Por Conde Chócula
Desde hace unos meses doy clases particulares para ganarme la vida que no me gano escribiendo o aplicando los conocimientos que la universidad me proporcionó. Esto además es una faena si odias con fuerza a los niños. Pero esta oportunidad de ganar un dinero también me ha servido para ser consciente de las materias que se imparten en los colegios y los institutos. No es criticable toda la plana educativa, pero si parte de ella. El respeto que en este blog sentimos hacia el profesorado es enorme, pero al igual que no todos los políticos son corruptos no todos los profesores son buenos ni aman a los niños.
Desde hace unos meses doy clases particulares para ganarme la vida que no me gano escribiendo o aplicando los conocimientos que la universidad me proporcionó. Esto además es una faena si odias con fuerza a los niños. Pero esta oportunidad de ganar un dinero también me ha servido para ser consciente de las materias que se imparten en los colegios y los institutos. No es criticable toda la plana educativa, pero si parte de ella. El respeto que en este blog sentimos hacia el profesorado es enorme, pero al igual que no todos los políticos son corruptos no todos los profesores son buenos ni aman a los niños.
Si hay una capacidad que deba desarrollar un profesor es la de hacer atractivo el conocimiento a sus alumnos. Cierto y verdad es que en clases atestadas de pequeños delincuentes es una tarea harto difícil. Por esta razón, somos los profesores particulares los que debemos tomar el testigo. Esas satánicas matemáticas deben ser enseñadas con algún truco éticamente viable (drogar a los niños no vale). Pero claro, ¿cómo le explicas tú a un zagal la importancia de aprender que un aparato que sirve para agarrar cosas a la mesa se llama tornillo o que la madera con motitas blancas proviene del alerce? La motivación acaba donde la utilidad del conocimiento resulta innecesaria. Es por ello que la estandarización occidental de la educación sea un fracaso silencioso. Me valgo de una de las tantísimas citas de Einstein sobre el intelecto:
"Todos somos unos genios, pero si juzgas a un pez por su capacidad para escalar un árbol vivirá toda su vida creyendo que es un estúpido"
Claro está que el seguimiento individual en nuestro sistema educativo es imposible. No seamos visionarios islandeses. La cuestión es la gama de actividades que pueden ofrecerse para valorar un mismo conocimiento. Aquí llega mi propuesta, y como no, enfocada al estudio de la música, una de las asignaturas peor valoradas por los estudiantes. Los profesores y los políticos están empeñados en dar unas pautas clásicas de la música cuando la música que escucha el grueso de la población no es música clásica. Si me aprietas diré que esto es un dogma estúpido ya que la música no es solamente la música occidental. Por ejemplo, los primitivos ritmos africanos y en definitiva la música más elemental no proviene de un estudio y un desarrollo dilatado en el tiempo, aunque sí consta de unos mínimos técnicos. Proviene de lo que uno mismo, con el sentido, la necesidad de comunicarse y su oído puede hacer. ¿De qué cojones me sirve aprender a tocar el canon de Pachelbel a la flauta si no me gusta la música? ¿Y el maldito xilófono? Si queremos aprender historia de la música empollémosla como el resto de asignaturas. Esto sí es necesario para adquirir una cultura general, pero la motivación instrumental se puede adquirir aprendiendo cómo funciona un instrumento, qué magia los hace sonar, y cómo quien lo ha creado ha llegado a hacerlo. Saber lo que tienes entre manos y qué es capaz de hacer puede relacionarse con los estilos que existen y además se estimula una parte creativa y curiosa en el alumno. ¿O es que si le das un tambor a un niño no va a parar hasta que se lo rompas en la cabeza? ¡Claro que sí! De hecho, desde que somos enanos, nuestra fijación por crear, montar, despedazar cosas es innata. Una amiga me contaba como a su padre su abuelo le enseñó a hacer un silbato con un hueso de albaricoque y como luego todos los nietos después de comérselos en la huerta los hacían. Todos los preadolescentes hemos usado el papel de un caramelo para hacer una trompetilla; o sonidos de bajo con botellas a medio llenar. Nos sorprende muchísimo ver a personas que ingenian un instrumento con cualquier elemento doméstico y/o reciclable. Recuerdo a un hombre al que aplaudían en televisión porque era capaz de hacer un instrumento de viento de cualquier cosa hueca: escobas, escaleras, vallas, etc. Entonces, ¿por qué no hacerlo en las escuelas?
La tecnología está íntimamente ligada a la música. Sin tecnología no habría música, y no estoy hablando de hacer un arpa láser. Tan solo un platillo tiene una ciencia que te haría sentir un paleto. Es por ello que enseñar a los estudiantes a hacer sus propios instrumentos, por muy cutres que sean, es estimulante. Aprenden algo que funciona instantáneamente. Es divertido y una vez captada su atención son más receptivos y puede engañárseles enseñándoles cosas.
El profesorado, en fin, no debería limitarse a sacar una oposición. Un profesor medio no tendrá nunca la inquietud de un ingeniero que pasa la mitad de su vida imaginando. Hace falta tomar un poco de esas capacidades y trasladarlas a la enseñanza, porque imaginando se aprende al igual que enseñando. Os dejo este genial vídeo de un ingeniero que crea instrumentos sencillísimos de PVC para niños en su empresa Child's Play Music: