Mostrando entradas con la etiqueta Opinión. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Opinión. Mostrar todas las entradas

viernes, 25 de abril de 2014

Los buenos también fuman

Por Almaciguero Mayor


Dejó constancia Luis Buñuel acerca del tabaco, que aquello de echarse una copichuela en el bar, en casa, solo o en compañía, era un placer impagable, pero a condición de que como añadido tuviera su correspondiente cigarrillo, que era imposible beber sin fumar. A tanto llegaba esa indivisión de ambos placeres para don Luis (la cual comparto irremediablemente), que llegaba a identificar al tabaco con la reina inseparable de su rey el alcohol. Otros ilustres genios, como Thomas Mann, ponía en boca de sus personajes, como el Hans Castorp de La montaña mágica: "No comprendo cómo se puede vivir sin fumar... Cuando me despierto me alegra saber que podré fumar durante el día y cuando como, tengo el mismo presentimiento. Sí, puedo decir que como para fumar... Un día sin tabaco sería el colmo del aburrimiento y si por la mañana tuviese que decirme hoy no puedo fumar creo que no tendría el valor para levantarme". Groucho Marx respondió a su esposa cuando esta le conminó a dejar su puro: "No, pero si quieres tú y yo podemos seguir siendo amigos".

Para esta gente fumar fue durante toda su vida un signo vital, un gesto que acompañaba a cada uno de sus movimentos, una forma diferente de entender las cosas. También son individuos de otra época, de otra existencia, tan finita e intrascendente como la del común de los mortales, pero indudablemente más fascinante. Al igual que ellos, en el cine de aquellos años, del Hollywood clásico, el de Humphrey Bogart, Lauren Bacall, Robert Mitchum o Cary Grant, se fumaba. Y está claro que eso del fumar un cigarro detrás de otro como forma de expresión y de actuación, responde no sólo al enganche perpetuo de sus actores, ni a exigencias artísticas de directores o guionistas, sino también al hijoputismo de las tabaqueras que pagaban a las productoras cifras exhorbitadas en ocasiones para que los protagonistas, los héroes a los que todo el mundo quería imitar, se dedicasen a expulsar el humo de su marca de cigarrillos. Para que el espectador medio, como ser humano e imitador de todas las actitudes que es, al salir del cine, vaya corriendo a consumir el tabaco de la marca de turno, de la manera en que a un ateo se le apareciese la Santísima Trinidad.

Por eso cuando a finales de siglo XX la gente se dio cuenta que los cánceres esos que se llamaban del fumar en otros tiempos, que asfixiaban a sus portadores en lo que tiene que ser de las muertes más angustiosas, de repente eran malos y había que erradicarlos de la sociedad. Así, se pasó drásticamente del héroe fumador, silencioso y trágico, al malo de la película, único fumador del lugar, que por ello debía pagar sus pecados. Es decir, el hecho de fumar se asoció al malvado, el cigarro se quitó de la boca al personaje que nos caía bien, para pasar a ser la herramienta más pura de la maldad. Ya no habría más fumadores honrados, o que simplemente fueran buena gente. Sólo, en ocasiones, personajes tremendamente atormentados y autodestructivos. Si no véase el ejemplo de un actor que lleva ya años sin deslumbrar con su arte, Edward Norton, que en muchas ocasiones ha declarado su aversión por el tabaco y lo que representa, que sólo ha fumado cuando su personaje era malo o hacía cosas malas.

Por mi parte, siempre asociaré el tabaco en el cine a los actores que más amo, a las situaciones que más me identifican, como forma de entender la vida, como espejo en el que mirarme: Scarlett Johansson y Bill Murray fumando cigarrillos y puros, respectivamente, estando juntos o en soledad, en Lost in traslation, Jack Lemmon en El apartamento mientras se pone a empinar el codo en la Nochebuena más triste, cuando sabe que nunca conseguirá a la persona amada, que siempre estará solo, el crío Léolo mientras mira con horror cómo uno de sus amigos viola a un gato en Léolo, Tony Leung en las largas pausas que hay en la vida mientras te enamoras irremediablemente en Deseando Amar, Frank, el hermano de Clemenza, fumando por última vez un puro, despidiéndose de la vida porque sabe que la traición tiene un precio, como en las legiones romanas, en El padrino II. Hablo de esto con la nostalgia propia de las cosas perdidas, como algo que no se podrá recuperar, pero en los últimos tiempos hay motivos para no perder la esperanza, todavía hay gente a la que apreciamos cuando estamos en un cine, y que fuman. Me ocurrió con el Jep Gambardella, hipnótico fumador empedernido en La gran belleza, con el fatalista y cínico Rust de True Detective, con Adèle en La vida de Adèle, con el solitario Niko en Oh boy. Son personajes con los que te pasarías horas y horas, que son uno de los nuestros.

domingo, 20 de abril de 2014

Domingo de catalepsia o como resucitar la inspiración divina

Por Conde Chócula (Aresti)


Ocurre a veces, en períodos largos y cortos, que uno no es capaz de sacar las ideas de su cabeza por el medio que le corresponde. Cuando la inspiración se va, puede darse el caso de que en su transformación cambie de medio o simplemente se mantenga en silencio esperando su momento. Es el síndrome de la hoja en blanco. Esa desagradable parálisis creativa que suele estar acechante para abalanzarse sobre ti en los momentos más inoportunos. Supongo que estos bloqueos suelen venir solos. No hay razones concretas ni soluciones afines. Muchas veces teniendo que escribir un artículo con una alegoría del tiempo en forma de hipopótamo pisándome los juanetes he sufrido este bloqueo. Más de dos horas intentando buscar un tema, un asunto que interese al público, que conozcas y que te guste. Y claro, en un plazo de 4 horas perder dos es un estocazo mortal. Claro que esto se acentúa con el harakiri la maldita procastinación, que si bien los márgenes de error se guardan para algo ésta los elimina. Así que son las 6.25 de la tarde cuando escribes esto, sin tiempo de reacción, esperando que el divino te congracie con la inspiración de una creación que dure menos de 7 días, pero que alcance una imperfección similar.

Un músico sufre de estos males cuando tiene una vida aburrida sin un imaginario tras él. Un músico, un escritor, un artista no es digno de pluma, de cuerda o de paleta si no ha buscado en su vida la peregrinación que le llene la cabeza de pajaros, locuras, perversiones, amores, tragedias o situaciones grotescas que confiten historias inolvidables. Un artista no es un genio si solo es culto. Solo hay que volver la vista al conservatorio para ver la cantidad de cadáveres que gozan de la mejor técnica interpretativa, pero no sabrían qué hacer ante la búsqueda de la nota final que dé sentido a una progresión.

El síndrome de la hoja en blanco es un problema mental puramente artístico. Muchas veces te aconsejan que salgas a pasear, leer o escuchar otras cosas de otra gente. Echar mano de la cultura que parece ser la salvadora de los malos escritores. Esta gilipollez vale para salvar una entrega que se prevé a destiempo, pero con la aplicación de ella sentencias al arte a la mediocridad. Muchas veces puede sacar más del sufrimiento que de 10 obras clásicas. Aprender a vivir es la tarea del artista.

Digamos que el problema que nos atañe es el síndrome del pentagrama en blanco. Sentarte al piano, coger la guitarra y empezar a excitar nota tras nota sin brillo alguno buscando la nota correcta. Frustrarte, descubrirte anclado en las mismas progresiones, en las mismas tonalidades, en mucho de lo que ya se ha hecho, en la simple ortodoxia. Pero llega un momento en el que sin saber cómo has empezado a tocar algo que se tambalea en el proceso sin embargo llega al puerto que querías. Decía Thelonius Monk que no hay ninguna nota errónea, solo tiene que ver con la forma en que lo resuelves. Las ideas de los artistas fluyen de forma caótica muchas veces, tanto que distraen y tensan a los oyentes, pero el placer es más intenso cuando resuelven con maestría la dispersión del argumento.

Hoy, domingo de resurrección, hay grandes temas que pueden ser analizados, como la festividad de las tamborradas de la Región de Murcia o Madrid, que demuestran con felicidad jubilar el hecho de que Jesucristo nuestro señor fuera cataléptico o, como seguramente ocurrió, capaz de resucitar. Yo sin embargo sigo aquí, pensando un buen tema para un buen artículo. Sin embargo hay momentos en los que hay que claudicar, sentarte a escribir una soberana mierda y esperar que se vaya moldeando por inercia. No puedo escribir, intentaré componer música. Mientras tanto honraré a esos grandes genios que tuvieron espléndidos días en los que pudieron componer cosas tan maravillosas como estas. Disfrutad del fin de la semana santa mis queridos ateos, disfrutad.

Thelonius Monk - Round About Midnight



La primera vez que Monk tocó esta canción sus amigos, tras discutir sobre el sentido de la canción, fueron de madrugada a despertarle a casa para pedirle que por favor volviera a tocársela.

Vincent Peirani - Waltz For JB



Pieza del acordeonista francés Vincent Peirani que recibió el pasado año el premio a mejor músico por la academia Django Reindhart.

Ludovico Einaudi - Indaco (directo)



El compositor minimalista italiano Ludovico Einaudi interpretando su canción Indaco.

viernes, 18 de abril de 2014

¿Memoria histórica? No, gracias

Por Almaciguero Mayor.


Según los Evangelios, Jesús le dijo proféticamente al apóstol Pedro que antes de que cantase el gallo, tres veces le negaría, a lo que este respondió incrédulo que eso nunca pasaría. Efectivamente sí pasó, y del mismo modo, ha ocurrido con el mundo del cine documental, que hasta tres veces se nos ha negado el estreno de películas a los que no vivimos en las grandes urbes que son Madrid y Barcelona. Está claro que los que se dedican a esto, o sea, los exhibidores, buscan programar en sus cines las películas que más conecten con el gran público, con las que sepan que vayan a hacer taquillazo para nutrir sus necesitados bolsillos y poder admirar con el símbolo del dólar (o del euro) en los ojos a los drogadictos devoradores de palomitas o de refrescos que se dejan la pasta para satisfacer sus ansias de molestar al espectador vecino.

Es por eso que algunas películas, que no tienen por qué ser mejores, están condenadas a pases marginales en horas intempestivas para el sufrido cinéfilo, o en otros casos, como en el nos ocupa, directamente nos tendremos que conformar con la larga espera a que las saquen en deuvedé, salvo que practiquemos un éxodo a tierras madrileñas o catalanas. O, por qué no decirlo, ejercer de corsarios de la cultura y piratearlas, porque no queda otra. Miento, en algunos náufragos casos igual podemos contar con la vana esperanza de que la filmoteca local adquiera la película por su interés, pudiendo con ello permitir a la plebe su visionado con un cierto retraso de su estreno en las salas. Pero este tipo de iniciativas admirables sólo te da la certeza de que agarrarse a los clavos ardiendo no es bueno para calmar el ánimo del espíritu.

El aclamadísimo documental titulado The act of killing que recientemente recibió el Oscar a mejor documental, y que cuenta desde el punto de vista de los ejecutores las terribles matanzas de comunistas (en estos casos presunción y culpabilidad van de la mano) que acontecieron en los 60 en Indonesia. La imagen perdida, nominado al Oscar a mejor película extranjera, habla del horror que supone estar esclavizado por el régimen comunista de Camboya en los 70, de cómo esos bárbaros que en nombre de la revolución se cobraron las vidas que les vino en gana asolaron una nación. En El último de los injustos, el realizador Claud Lanzsmann recopila una serie de entrevistas al que fuera último presidente del Consejo Judío del campo de concentración de Theresienstadt, aquel lugar que se tomó como el mejor ejemplo de que un gueto ideal en la Alemania nazi era posible. Fue presentado en el festival de Cannes.

Dos películas con presencia en los Oscar y una con la firma de Lanzsmann no son cosas tan marcianas como para sacarlas de su hábitat natural, la sala oscura. Pero igual en la España que nos ha tocado vivir, documentos que hablan de temas tan espinosos como la memoria histórica no interesa, por lo menos, darles publicidad, aunque sean de otros países y hablen de genocidios. Rebuscar en la Historia para conocer mejor nuestro pasado siempre ha interesado a unos o a otros para defender sus causas, porque en la España de hoy (y la de ayer) siempre estamos enfrentados. Progres fachas, no hay término medio. Aquí si perteneces al primer grupo, tienes que pensar que la República fue la democracia idílica, la Arcadia, en la que las revoluciones mineras, la ocupación de Casas Viejas y el tiro a la barriga o los asesinatos por la calle nunca ocurrieron. Si eres de los segundos, que ahora se llaman a sí mismos liberales, tienes que abogar por la Constitución, la unidad de España y la democracia, de la que eres un acérrimo defensor. Pero en tu mente retorcida tienes que pensar que la República nunca fue democrática, sólo un golpismo encubierto, y defender a Franco de los que digan que era un dictador. Tienes que pensar como Mayor Oreja, que con el caudillo se vivió muy plácidamente y que no hay que condenar en ningún caso el franquismo.

Así somos en España, por supuesto defendiendo tus argumentos con el arma fundamental que es gritar más fuerte que el de enfrente, porque así llevas razón. Tenemos un tremendo problema de asimilar nuestro pasado, motor imprescindible para mirar al futuro, y las viejas rencillas y heridas nunca se van a subsanar. Porque por mucho que los del PP se empeñen en decir que lo de la memoria histórica son ideas demoníacas zapateriles y que de la Guerra Civil no hay que hablar más, es cuanto menos inpresentable que esta gente defienda estas ideas cuando hay todavía sin encontrar, enterrados en cualquier cuneta, los huesos de 130.000 personas. Somos los segundos en esta triste liga, tras Camboya, lo que dice muy poco a favor de nuestro país. Y si uno escucha a Rafael Hernando, portavoz adjunto en el Congreso del PP decir lindezas como "hay más de uno que se ha acordado de su padre o de su madre para coger la subvención", refiriéndose a todo esto, a uno le dan ganas de apropiarse los versos de Leo Ferré: "soy de otro país que el vuestro".

En este discurso uno no puede evitar acordarse de las víctimas de ETA, a las que diversos grupos políticos han abrazado como si fueran sus hijos, para que les lloren en el hombro, utilizándolas incluso como armas arrojadizas, manteniendo viva la llama de su dolor, por meros intereses políticos. Fue lamentable ver a la plana mayor del Partido Popular encabezando la manifestación a favor de la doctrina Parot, protestando porque los tribunales europeos la hubieran derogado, donde se dijeron memeces como que los socialistas eran malvados por no estar con las víctimas, en contra de Europa. Qué héroe trágico y abanderado de las causas perdidas que es el tal Rajoy, pidiendo que vuelva una doctrina claramente contraria a la Constitución que tanto defiende. Para unas víctimas tanto, para otras, las que sólo piden poder localizar los huesos de sus seres queridos, nada. Y la gran masa de millones de españoles sigue depositando el voto para los demagogos que dicen habernos sacado del hoyo. Da pavor.

Fernández-Díaz y Gallardón con las representantes de la AVT

domingo, 6 de abril de 2014

El deporte como instrumento

[OPINIÓN]
Por Conde Chócula


Como todos los días llego tarde a mi cita con el autobús, ese hijo de puta que aunque llegue antes no espera. Los malos hábitos y el vicio no son buenos compañeros cuando uno lleva prisa y siempre llega tarde, puesto que en esa tesitura se ve obligado a correr llevando lo que lleve, calzando lo que calce y ajusticiado como la "bola del miedo" (el sol) quiera. Es por ello que se maldigan las cervezas y los cigarros de más mientras uno va perdiendo el aliento y sudando unas sales que no le tocan. Y en entre el colocón de ácido láctico, abatido ya en el asiento de una estructura metálica sin ventilación y a merced del efecto invernadero, me planteo cual es el objeto del deporte en la sociedad de hoy en día. Pero claro, me pareció más interesante leer como Mefistófeles engañaba a "Fausto" con la dialéctica del diablo. Y así, una hora antes del término de mi jornada laboral, salía yo atraído aún más por los placeres que me ofrecía la venta de mi alma. El angelito a mi derecha me decía: Conde Chócula, sal a correr, deja de vomitar sangre, de contraer contracturas y agacharte en ángulos obtusos. Todo el mundo lo hace. Es la moda deportiva de los oficinistas, de los estudiantes, de los vagos y un sinfín de sedentarios que toman aire fresco para soltarlo dentro de un vehículo que les evite los esfuerzos.

Entretanto subía yo las cuestas y las bajaba para subirlas de nuevo, allá por las pedanías de Murcia donde se conservan las huertas y las viejas andan sin andador más rápido que los mancebos. Y claro, desde allí volver a casa solo se concibe a base de gasofa e inyección. Entonces aparecía de nuevo Mefisto para asegurarme las mujeres más hermosas, con les més grans mamelles y los cuadríceps más tersos y flexibles. "Corre Conde Chócula, serás más bello que el resto, te sentirás mejor y follarás más." Y yo seguía pensando que coger un autobús para salir a correr es un sinsentido, coger el coche para ir a hacer pesas lo es otro, y más aún hacer todos estos ejercicios sin objeto alguno más que practicar el coito después de un escandinavo "hola" y un abrupto "adiós".

Así que ni corto ni perezoso me rebelé contra el Mefisto y contra el Fausto. Me fui andando 13 kms cuesta arriba y cuesta abajo. Porque, ¿para qué esperar para reposar las nalgas en un vehículo, llegar a casa, ponerme el traje de hacer deporte y salir a tonificar músculos? ¿Por qué ese absurdo de hoy en día de no hacer el ejercicio que es menester como fruto de una necesidad diaria? Ya no se cazan leones ni se ahuyentan lobos, pero quién no ha necesitado ir a un sitio lejano y ha pensado: "y al mismo tiempo se está haciendo el planning de ejercicio para cuando vuelva del tajo?"

Muchas veces nuestra limitación para hacer algo viene dada por los esfuerzos que han de realizarse, pero si los hiciéramos gran parte de ese ejercicio antinatural que la sociedad actual debe hacer no sería necesario para estar sano. Caminar 10 kms para ir a trabajar, para ir al gimnasio, porque es fiesta y no hay transporte público, porque eres pobre y no tienes dinero para gasolina, para ir a ver a un amigo, a ensayar con tu grupo. Ir a hacer la compra y subirla a casa tú mismo, utilizar mochilas y macutos sin ruedas con los que además se gana ligereza a la hora de moverse viajando, limpiando tu casa y no un inmigrante, haciendo las obras en las que te puedas bastar tú mismo, no pidiéndole a tu primo de zumosol que te ayude a subir los objetos pesados por las escaleras, subiendo las escaleras en vez de usar un ascensor. En fin, siendo autosuficente. Haciendo físicamente lo que tu cuerpo te permita sin utilizar la fórmula fácil, a no ser que sea totalmente necesaria, porque sino pecamos de una soberana incongruencia. Ahorramos tiempo y esfuerzo para luego practicar ejercicio. Además, el deporte debe tener un fin sino, ¿dónde quedan esas horas de pesas si no usas la musculatura de tus brazos?¿Dónde las de spinning si cuando llegas tarde a trabajar llamas a un taxi en vez de correr? ¿Dónde los abdominales?

A no ser que seas un deportista por profesión, afición o enfermedad creo que el deporte no debería usarse como un instrumento suplente para sentirse mejor, sino como una ayuda para afrontar los esfuerzos que deben hacerse cada día. Porque si no entramos en una paradoja horrenda:
Evitamos los esfuerzos diarios para poder ejercitarnos, y nos ejercitamos para poder hacer los esfuerzos diarios que no hacemos porque estamos descansando para hacer el ejercicio.
Es obvio que los modelos de vida han cambiado y se hace necesario practicar algún deporte que nos mantenga en forma, pero pensad si en algún momento de vuestras vidas estáis evitando un sacrificio que podría beneficiar a vuestro cuerpo y suplir esas horas de ejercicio artificial.

martes, 1 de abril de 2014

¿Ha notado usted que su Presidente es idiota?

Por Monsieur le Tupé.




Hace unos días aproveché la gustosa ironía de que una tienda de productos procedentes de quiebras, embargos judiciales y bienes de segunda mano estuviera de liquidación para adquirir tres libros: Robisón Crusoe, La fábula del falo y La España en la que yo creo. El primero de los libros estaba ahí para justificar la compra, La fábula del falo porque se llama La fábula del falo y el último, La España en la que yo creo, era un libro del que fue presidente nuestro, Jose María Aznar, que se vendía a cincuenta céntimos. Un libro escrito por quien gobernó nuestro país, cuyas decisiones repercutían directamente sobre la vida de más de cuarenta millones de personas, se vende ahora a cincuenta céntimos.

Es una metáfora blanda, lo sé, pero no pude evitar comprármelo como quien adquiere el monumento a la mediocridad política. Porque en eso se han convertido las ideas de nuestra clase política, en libros de medio euro vendidos en tiendas de quiebra. Y así nos va.

¿Pero por qué triunfan los mediocres dentro de nuestra clase política?

El principal motivo es que la tendencia a la hora de formar un gobierno no apunta hacia la búsqueda de la excelencia, sino hacia la búsqueda de fiabilidad. Un buen gobierno es un gobierno estable. Lo que más le interesa a un partido político es asegurarse que se vaya a cumplir la disciplina de voto y que el Presidente se vea rodeado de personas afines que vayan a dar la cara por él. Las traiciones, cuando se dan, tienden a ser por la espalda y disimulando mucho, procurando que el electorado no se entere. ¿Es esto bueno? Lo cierto es que por una parte si, dado que lo que suele necesitar un país son políticas previsibles que permitan a los actores operar con un riesgo anticipable. Puede que la ley impositiva sea un total absurdo, pero es mejor que cinco intentonas técnicamente mejores pero políticamente inviables. El gobierno aprende pronto a rodearse de gente fiel en vez de gente inteligente. Claro está que el coste que ello conlleva es visible, plasmado cada semana cada vez que algún ministro abre la boca.

¿Os acordáis de 1984? ¿De Un mundo feliz? Mientras que el primer libro auguraba un futuro donde se oprimía a la población, el segundo se preocupaba más por un mundo donde se hubiese banalizado todo hasta un punto que a nadie le importase absolutamente nada. Un mundo feliz tenía razón: hoy en día estamos saturados de información, tenemos siempre a mano un periódico, un blog o un comentario en alguna red social hecho a mano para nuestras ideas preconcebidas. Los políticos no triunfan elaborando eclípticos discursos basados en una solida teoría científica, prosperan sobre los demás arrojando a la sociedad globos sonda con contenido simplista. Ya sabéis: “Aborto para unos. Banderitas americanas para otros”.

Y por último, ¿por qué no tenemos políticos capaces de grandes actuaciones? Porque son incapaces de hacerlas aunque los planes bajasen escritos en piedra provenientes de una zarza ardiendo. Nuestra política está gobernada por la economía, el verdadero margen de actuación de los gobiernos es mucho más bajo de lo que tendemos a pensar. Esto puede ser bueno o puede ser malo, depende del aprecio que le tengas a la globalización y al capitalismo. Pero el caso es que la actuación de las empresas y particulares tienden a ser más definitoria que las decisiones políticas.


Y con esas estamos, con presidentes de medio euro. 

domingo, 23 de marzo de 2014

La paradoja del músico estafador estafado

Por Javier Arnedo

<< 
- Los Morate hacen unos encurtidos que están como Dios.
- Y esos, ¿quiénes son?
- Los de la Pura.
- ¿?
- Claro, la cría que era hija de la cuñada del Prieto el de las burras. Esa así rubica con los ojos claros.
- ¡Aaaah! ¿La de la Era?
- No, esa es la del "pirlas".
- Hostia, claro. ¿Entonces?
- Tiene otra, que son melliza'.
- ¿La que la abuela tenía el asadero?
- Y que tenía un yerno bizco que era de por ahí fuera.
- Sí, sí. Que luego se separó y a sus años se casó con el seminarista.
- El que vive en la calle del calvario.
- Claaaaaaro.
- Que tuvieron tres zagales y uno les salió imbécil.
- El del kiosko de los guarros.
- Pues esos.
- ¿Y dices que hacen pacharán?
- No, no. Encurtidos.
- ¿Y pacharán no?
- Que no cojones. Que hacen embutidos que ni los cerdos de Salamanca.
- Pues ni que el pacharán de Navarra. Eso si que no hay huevos a hacerlo más bueno.
- Tú, porque no bebes otro, copón.
- Bendito el día que lo traje yo al pueblo.
- Prefiero whisky, eso está demasiao empachoso.
- Hombre, es que es pa' beber dos copas después de comer.
- ¿Tú cuánto bebes?
- Si salgo, una botella.
>>

"Nunca no te preocupes". Siempre pueden haber problemas mucho peores. Podría tu país querer convertirse en suelo ruso y estar provocando una segunda guerra fría. Incluso no hace tantos años que castellanos y hasta turolenses luchaban en tierra de Allah, donde se paseaban pueblo por pueblo con retales amarillos aclarando el morado de las banderas a punta de bayoneta. Pero eso eran guerras peligrosas y de principios exigentes. Yo voy a hablar de otra. Hoy en día hay una guerra de guerrillas en la que no muere gente. Que se batalla en teatros, calles, bares y doquiera que la cultura pueda ser violada.

Esta misma conversación entre pueblerinos, en este caso rojos, la puede tener el alicate más grande y más facha de toda la región. Eso que en esencia nos hace iguales, las banalidades, los potes y el condumio se olvida cuando se trata de la propuesta artística. Al que levanta la cabeza para montar un bolo se la revientan de strike. Nadie es profeta en su tierra y menos si profesa la música como religión y no la religión como religión. Pero, ¿no pueden estos pobres músicos llegar a convertirse en villanos? Hace una semana el equipo de Mente Enjambre fue invitado por un grupo a hacer la crónica de un concierto de varias bandas de post-rock y rock alternativo en Valencia. Dio la casualidad de que todos estábamos allí dando de beber cerveza a las cabras y bebiendo cuba libres con pólvora. Así que accedimos a ir. Como es de suponer esperábamos una invitación formal de la clase:
Tome usted señor sus entradas gratis para poder hacerme una crónica que yo mismo le he pedido.
Pero no fue así, y nuestro enfado no fue porque no nos trataran de usía ni con los cortejos necesarios del señorío que no hacendamos, el motivo interesado es que nos querían hacer pagar por trabajar. Hay que explicarle a la gente que se mueve por estos lares que el oficio del escritor se paga, porque dos trabajos tiene, el adquirir el conocimiento de la obra que va a críticar y rebanarse los sesos en escribirla. Por mucho que digan Ignacio Escolar no terminó la carrera de periodismo y ha fundado dos puñeteros periódicos. Nuestro crítico musical murciano, Jam Albarracín, tampoco lo es, y su pluma iletrada raya la de muchos letrados. Esta equivocación y este insulto es porque el oficio se convirtió en carrera, pero hay que enseñar que por ello no ha dejado de ser oficio.

