jueves, 10 de abril de 2014

Cuando la droga espabiló a China (las guerras del Opio)

Por Almaciguero Mayor.


En la película El hombre que pudo reinar, de John Huston, Sean Connery y Michael Caine, dos camaradas que se dedican a contrabandear todo tipo de artilugios en la India decimonónica, deciden firmar un contrato para afrontar la aventura de sus vidas: no podrán tocar mujer ni probar gota de alcohol hasta que lleguen al reino de Kifiristán (en la actual Afganistán) y consigan hacerse los reyes del lugar. Esta visión del mundo por descubrir y conquistar es la que hizo de los ingleses una potencia colonial envidiable para el resto de países que pugnaban por el mundo, pero también contrasta con los métodos que tenían de arruinar y llenarse consecuentemente los bolsillos a costa del contribuyente de los territorios que asimilaban.

El ejemplo más claro de todo esto es la India, el país exótico por excelencia, y cómo los ingleses llegaron a controlarlo. Sin ánimo de recitar la Biblia en verso, básicamente los ingleses consiguieron dominar a los impresionables hindúes con todos sus atuendos occidentales, armas de fuego y tazas de té, lo que sirvió para que los británicos les metiesen en créditos inasumibles para sus raquíticos bolsillos y dejar el país a su merced. Por supuesto, fue de la India de donde surgió la demanda de té tan famosa que hace que nadie se imagine a un lord inglés sin monóculo y la bolsita correspondiente, mientras lee las memorias de Churchil. Así que el asunto se convirtió en algo así como un intercambio muy desfavorable, en el que los británicos adquirían té a precio de risa, y vendían sus artilugios a precio de Swarovski.

Esta demanda de té crecía constantemente y de una manera inasumible para ser satisfecha, por lo que la pérfida Albión decidió hincarle el diente al vecino más inmediato de la India, el todopoderoso gigante asiático, China. En el siglo XIX, los chinos tenían una cultura milenaria, que no había avanzado mucho en el tiempo, o por lo menos no tanto como la occidental, que a diferencia de los chinos, por sus ansias de conquistar al vecino había desarrollado un potencial militar que estos no tenían. Sin embargo, sí que eran muy conscientes de lo que les interesaba, o sea, el poderoso caballero, cosa que los británicos no tuvieron en cuenta, los subestimaron.

Porque las prácticas que hicieron con los hindúes, es decir, comprarles té y venderles para compensar el gasto baratijas occidentales que maravillaban a las culturas consideradas inferiores, no funcionaron: sólo pudieron comprarles té. Como no se podía asumir este gasto tan continuado en el tiempo sin recibir ingresos a cambio, y no podían retirarse de la compra de té, pues era muy demandado en todo el mundo lo que podría llevar fácilmente a una caída de la economía británica, decidieron inventarse una pequeña trampa que les ayudase en sus propósitos, que no fue ni más ni menos que introducir opio a través de los puertos chinos.

Esta potente droga, de la que los británicos controlaban innumerables plantaciones de sus colonias, podía hacer a Reino Unido revertir la situación, puesto que los chinos no se dejarían impresionar por trajes de gala y demás pedanterías inglesas, pero la droga es la droga, y las suculentas ganancias que pueden ir para todo aquel que quiera un trozo del pastel son demasiado irresistibles, incluso para gente tan formal como los chinos. Así, a través del puerto de Cantón empezaron a llegar barcos repletos de opio que inundaron de droga las calles de China, con el consentimiento y previo pago de las autoridades que debían impedir el desastre. Como respuesta, el gobierno chino exigió la inmediata retirada de la droga a los británicos, demanda que fue escuchada con oídos sordos, por lo que el Emperador chino decidió actuar nombrando a Lin Hse Tsu, uno de sus más fieles y preparados súbitos, como gobernador de Cantón. Lin empezó a dar quebraderos de cabeza a los británicos y los proveedores confiscando los barcos y tirando las mercancías que portaban.

Estamos en el año 1839 y la droga lleva casi 30 años entrando a China. La presencia del férreo Lin hacía ver que las tensiones que se fueron generando por el dinero que empezaron a no ganar los británicos, se viera acrecentada cuando el superintendente del comercio local, Charles Elliott, decidió en un acto de buena fe ayudar a Lin a combatir el tráfico de drogas. El problema fue que este hombre asumió que el Gobierno al que representaba estaba a favor de estas políticas cuando era mentira, y como buen Quijote se comprometió a que Inglaterra pagaría a todos los traficantes el dinero perdido cuando les fueran arrebatadas las mercancías por Lin, cosa que desde Londres no se pensó ni en broma. ¿Pagar para conseguir paz en un territorio que estás saqueando? Jamás.

