreglos de sus propios instrumentos. En el segundo tema del disco, Remember A Day, compuesto por Rick Wright durante su primer álbum, Barrett añade el dramatismo y la psicodelia que glorifica los trabajos de Pink Floyd. Hace de su guitarra el chirrido sordo y lacrimógeno de una canción que extraña la niñez.



Esta canción y otras son el preludio de la batalla que da nombre al propio disco. A Saucerful of Secrets (canción) es una mini pieza clásica de 12 minutos dividida en 4 movimientos:
  1. "Something Else" (o.oo - o3.57)
  2. "Syncopated Pandemonium" (03.57 - 07.04) 
  3. "Storm Signal" (07.04 - 08.38) 
  4. "Celestial Voices" (08.38 - 11.52) 
Roger Watters declaraba que la división de esta pieza está basada en una batalla. El comienzo con Something Else narra el germen de una guerra y su planteamiento. Un címbalo caótico crea inquietud bajo la dirección siniestra de un órgano.  A esto le sigue Syncopated Pandemonium, que representa la batalla en sí. Un pasaje bien definido por los golpes de caja y timbal de Nick Mason (baterista) que eternizan el sentimiento devastador de una guerra. Y durante este desgaste psicológico el resto de sus compañeros recrean la propia batalla con sonidos chirriantes de guitarras espaciales y el aplomo de un Do1 al piano. Tras esto Storm Signal, en la que se dibuja el panorama de muertos que horroriza a los vivos. Por último el esplendor de este disco, Celestial Voices, el llanto a los muertos. Otra vez el órgano rompe la barrera psicológica creando una atmósfera de tragedia complementada con las vocales de un coro que no dice nada, solo gime. Es el coro que canta a la muerte de Syd Barrett.



Versión en directo en Pompeya 


Aún así tuvo la oportunidad de demostrar que era capaz de aportar algo a ese proyecto que tan suyo fue. Barrett ponía el broche final a un disco que notaba su ausencia, pero que era capaz de seguir por su cuenta. "Jugband Blues" es el título de la última canción del compositor con Pink Floyd y tomada como despedida por los fans. Y es que se aduce ese tizne melancólico de frases como: ("I don't care if sun don't shine / I don't care if nothing is mine" - "No me importa si el sol no brilla / No me importa si nada es mío"). Para su grabación, como deseo, contó con 8 componentes de la banda del Ejército de Salvación. Puro estrambotismo.

Y así se fue Syd Barrett entre cornetas y bombardinos, abandonando sus obras en uno de los discos que supuso un antes y un después en la música. Fue la única víctima de esta psicodélica batalla, inmortalizada en un "ojalá estuvieras aquí" (wish you were here).




Fuentes:
http://www.rollingstone.com/music/albumreviews/a-saucerful-of-secrets-19681026

http://en.wikipedia.org/wiki/A_Saucerful_of_Secrets
http://www.alohacriticon.com/alohapoprock/article669.html

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