Nosotros somos tres apuestos ingenieros y un economista de mierda que comparten su afición por la literatura, el cine, la música y las ciencias. Nos hemos dedicado a escribir por placer y aunque no gocemos del tiempo ni de la preparación que es suficiente para pasar por magistrados, le dedicamos nuestro tiempo y nuestro empeño en presentar un buen producto. Escribimos un artículo semanal (a veces más) desde hace un año en un blog que no ha obtenido un solo céntimo desde que se abrió. Y con todo esto unos pobrecitos músicos que luchan por llevar su arte por las ciudades, que sudan cada euro que ganan mal que les pese el hartazgo de la irreverencia intelectual, esos pobres hijos de la gran puta nos quieren hacer pagar por trabajar. He aquí un punto clave. Nos piden una crónica, NO una crítica. Quieren que les paguemos por dar publicidad de un evento sin opción a dar nuestra opinión. Y en ese punto me pregunto yo, ¿es esta gente la víctima? ¿Son los torturadores viejos torturados? 


Ninguno de nosotros es Diego A. Manrique, pero ellos no son los putos Rolling. Perderían dinero si el aforo se completa y les robamos tres plazas, pero dudo que fuera así. Además, no éramos espectadores potenciales con lo cual no dejaban de ganar de dinero ni de ganarlo. Supongo que debíamos pagar la promoción que hablar de ellos habría dado a nuestro blog. Pero mira, si yo le pido a un músico hacerle una crítica está en su legítimo derecho de hacerme pagar, cosa que haré o no. Pero que el músico me pida ir y me obligue a pagar denota un obsceno nivel de facha. 

Ahora en el Primavera Sound van a hacer pagar a los periodistas los abonos correspondientes. Esta práctica no es habitual y el revuelo que ha armado es colosal. ¿De qué se alegran algunos periodistas? Pues precisamente de que los bloggers y los fanzines no les quiten ese pedazo de pastel que tanto les gusta amasar. Y me reivindico en esto. Hay gente que escribe y no tiene ni puta idea de lo que dice. Ese mismo puedo ser yo. Pero como lector elijo la calidad y lo que considero bueno. Si trabajas para la Rolling Stone y sufres porque un bloguero te quite lectores entonces es que estás más cerca de las doctrinas intervencionistas de los medios de comunicación que de la libre prensa. La gente lee la Rolling Stone porque reconoce la preparación y el buen trabajo, pero el mejor baterista del mundo está en su casa y no tocando con Bruce Springsteen. Así que músicos victimistas y periodistas medievales os podéis ir a colgar de un pino cuando gustéis.

Yo, Javier Arnedo, he trabajado como músico "aficionado", como crítico "aficionado" y como documentalista audiovisual "aficionado" de esta merienda de negros y en todas las ocasiones han intentado estafarme. Ya está bien de esta falta de escrúpulos en un mundo en el que todos ponemos de nuestra parte para que lo respeten los de fuera. Porque si no, antes que tocar, antes que escribir, antes que grabar y ganarme un jornal mísero prefiero empinarme la botella de pacharán, desembutir la chicha y convertirme en ese animal aséptico que los que odian la cultura se empeñan en conseguir.

Por supuesto, el día de ese concierto, nos quedamos emborrachando cabras.





jueves, 6 de marzo de 2014

¿Es usted del Barça o del Madrid?

Por Almaciguero Mayor


Cuenta el famoso hispanista John H. Elliott, incansable perseguidor del victimismo que muchas veces está ligado al nacionalismo catalán, que en su primera toma de contacto con la cultura catalana, allá por la lejana década de los 50, descubrió una sociedad fuertemente reprimida por la censura en los usos de la lengua o símbolos como la senyera. Su bautismo en la comprensión de que esa gente tenía unas señas de identidad diferentes quedó patente cuando un día, su amigo y también historiador Ferran Soldevila, le cantó la canción de Els segadors, himno catalán, que lógicamente había sido prohibida por Franco. Ver y escuchar a este hombre transmitiendo su sentimiento a la vez que las lágrimas le caían por el rostro hizo a Elliott entender lo que significaba la ausencia de libertad por vez primera. La visión de Soldevila de la Historia de Cataluña era, por tanto, muy romántica y con la denuncia de la opresión por bandera. Otro historiador, más joven que Soldevila, el muy conocido Jaume Vicens Vives, se propuso revisar la Historia catalana desde un punto de vista más objetivo, aun siendo nacionalista, dejando las ideologías preconcebidas de que España oprime históricamente al pueblo catalán, algo que le granjeó la enemistad de varios de sus colegas. El contraste de estos dos hombres es el cuento de nunca acabar, el del que es del Barça o del Madrid.

Algo que no diferencia en absoluto a los españoles de los catalanes, es el afán de ambos por llevar razón, por defender hasta las últimas consecuencias las ideas que uno tiene o que a uno le han inculcado, que viene a ser lo mismo. Es decir, si yo pienso que en Ucrania los que se han sublevado son una turba de fachas golpistas y Putin viene a salvar las almas de los pobres súbditos que le reclaman, pues es así y punto. Quien se atreva a pensar que los que han echado al presidente son gente que ha tenido valor para luchar por su país pagando incluso con su vida por ello, es un ilustre ignorante, otro más a quien cazar o convencer de que está equivocado y que la razón es sólo mía. Sin término medio, cargarse la opinión del otro, sin tomar prisioneros, a sangre y fuego. Si así somos con temas que nos pillan a unos cuantos miles de kilómetros y sobre aquella tierra que hace poco más de dos décadas era aquello tan exótico como maligno llamado Unión Soviética, imagínense cómo "defienden" unos y otros su postura ante el problema que hay en Cataluña.

Porque ya está bien de demagogia barata, lo que está pasando en Cataluña es un problema, se mire por donde se mire. En una región, cuando el president Artur Mas convoca estratégicamente (porque su gobierno iba de capa caída) elecciones anticipadas, considerándolas como un plebiscito para que si la gente quiere un referendum por la independencia vote a partidos nacionalistas y como resultado CiU y Esquerra Republicana obtienen una amplia mayoría de la cámara de representantes, es que en esa región bastante gente que quiere que algo cambie. Pero si encima en la diada de 2013 salen a la calle más de un millón de catalanes, de los siete que tiene la comunidad, a manifestarse por la independencia, indudablemente se llega a la conclusión de que algo está pasando en Cataluña, a pesar de que algunos se empeñen en el enorme protagonismo de la "mayoría silenciosa", gente que no se manifiesta ni a favor ni en contra, en la que todo el mundo por lo visto tiene su carné del Partido Popular. Siendo serios, las urnas y la calle dicen que la gente quiere la independencia. Las demagogias no tienen cabida.

Hablando de tales prácticas, cómo no hablar de las barbaridades que dijo en campaña el mismísimo president Mas, con aquello de "Espanya ens roba" ("España nos roba") para enaltecer al populacho, y que llevan usándose unos 300 años. Que no digo yo que no roben, si no que se lo pregunten a cualquier contribuyente medio, pero de Algeciras o de Lugo, de cualquier sitio. Pero hacer campaña con esa polaridad es algo bastante infantil. Igual que acudir constantemente a consultar la Historia con según qué intereses, por ejemplo con el famoso simposio (algo así como un congreso histórico lleno de señores de traje y corbata que dicen cosas muy solemnes y tajantes) organizado por la Generalitat y titulado "España contra Cataluña: una mirada histórica". Algo con una objetividad que ni el programa de la Ana Pastor, vaya. Eso sí, los historiadores que participaran aquí, espero que estuvieran bien subvencionados, que su espada tuviese buen precio, porque a estas alturas que gente con estudios, cátedras y demás acceda a defender estos disparates porque todo vale en la defensa de la causa y de la patria me parece una aberración impresentable. Qué llorón es el victimismo y cuánta gente se lo traga.

Pero si nos vamos al otro bando, las cosas no se quedan cortas, porque la cantidad de basura histórica que nos han vomitado y por supuesto siguen haciéndolo día sí día también acerca de Cataluña es acojonante, sobre todo de la derecha de este país, hábitos que tienen siglos. Un ejemplo del desconocimiento que se tiene a veces de las cosas es cuando en el siglo XVIII se acuñó el dicho popular "el labriego catalán, de las peñas saca pan", debido a que la gente no podía entender que las tierras catalanas fueran más fértiles que las suyas. Esta inocente anécdota yo creo que puede explicar una de las mayores mentiras que se venden, aquello de la nación española que nació hace 500 años (por no mencionar algunas tonterías que hablan de la gran unidad que había en la España visigótica), cuando Isabel y Fernando toman Granada en 1492. Esto es algo absurdo, porque en una nación como tal, además de que la soberanía parte de los ciudadanos y no de Dios, se tiene una representación de todos los ciudadanos en un sitio común, y unas leyes fundamentales iguales para todos. Lo cual lógicamente no se daba en la supuesta nación española de los Reyes Católicos, pero tampoco de los Austrias ni los Borbones, sino que se concibió a partir de 1812 con la Pepa.