Así, los comerciantes de droga que vieron como su dinero pasaba a no existir, se pusieron hechos unos basiliscos y pronunciando blasfemias en pseudoescocés, empezaron a saquear diversos establecimientos locales, luchando por sus derechos narcos. Ante esto, los chinos organizaron un bloqueo naval con su flota, lo que marcó el inicio del conflicto. Era el comienzo de la Primera Guerra del Opio. Si anteriormente los chinos habían rechazado los enseres sofisticados que les ofrecían los británicos, con un espíritu muy poco impresionable y sí pragmático, ahora iban a sentir miedo y fascinación por el poder destructivo de los bárbaros occidentales. Los barcos chinos eran juncos, con artillería muy precaria que ni siquiera tenía soportes en condiciones que les permitiera apuntar, por lo que el desastre era algo palpable: 15 barcos mercantes británicos con unos cuantos cañones por banda preparados para la ocasión permitieron desmantelar el débil bloqueo naval y que los soldados británicos conquistaran Shangai. Ésto propició la firma del Tratado de Nanking en 1842, que otorgó al Reino Unido la soberanía de Hong Kong, la apertura de algunos puertos chinos al comercio exterior, y una cuantiosa suma en concepto de indemnización por las molestias de la guerra.

En la siguiente década, ambos bandos, descontentos con los términos del tratado, siguieron a lo suyo: los británicos reclamando más tierras y apertura por su clara superioridad militar, y los chinos negándose y saboteando el tráfico de opio como buenamente podían. En 1856 la situación se volvió nuevamente insostenible, cuando la guardia costera china tomó un barco pirata según ellos, un barco inglés y legítimo según los occidentales. Tras la negativa a liberar a los prisioneros por parte de los chinos, los británicos, esta vez coaligados con los franceses, lanzaron una ofensiva naval y por tierra sobre Cantón que finalizó con la capitulación de la ciudad. En 1860 un ejército de 10000 chinos y mongoles fue aniquilado en Palikao, dejando vía libre a las ansias saqueadoras de los europeos, que tenían a tiro de piedra Pekín. No entraron en la mítica ciudad, pero sí que saquearon el Palacio de Verano y varios símbolos del esplendor chino, lo que precipitó nuevamente la firma de un tratado de paz, esta vez más desfavorable todavía para China, con el objetivo de por lo menos evitar la destrucción de su nación.

Además de nuevas indemnizaciones, el tratado incluía la apertura de nuevos puertos, la sangrante y deshonrosa legalización del comercio del opio y el permiso de emigración de mano de obra a los Estados Unidos, es decir, un cuasi tráfico de esclavos que tuvieron el inmenso honor de participar en las explotaciones mineras y construcción del mastodóntico ferrocarril de la creciente nación de las barras y estrellas. Este tremendo batacazo que se llevó China llevó a plantear que, además de que los bárbaros eran unos malnacidos más poderosos que ellos, el país necesitaba modernizarse urgentemente. Por mero instinto de supervivencia. De lo contrario, media China acabaría trabajando en los Estados Unidos como mano de obra precaria, aunque a algunos les fuera mejor, como al inolvidable Wu de esa obra maestra llamada Deadwood, que se dedica a introducir opio en el pueblo y a echar los cadáveres que deban desaparecer a los cerdos. Pero el signo de los tiempos nos está demostrando que más bien los chinos han aprendido estos últimos dos siglos, y nos van a dejar con el culo al aire. Y si no, al tiempo. Esos cerdos son demasiado premonitorios.


Referencias:
- China y la guerra del Opio, por Roberto Celaya Figueroa, Dina Ivonne Valdez y Beatriz Ochoa Silva.
- Las guerras del Opio. Cuando el gigante chino despertó de su letargo, por E.J. Rodríguez, de JotDown Contemporary Culture Magazine, número 3.

martes, 8 de abril de 2014

Alegrarles el día. Criterios para el uso de armas de fuego por las fuerzas de seguridad.

Por Monsieur le Tupé


Sé lo que estás pensando: "¿hizo seis tiros o solo cinco?" Pero cuando se tiene delante una magnum 44, la arma más potente que existe y te puede volar los sesos con ellos, te tienes que hacer otra cuestión: "¿te sientes con suerte?" Y si encomendarte a tus dioses, y quizás al cabrón que te metió en una situación que te ha llevado a estar delante de un ilustre miembro de los cuerpos de seguridad del Estado con un arma mirando hacia ti, no sirve de mucho, puedes preguntarte también: ¿cuándo está legalmente permitido el uso de armas de fuego?