Si nos fijamos ahora en la actitud de los políticos catalanes que quieren la consulta a cualquier precio, como ya he dicho, se centran en un discurso bastante partidista que distingue entre buenos y malos, los que están a este lado del paraíso o en el infierno. Y si alguien está en medio pues pasa automáticamente a ser un reaccionario de sus ideales, un enemigo. Todo sea por el fin de la ansiada libertad, a cualquier precio. También está la opción (estos son la minoría del CUP) de, sin preguntar a Valencia y Baleares qué les parece, tirarse a la piscina con esa idea tan utópica como irrealizable de los Països Catalans, escudándose en que las tres regiones comparten la misma lengua. Que esa es otra historia, porque por desgracia hay algunos desaprensivos que toman la lengua catalana como elemento divisor entre buenos y malos, en vez de ser conscientes de la suerte que tienen de conocer dos idiomas por el hecho de haber nacido en Cataluña. Porque el problema de algunos radica en que defienden que la independencia daría las libertades que su lengua no tiene ahora, amén de mayores posibilidades en el fomento y difusión de la misma, lo cual es un discurso que para el franquismo iba bien, pero que ahora no tiene mucho sentido. Como ejemplo véase el camino que ha tomado Irlanda en sus cerca de 100 años independientes. Cuando estaban sometidos al yugo inglés utilizaban el gaélico para afirmarse en su identidad y libertad, pero una vez fueron libres, que alguien me diga quién habla hoy ese idioma tan raro. Con esto no quiero decir que en Cataluña vaya a pasar esto, nada más lejos de la realidad, pero sí creo que no va a variar mucho la evolución del catalán tanto si consiguen la independencia como si mantienen el vínculo actual (u otro) con el Estado español.

En el resto de España, aparte de bombardearnos con noticias de que los catalanes son el mal, con gente tan mediática como Jiménez Los Santos o Esperanza Aguirre, la cruda realidad es que desde el gobierno se pasa olímpicamente del tema, algo bastante verosímil teniendo en cuenta el grado de implicación que tiene Mariano Rajoy y su cuadrilla con los problemas nacionales. Como siempre, el PP se presenta como un adalid de la democracia, un garante de la seguridad de todos, cerrando filas sus miembros al grito de: "un referendum es ilegal". Por supuesto, la Constitución de 1978, ese pacto de Estado que empieza a quedar obsoleto, es inquebrantable y nunca jamás se cambiará. Una política que hasta hace poco el PSOE compartía, pero claro, tanto tiempo sin levantar cabeza hace encender a sus líderes la bombilla, y se les ocurre la idea de que ahora hay que cambiar la Constitución para hacer un Estado federal. Así como si con eso el problema, no solo el catalán, sino todos los de España, se fueran a solucionar. Preocupante es que la "nueva" ideología del partido socialista sea la de dividir,  formar pequeños Estados, más independientes todavía que las autonomías, para que, tal y como somos los españoles, aquí barra cada uno para su casa y si te he visto no me acuerdo. 

Otro aspecto fundamental de este tema es los motivos reales del asunto: los catalanes pueden reivindicar lo que les dé la gana por los motivos que quieran, pero el resto de España, aparte de los motivos económicos, ¿tiene alguna razón para criticar que esa gente quiera irse de aquí? ¿Hay alguna razón de peso para la no independencia? Porque yo creo que ahí sí que no tiene nada que hacer alguien con dos dedos de frente, y lo demuestran día a día los políticos. Es lo de la Constitución: ¿Por qué no se puede? - Porque lo dice la Constitución. - ¿pero por qué no? - Porque lo pone aquí... y así hasta nunca acabar. Yo, como no soy de allí, no puedo entender lo que es tener esa idea de nación en común ni me voy a meter en eso. Pero como tampoco comparto esto del "juntos podemos", la "marca España" y tantas gilipolleces que llevamos aguantando, tampoco me creo esto de la nación española. Al fin y al cabo, los países son ideas que nos imaginamos los que vivimos en un territorio común con el objetivo de arrimar el hombro para no morirnos de hambre, o simplemente porque los de las tierras de al lado nos caen mal. Eso en principio, otros lo usan para llenarse los bolsillos.

Por tanto, ni comparto la ideología nacionalista, porque me parece de un egoísmo canalla, aunque sí reconozco el valor de su cultura e identidad diferentes, pero tampoco creo en la gran nación española inseparable, aunque supongo que habrá que alegrarse de ser de aquí, por lo menos porque gente digna de admirar como Buñuel y Quevedo hayan existido y nacido en España. Vamos, que soy un imbécil en tierra de nadie, y como tal unos dirán que soy anticatalanista y otros antiespañol. Del Madrid o del Barça. Equipos tan laureados que tienen el derecho a evadir al fisco lo que les venga en gana, por cierto. Si se expropiase a estos gigantes financieros igual se hablaría menos de nacionalismos y más de igualdad en este país. Aunque al pueblo nos quitaran nuestro insustituible opio.

miércoles, 26 de febrero de 2014

Aún hay luz en el país de las tinieblas (pronósticos Oscar 2014)

Por Almaciguero Mayor


Recuerda Luis Buñuel en sus lúcidas e impagables memorias que en un encuentro que tuvo con el famoso director de Hollywood Nicholas Ray, el creador de clásicos como Johnny Guitar y 55 días en Pekín, este le manifestó su inmensa adoración, no solo por su habilidad y genialidad en el arte de dirigir cine, sino especialmente por su capacidad de mantenerse alejado de las grandes industrias, que bajo ningún concepto dejarían que las brillantes ideas que pululaban por esa mente maravillosa fueran trasladadas a la gran pantalla sin censurar. Por supuesto, Buñuel disponía de cuatro reales para elaborar su cine, así que cuando invitó al afamado director a realizar sus mismas y precarias prácticas, este le dijo que recortar en sus grandes producciones en aras de dar rienda suelta a su inventiva sería entrar en decadencia, caer en desgracia a ojos de las productoras, de manera que estaba atrapado en una industria que le obligaba a gastar el mismo dinero o más en cada película, aunque solo fuese para sobrevivir en ella.

Por eso, con esta realidad tan devastadora, impulsora del gastar porque sí en el Hollywood de los 50 y 60 (o el de siempre), es de recibo pensar que las cosas en el mundo de las ideas cinematográficas al otro lado del charco no estén en la actualidad atravesando su mejor momento, que esto, lógicamente, ha ido a mucho más. Sin embargo, invita a la reflexión que hoy día la producción sistemática de adaptaciones de novelas estúpidas, pero sobre todo las inagotables secuelas, precuelas y requetecuelas de superhéroes y demás es una constante en el cine comercial, que estos sean los productos más consumidos por el público, y antes lo fueran obras eternas como Casablanca, El apartamento o El Padrino.

Pero a pesar del desolador panorama que nos está tocando vivir, todavía siguen existiendo directores que ponen su arte a disposición de historias que les atraen magnéticamente, que identifican con su forma de entender el cine o que ellos mismos escriben, amén de guionistas con imaginación y productores con olfato que entienden que aunque esto sea un negocio, no solo de espectos especiales vive el espectador medio. Este año, tenía poca o ninguna esperanza de que las películas que más me gustan cuando son buenas, o sea, las norteamericanas, tuvieran una representación de altura en la gala de los Oscar, visto lo visto el año pasado, donde excepto Django desencadenado, La noche más oscura y la sorpresiva inclusión de la película de Haneke Amor, el panorama dejaba bastante que desear. Pero para esta edición, película tras película, he podido constatar que hay brotes verdes, que no todo está perdido como dicen algunos, incluido yo mismo en ataques de apocalipsis mental. 

Me ha gustado mucho la bonita, entrañable y graciosa Nebraska, con aire nostálgico y excelentes interpretaciones. He gozado como un enano (por frívolo que parezca) viendo el retrato tan bárbaro que ha realizado Scorsese sobre el mundo del capitalismo salvaje y del engaño en El lobo de Wall Street. A pesar de mis reticencias iniciales, tengo que rendirme al amor cibernético y triste, al retrato de la soledad y a la hondura de Her. Con Dallas Buyers Club asisto impresionado a una historia que aterra y turba el ánimo al principio, y más tarde hace que aplaudas a sus protagonistas, que se enfrentan a lo establecido y a los bastardos que siempre lo organizan todo para quedar impunes. Philomena huye de la sensiblería para apelar a los sentimientos del espectador, conmoviendo y haciendo reír a partes iguales. Capitán Philips tiene momentos tensos y espectaculares de primer nivel, con un estilo muy realista. Puede agotar la horterada que ha montado David O. Russell en La gran estafa americana, que sin ser gran cosa, cumple con su función de entretener. Pero sobre todo, me fascina, me atrapa y me deja pegado a la butaca esa maravilla que es Gravity, la Odisea espacial que se ha inventado Alfonso Cuarón, en la que un Ulises femenino quiere regresar a Ítaca aunque no esté esperándole la bella Penélope. Esta sería mi favorita, pero estoy convencido de que va a ganar el duro relato (y un tanto maniqueo) que hace Steve McQueen de la esclavitud en 12 años de esclavitud, director del que algunos esperábamos más. Por aquello de que es una historia de estas que gustan en Hollywood, sobre todo para que los académicos se sientan bien consigo mismos.

En cuanto al resto de categorías principales, yo me decantaría por mejor director al responsable de Gravity, el mexicano Alfonso Cuarón, que hace un ejercicio de cine muy brillante y nos da la sensación más real que el cine haya visto de estar en el espacio. Tampoco me importaría que ganaran Martin Scorsese o Alexander Payne, quienes hacen, cada uno en su estilo, películas admirables. Respecto a las actuaciones, este año ha habido, en general, bastante calidad. A pesar de que Matthew McConaghey está increíble en su papel de un hombre aquejado de SIDA, me quedo con Leonardo DiCaprio, que con su continuo frenesí interpretativo te contagia el desfase y colocón que ese tipo vivió, además de pasártelo muy bien viéndolo en pantalla. En cuanto a los escuderos masculinos, siendo los que más me gustan Michael Fassbender y Jonah Hill, me voy a quedar con el primero, por dar vida admirablemente a un monstruo esclavista. Para las categorías femeninas, me parece que aunque los grandes elogios de la crítica y los premios la avalan, Cate Blanchett no está tan bien como dicen, o por lo menos, no tan bien como la mejor actriz del mundo, Meryl Streep, que vuelve a comerse su papel en Agosto, donde da vida a una anciana peleada con su familia y adicta a las pastillas. Abordando a las actrices secundarias, la que más me ha gustado a mí es June Squibb, que está casi mejor que Bruce Dern (que ya es decir) en Nebraska, interpretando a una mujer también anciana, autoritaria y graciosa.

De todas formas, si uno quiere ver el mejor cine que va a ir a la gala, lo suyo es echarle un vistazo a las películas de habla no inglesa, donde está esa hipnótica y poética maravilla que es La gran belleza, una película imprescindible de este año (pasado), que a pesar de que gente muy culta y preparada como Javier Marías diga que es una mierda, para mí es de las mejores cosas que le han ocurrido al cine en el último año. Pero, mire uno lo que mire, sí que está claro que la cosecha este año no se ha quedado mustia, aún quedan algunos califas en Al-Andalus, los mejores directores del cine norteamericano (salvo alguno) han acudido a la cita, para beneficio del agradecido espectador. Otra historia será que estas películas ganen en taquilla a Los juegos del hambre o Iron Man, o que superen en calidad a algunas películas europeas. Pero, por lo menos de momento, tampoco le pidamos peras al olmo.

miércoles, 19 de febrero de 2014

El desastre de Ceuta. Un poco más de odio hacia las Fuerzas de Seguridad del Estado

Por Monsieur le Tupé.


Hace dos semanas ya que nos llegó la primera noticia de que un grupo de inmigrantes se había ahogado intentando rodear a través del mar la valla fronteriza que separa Marruecos de Ceuta. Esto pasa mucho y pasa siempre. No vayamos ahora de santos, que mientras un servidor escribe calentito y seguro en la biblioteca de su facultad, rodeado por todas partes del Estado de Bienestar que aún no se han logrado cargar, habrá nuevos inmigrantes que estén preparados para jugarse la vida por entrar en un país donde creen que las calles están pavimentadas de oro y mana whisky de las fuentes. ¿Suena cruel? Más cruel es saber que restringir la inmigración es necesario. Pero hay límites, tiene que haberlos, límites pequeñitos, hipócritas e insignificantes, pero que aguanten para que podamos decir que: "hey, somos cabrones, pero no tanto".

Los inmigrantes murieron delante de una patrulla de la Guardia Civil. En el mejor de los casos no fueron socorridos, en el peor su muerte fue en gran parte por la actuación de nuestros policías. Joder, ¿queréis un límite? Ahí tenéis uno. Pasado éste ya no somos todos más que unos hijos de puta del primer mundo. Unos hijos de puta con una policía impune hacia cualquier crimen.

Porque ya veréis cómo se libran. No necesitan mucho para tenernos tranquilos, solo darles patadas a la realidad hasta que nos falle la memoria.
  • Primera versión oficial: “Han sido repelidas 400 personas de la frontera. Las fuerzas de seguridad española no han tenido que actuar (los guardias españoles no tuvieron ningún contacto con los inmigrantes y han conocido los detalles de lo ocurrido a través del gobierno de Marruecos). Las personas se han ahogado sin que hubiera episodios de violencia.
     
  • Segunda versión oficial: “Se han podido usar armas de fogueo y los inmigrantes han realizado actos violentos”.
  • Tercera versión oficial: “Las fuerzas españolas intervinieron: la Guardia Civil usó material antidisturbios contra los inmigrantes, pero solo en el primer intento por tierra. No hubo actuación española en la valla, en el agua ni en la playa”.
  • Cuarta versión oficial: “En la zona de la tragedia no hay cámaras y por lo tanto no se pueden consultar las imágenes de lo sucedido”.
  • Quinta versión oficial: “Hay cámaras por toda la zona, pero todavía no se han visto las imágenes”. 
  • Sexta versión oficial: “La Guardia Civil cogió a inmigrantes que salían del agua en Ceuta y los devolvía al otro lado. Los esperaban en la playa para echarlos al otro lado de la valla”.

Y ya está. Simple. ¿Quién se acuerda ya? ¿Quién se acordará de las siguientes versiones? ¿Y la que se dé ante el Juez si es que se llega a dar alguna? A día de hoy se sabe que la Guardia Civil usó equipos antidisturbios desde un barco, disparo de pelotas de goma incluido. Esto de entrada nos lleva a cuestionarnos con qué ligereza se usa ese tipo de material en España: radicales, etarras, violentos, inmigrantes ilegales, manifestantes agresivos… ¿miembros de una protesta pacífica? Se trata de ir quemando etapas hasta que cuando nos afecte a nosotros directamente ya sea demasiado tarde.

¡Pero olvidemos el debate sobre si es un medio adecuado o no! Aceptemos lo que sea, permitamos el pulpo como animal de compañía. Recordemos entonces que está establecido que deberán realizarse los disparos a una distancia mínima de 50 metros, buscando que el proyectil rebote primero contra el suelo. La última versión que tenemos por parte del Gobierno es que los agentes dejaron de disparar al agua cuando los inmigrantes estaban a 25 metros. 

Pero una vez más, en un ejercicio de anestésica obediencia al sistema, vamos a creer que ni siquiera hubo pelotas de goma. Que las primeras versiones son ciertas. Todavía nos queda el hecho de que la Guardia Civil no auxilió a las personas que se ahogaban ni avisó a Salvamento o a la Cruz Roja. Nuestros agentes no pueden entrar en aguas marroquíes, han dicho. Si nos vamos al Derecho del Mar encontraremos que existe una obligación jurídica internacional del Estado español y de los capitanes de los buques que navegan bajo bandera española respecto a la búsqueda, rescate, prestación de auxilio y traslado a un lugar seguro tan pronto como sea razonablemente posible que las personas que se encuentren en una situación de peligro en el mar, independientemente de la nacionalidad o condición en que se encuentren y de las circunstancias en que se hayan encontrado en el mar. 

Tenemos una actuación de la policía que ha quebrantado las leyes de extranjería, Derecho del mar y uso de material antidisturbios. Aparte de que los responsables no han mentido más veces porque no han dispuesto de un día de veintiocho horas. 

Seamos sinceros, la situación en las fronteras es complicada de cojones. Reprimir los movimientos migratorios es tan necesario, como cruel y medianamente inútil. No es que no se tenga que hacer, pero se tiene que hacer bien. Bien de verdad. Aquí alguien dio una mala orden, la policía actuó mal y el resultado fue que muchas personas murieron. La policía no es el demonio, pero negando este tipo de responsabilidades empieza a serlo.

miércoles, 12 de febrero de 2014

Unos Goya para ver con los ojos cerrados (salvo el final y alguna cosa)

Por Almaciguero Mayor


Un español medio llega a su casa un domingo, después de estar todo el día vagando por las calles de su hábitat natural, ya sea un pueblo o la urbe. Su situación al llegar, en el mejor de los casos, es la de aquellos antaño pobretones mileuristas, hoy día envidiados, por lo que sabe que, mientras se mate a trabajar como los siete enanitos de Blancanieves juntos, todavía habrá un atisbo de esperanza para él y los suyos. En el peor y dramático, su situación será la que poco a poco se está estableciendo peligrosamente en habitual, la del parado. Por tanto, el español medio, esté disfrutando de su día libre o sufriendo uno más de monotonía sin ver los puñeteros brotes verdes, lo último que se plantea un domingo de 2014 por la noche es tragarse la gala de los Premios Goya. No tiene bastante con soportar su desgraciada existencia que ver a la panda de siempre regalarse unos premios a sí mismos.

En mi caso, gozando, por decir algo, de los últimos años de presencia estudiantil, todavía no estoy tan desquiciado como para arrojar la televisión por la ventana o dedicarme a hacer otra cosa. Como un ritual masoquista, desde hace unos cuantos años, den lo que den en la caja tonta, la cual frecuento bastante poco, me como mal que me pese, los Goya. Y digo mal que me pese porque dejé de lado mi querido Salvados, ese programa tan brillantemente dirigido por el punzante Jordi Évole, de lo poquísimo que me hace enganchar el mando y que no me lo quite nadie, para ver los dichosos premios. Palabras mayores, oiga.

Al empezar el susodicho evento, mis lógicas reticencias iniciales hacia el conductor de la gala se ven naturalmente cumplidas, pues elegir a Manel Fuentes, el presentador de Tu cara me suena, como defensor del cine español e insultador del reino hacia el Gobierno, es algo un poco hipócrita, teniendo en cuenta que Tu cara me suena es uno de esos programas destinados a idiotizar al espectador medio, materia en la que la cadena que le paga, el grupo Antena3, es experta, con el objetivo de arañar unas décimas al tan ansiado share. Si a un presentador mediocre y falso le añadimos la impostura de un guión que suena a mentira complaciente por todos lados, la cosa se queda en una caricatura de lo que Eva Hache hizo el año anterior, por lo menos digno de ser visto y escuchado. Imagino que más de alguno de los allí presentes sentiría algo más que indignación, aunque visto lo que retransmitían las cámaras, el jolgorio parecía generalizado.

Álex O'Dogherty
Y empezaron a repartirse los premios, el de actor revelación para Javier Pereira por la admirable Stockholm, película que no he podido ver todavía pero que me parece un verdadero milagro y de fe ciega en un proyecto, pues todos los implicados la autofinanciaron con una venda en los ojos, echando sus suertes a cara o cruz. Por lo menos tuvieron algo de reconocimiento, ojalá que esta gente pueda hacer más cine, a pesar de la longitud excesiva del discurso del chaval. Tras un par de premios o tres para Las brujas de Zugarramurdi, la última gamberrada de Álex de la Iglesia (sobre la que luego volveré), tuvo lugar un número musical a cargo de Álex O'Dogherty, un señor que salvo en algún gag de los primeros Camera Café, o sea, hace algo así como 8 años, no me hace ninguna gracia, por mucho que cante, salte, toque todo tipo de instrumentos y ponga caras pretendidamente cómicas. La cosa empezaba a flaquear y no había hecho más que comenzar.

El discurso que realizó el presidente de la Academia, Enrique González Macho, fue también lo mismo de siempre, pero necesario, pegándole un tirón de orejas a las plataformas de distribución online de cine, pero sobre todo atacando y con razón al Gobierno, con el tema del IVA, que siempre dicen que lo van a revisar, y con la creación que nunca llega de un modelo de explotación del cine basado en el mecenazgo, es decir, dar facilidades a los inversores en cine, que actualmente hay cuatro gatos mal contados. Además, las prometidas ayudas de 100 millones de euros, que se han quedado en unos escuetos 39. Está claro que esto de que el cine esté subvencionado, algo que ya he dicho en más de una ocasión que me parece bien, puede tener sus detractores, pero, y parafraseando a un premiado, "invertir en cultura siempre es bueno, porque la incultura es más cara que la cultura". Debates aparte lo que es innegable es que si prometes dar 100 millones de ayudas, pues es una canallada meter la tijera avisando dos días antes. 

A propósito de avisar dos días antes, el ministro de cultura que tenemos ha hecho una de las suyas, con lo que ya se ha generado otra vez el eterno debate que enfrenta en los Goya a los miembros de la Academia con los medios de la derecha. No obstante, una cosa es avisar con las suficiente antelación porque te surge algún imprevisto de ultimísima hora, pero buscarte tú mismo la coartada yéndote a Londres me parece grotesco. Este tío, que se jactaba hace un mes de que iba a asistir a la gala sin ningún problema, ha demostrado una indecencia notable, que igual ha hecho como gesto de su habitual chulería, quién sabe. El caso es que ayer el Vaticano operó sin el que debería ser su Papa, o más bien, la Revolución Francesa no pudo contar con su Robespierre particular.

Joaquín Reyes: "¡El IVA es sagrado!"
Pero siguiendo con los premios, hubo unos cuantos momentos emotivos, compaginados con otros supuestamente graciosos que salieron como tiros por la culata, salvo algo del numerito montado por los zumbados de Muchachada Nui. Pudimos ver el primer goya recibido por la anciana Terele Pávez como actriz secundaria por Las Brujas ante una ovación generalizada, o el Goya de Honor al director Jaime de Armiñán, con imágenes de sus películas en las que dirigió a gente como Fernando Fernán-Gómez, José Luis López Vázquez o Fernando Rey, personajes ya legendarios de nuestro cine que poco a poco se irán nombrando menos. Este año se han ido Alfredo Landa y Elías Querejeta, dos tipos tan excepcionales como irremplazables, a los que debemos algunas de las películas cumbres de nuestro cine. Junto a estos momentos se compaginó un número musical ridículo como casi siempre, unos sketches en los que antiguos presentadores de los Goya se mordían las uñas comparándose con Fuentes, y otros en los que éste aparecía en trozos de las películas nominadas, al igual que hiciera con bastante más gracia Eva Hache el año pasado. Es decir, que todo transcurría con la linealidad de siempre, nada nuevo bajo el Sol.

Lo que vi yo extrañísimo en esta entrega de premios es que una película se llevó 8 cabezones, sobre todo en apartados técnicos y tal, pero haciendo eso significa que, según el criterio de los académicos, todo en la película funciona. Estoy hablando de Las Brujas de Zugarramurdi, que no es ninguna maravilla, pero es absolutamente inexplicable que no esté nominada a mejor película ni su responsable, Álex de la Iglesia, a mejor director. Porque, siendo realistas, el nivel no era tanto como para ningunear a esa película, pero sus señorías sabrán, que sus emolumentos reciben para nominar con enorme sapiencia las obras de arte que les dé la gana. O no.

Una sección que particularmente daba una envidia tremenda era la de Mejor película europea. Lo vieses por la arista que fuera, no podías quedarte con ninguna, vaya cuatro películas: la inquietante La caza, la tremendamente bella e hipnótica Gran belleza, la triste pero también bonita historia de Amour, y la tragedia, el dolor y la maestría de La vida de Adéle. Hablo de envidia, porque cualquiera de las cuatro es infinitamente mejor que las nominadas en España, con la excepción de la que a la postre fue la gran ganadora de la noche, Vivir es fácil con los ojos cerrados.

Y es que gracias a los astros ha primado la cordura y el buen gusto, pues muchas quinielas daban como favoritas a Caníbal y a La herida para alzarse con los premios gordos. Pero salvo el de mejor actriz que fue a parar a Marian Álvarez por La herida, algo por otro lado totalmente merecido, mi alegría por ver a un director tan inteligente y admirable como David Trueba recoger por fin los frutos de un trabajo bien hecho, es considerable. Tanto, que un premio tras otro que se llevó la película, alcé los puños en soledad, sintiéndome partícipe de que los responsables de esa película tan bonita fuesen merecidamente recompensados. 

De este modo David Trueba se convirtió en el protagonista absoluto de la gala, luciendo una capacidad de discurso que no vi yo en ninguno de los aturullados discursos que fueron la nota dominante de la noche. Habló de los problemas del cine español, pero defendiendo al espectador, al que nunca acusó de no querer consumir el producto patrio, tiró con elegancia dardos hacia Wert y la derecha, recordando que aquellos que fueron de la ceja o se manifestaron contra la guerra de Irak no son necesariamente enemigos del PP, también pueden votarlos, comentó irónicamente el tema de la corrupción acordándose de un chistoso señor de Almería, invitó a la reconciliación con Cataluña y lanzó una oda al carácter trabajador de los españoles. La lucidez de David Trueba será algo digno de ser escuchado y recordado. Su amor por el cine, por sus compañeros, su esperanza y su lucidez deberían ser contagiosas. Aunque les pese a algunos.

David Trueba en pleno discurso de agradecimiento

domingo, 2 de febrero de 2014

Motivación musical en la escuelas, la asignatura pendiente

Por Conde Chócula



Desde hace unos meses doy clases particulares para ganarme la vida que no me gano escribiendo o aplicando los conocimientos que la universidad me proporcionó. Esto además es una faena si odias con fuerza a los niños. Pero esta oportunidad de ganar un dinero también me ha servido para ser consciente de las materias que se imparten en los colegios y los institutos. No es criticable toda la plana educativa, pero si parte de ella. El respeto que en este blog sentimos hacia el profesorado es enorme, pero al igual que no todos los políticos son corruptos no todos los profesores son buenos ni aman a los niños. 

Si hay una capacidad que deba desarrollar un profesor es la de hacer atractivo el conocimiento a sus alumnos. Cierto y verdad es que en clases atestadas de pequeños delincuentes es una tarea harto difícil. Por esta razón, somos los profesores particulares los que debemos tomar el testigo. Esas satánicas matemáticas deben ser enseñadas con algún truco éticamente viable (drogar a los niños no vale). Pero claro, ¿cómo le explicas tú a un zagal la importancia de aprender que un aparato que sirve para agarrar cosas a la mesa se llama tornillo o que la madera con motitas blancas proviene del alerce? La motivación acaba donde la utilidad del conocimiento resulta innecesaria. Es por ello que la estandarización occidental de la educación sea un fracaso silencioso. Me valgo de una de las tantísimas citas de Einstein sobre el intelecto:
"Todos somos unos genios, pero si juzgas a un pez por su capacidad para escalar un árbol vivirá toda su vida creyendo que es un estúpido"
Claro está que el seguimiento individual en nuestro sistema educativo es imposible. No seamos visionarios islandeses. La cuestión es la gama de actividades que pueden ofrecerse para valorar un mismo conocimiento. Aquí llega mi propuesta, y como no, enfocada al estudio de la música, una de las asignaturas peor valoradas por los estudiantes. Los profesores y los políticos están empeñados en dar unas pautas clásicas de la música cuando la música que escucha el grueso de la población no es música clásica. Si me aprietas diré que esto es un dogma estúpido ya que la música no es solamente la música occidental. Por ejemplo, los primitivos ritmos africanos y en definitiva la música más elemental no proviene de un estudio y un desarrollo dilatado en el tiempo, aunque sí consta de unos mínimos técnicos. Proviene de lo que uno mismo, con el sentido, la necesidad de comunicarse y su oído puede hacer. ¿De qué cojones me sirve aprender a tocar el canon de Pachelbel a la flauta si no me gusta la música? ¿Y el maldito xilófono? Si queremos aprender historia de la música empollémosla como el resto de asignaturas. Esto sí es necesario para adquirir una cultura general, pero la motivación instrumental se puede adquirir aprendiendo cómo funciona un instrumento, qué magia los hace sonar, y cómo quien lo ha creado ha llegado a hacerlo. Saber lo que tienes entre manos y qué es capaz de hacer puede relacionarse con los estilos que existen y además se estimula una parte creativa y curiosa en el alumno. ¿O es que si le das un tambor a un niño no va a parar hasta que se lo rompas en la cabeza? ¡Claro que sí! De hecho, desde que somos enanos, nuestra fijación por crear, montar, despedazar cosas es innata. Una amiga me contaba como a su padre su abuelo le enseñó a hacer un silbato con un hueso de albaricoque y como luego todos los nietos después de comérselos en la huerta los hacían. Todos los preadolescentes hemos usado el papel de un caramelo para hacer una trompetilla; o sonidos de bajo con botellas a medio llenar. Nos sorprende muchísimo ver a personas que ingenian un instrumento con cualquier elemento doméstico y/o reciclable. Recuerdo a un hombre al que aplaudían en televisión porque era capaz de hacer un instrumento de viento de cualquier cosa hueca: escobas, escaleras, vallas, etc. Entonces, ¿por qué no hacerlo en las escuelas? 


La tecnología está íntimamente ligada a la música. Sin tecnología no habría música, y no estoy hablando de hacer un arpa láser. Tan solo un platillo tiene una ciencia que te haría sentir un paleto. Es por ello que enseñar a los estudiantes a hacer sus propios instrumentos, por muy cutres que sean, es estimulante. Aprenden algo que funciona instantáneamente. Es divertido y una vez captada su atención son más receptivos y puede engañárseles enseñándoles cosas. 

El profesorado, en fin, no debería limitarse a sacar una oposición. Un profesor medio no tendrá nunca la inquietud de un ingeniero que pasa la mitad de su vida imaginando. Hace falta tomar un poco de esas capacidades y trasladarlas a la enseñanza, porque imaginando se aprende al igual que enseñando. Os dejo este genial vídeo de un ingeniero que crea instrumentos sencillísimos de PVC para niños en su empresa Child's Play Music:


lunes, 27 de enero de 2014

Los manifestantes de Kiev


Por Monsieur le Tupé
 

Hoy ya sabemos que los manifestantes atrincherados en el Ministerio de Justicia de Ucrania, algo bastante simbólico, han decidido desocupar el edificio. Eso sí; la retirada es provisional a esperas de ver si en la sesión parlamentaria de mañana se dan los pasos a seguir para cumplir sus condiciones: "restaurar el orden constitucional, organizar elecciones presidenciales y cesar los actos de terror contra el pueblo ucraniano". Mientras mantienen bloqueada la entrada. 

Soy plenamente consciente de que la mayoría de las revoluciones surgen bajo la dinámica de que en el pueblo de al lado tiran al alcalde al río y por supuesto el nuestro no va a ser menos. Pero me sigue pareciendo peligrosa la ligereza con la que se quiere trasladar la situación vivida en Ucrania con nuestro problema nacional. El centro del asunto no está en si es legítimo romper adoquines para conseguir piedras para lanzar, o si se debería construir una catapulta para atacar a la policía y no para su fin original: el lanzamiento de aquellos que infringen la prohibición de traficar con alcohol bajo la ley seca. El problema está en afirmar que porque eso esté pasando en Ucrania de la misma manera tendría que ocurrir en España.

Algo similar pasó con la revolución Islandesa. Ignorando cualquier diferencia cultural, económica, política y social siempre hay personas que están más tranquilas simplificando la realidad para acotarla en su versión manejable de la misma. Islandia no era España y, una vez más, España no es Ucrania. Las diferencias entre un país y otro son abismales y sólo un loco o un necio se atrevería a afirmar que lo que funciona en uno de los países tiene que funcionar en el otro.

¿Es legítimo usar la violencia en la protesta ciudadana? Quizás. ¿Es recomendable solamente porque se está dando en Ucrania? Ni. De. Coña. 

La primera diferencia entre Ucrania y España es que ésta se encuentra sola a merced de dos mastodontes internacionales: La Unión Europea y Rusia. Hace bastantes años que el espíritu integrador desapareció de Europa, y no creo que Rusia lo tuviera jamás, por lo que éste país se ve entre dos frentes que aspiran a controlarlo. Una de las principales razones por las que se protesta es por la agresiva interferencia rusa en el país. Diciéndolo más claramente: los última generación de políticos ha estado vendiendo el país a Rusia de forma descarada. Rusia cuenta con bases militares dentro de Ucrania, tratados comerciales favorables y la promoción más o menos impuesta de su cultura. En comparación, la influencia alemana es un chiste (aunque se puede pensar que en Europa el imperialismo las mata callando, prefiriendo un modelo de sumisión mucho más lento y, quizás por ello más peligroso, menos detectable).

Sí que es verdad que la situación económica en Ucrania es un desastre. Lo que no constituye ninguna diferencia con España o cualquier otro país que esté cavilando en si hacer una versión más imaginativa y sangrienta de las hogueras de San Juan. Pero no hay que olvidar que en España aún no se han cargado el estado del bienestar, prácticamente inexistente en Ucrania. Los peores servicios sociales hacen que la vida allí sea bastante más dura.

Por último, como punto central, la represión policial en Ucrania no tiene nada que ver con la que ocurre en España (ni siquiera en las peores zonas de Euskadi). Si el pueblo ucraniano está arrojando al mundo una explosión de rabia tan grande no es por los exceso policiales que ha habido en las últimas manifestaciones, sino porque la impunidad con la que actúan los agentes es sólo una muestra de la forma de actuar cotidiana que tiene que sufrir la población civil. La policía de ese país es de lo peor que hay. En serio, tendrían que esforzarse activamente para ser peores; estudio de clases teóricas incluido.

Aquí tenéis un pequeño gráfico que sitúa la posición de Ucrania en el ranking de percepción de la corrupción realizado por Transparencia Internacional. 



España se sitúa en el puesto 40 (descendiendo a velocidad alarmante, por cierto) y vemos como Ucrania luce, seguramente sin orgullo, una puntuación de 144 en el ranking. Pero mirad los países con mejores puntuaciones inmediatamente cercanos al país. Camerún, Irán, Nigeria. Irán, maldita sea. Que la estructura política iraní inspire más confianza que la ucraniana tiene que decir algo por sí sólo. ¿Y cuál es uno de los principales motivos de ésta baja puntuación? La actuación policial en el país. 

Ucrania es un ejemplo para salir a calle y que no nos quiten lo que tanto costó conseguir. Porque es, mal que pese, adonde nos dirigimos. Pero esa rabia que vemos tiene otras fuentes distintas a la indignación española, otra realidad, otros motivos. No debemos caer en simplismo de pensar que la única razón por la cual no estamos haciendo lo mismo aquí es nuestra pasividad.

Comparte este post