Las armas de fuego solamente deberán utilizarse en situaciones donde exista un riesgo racionalmente grave para la vida y la integridad física del agente o terceras personas, o en aquellas circunstancias que supongan un grave riesgo para la seguridad ciudadana. Estamos aquí ante un principio de excepción de la responsabilidad penal, el estado de necesidad, donde se sacrifica un bien jurídico para salvar otro. Por lo tanto nunca se podrá disparar para preservar otros bienes, como el derecho a la propiedad, a la inviolabilidad del domicilio, etc.

Esto se traduce en que la mayoría de las veces el arma de los policías y vigilantes de seguridad es más bien un adorno. Un mero elemento intimidatorio. Prácticamente la totalidad de delitos que se cometen en España no son de la gravedad suficiente como para que se puedan emplear armas de fuego para reprimirlos. Es decir, no se puede meter de tiros a un ladrón. No funciona así.

¿Cuáles son los requisitos?

- Que la agresión sea de tal intensidad y violencia que ponga en peligro la vida o integridad corporal de la persona o personas atacadas.
- Que el Agente de la Autoridad considere necesario el uso del arma de fuego para impedir o repeler la agresión, en cuanto racionalmente no puedan ser utilizados otros medios. Es decir, debe haber la debida adecuación y proporcionalidad entre el medio empleado por el agresor y el utilizado por la defensa. 

Todo uso de arma de fuego ha de ir precedido, si las circunstancias lo permiten, de las acciones necesarias dirigidas al agresor para que abandone su actitud, junto a la advertencia de que se halla ante un Agente de la Autoridad cuando este carácter sea desconocido para el atacante. Si el agresor continúa en su actitud a pesar de ello se efectuarán una serie de disparos de emergencia únicamente contra el aire, o al suelo, con objeto exclusivamente intimidatorio, teniendo previamente certeza de que tales disparos, por el lugar donde se realizan, no pueden lesionar a otras personas. En última instancia, ante el fracaso de las actuaciones anteriores, o bien cuando la rapidez, violencia o riesgo que entrañe la agresión hagan imposible su empeño, se disparará sobre partes no vitales del cuero del agresor, atendiendo siempre al principio de que el uso del arma cause la menor lesividad posible.

Así que si un día un miembro de la Guardia Civil os da el alto ya sabéis que echar a correr no justifica motivo de disparo. Con esta información solo tenéis que preguntaros: ¿será vuestro día de suerte?

domingo, 6 de abril de 2014

El deporte como instrumento

[OPINIÓN]
Por Conde Chócula


Como todos los días llego tarde a mi cita con el autobús, ese hijo de puta que aunque llegue antes no espera. Los malos hábitos y el vicio no son buenos compañeros cuando uno lleva prisa y siempre llega tarde, puesto que en esa tesitura se ve obligado a correr llevando lo que lleve, calzando lo que calce y ajusticiado como la "bola del miedo" (el sol) quiera. Es por ello que se maldigan las cervezas y los cigarros de más mientras uno va perdiendo el aliento y sudando unas sales que no le tocan. Y en entre el colocón de ácido láctico, abatido ya en el asiento de una estructura metálica sin ventilación y a merced del efecto invernadero, me planteo cual es el objeto del deporte en la sociedad de hoy en día. Pero claro, me pareció más interesante leer como Mefistófeles engañaba a "Fausto" con la dialéctica del diablo. Y así, una hora antes del término de mi jornada laboral, salía yo atraído aún más por los placeres que me ofrecía la venta de mi alma. El angelito a mi derecha me decía: Conde Chócula, sal a correr, deja de vomitar sangre, de contraer contracturas y agacharte en ángulos obtusos. Todo el mundo lo hace. Es la moda deportiva de los oficinistas, de los estudiantes, de los vagos y un sinfín de sedentarios que toman aire fresco para soltarlo dentro de un vehículo que les evite los esfuerzos.

Entretanto subía yo las cuestas y las bajaba para subirlas de nuevo, allá por las pedanías de Murcia donde se conservan las huertas y las viejas andan sin andador más rápido que los mancebos. Y claro, desde allí volver a casa solo se concibe a base de gasofa e inyección. Entonces aparecía de nuevo Mefisto para asegurarme las mujeres más hermosas, con les més grans mamelles y los cuadríceps más tersos y flexibles. "Corre Conde Chócula, serás más bello que el resto, te sentirás mejor y follarás más." Y yo seguía pensando que coger un autobús para salir a correr es un sinsentido, coger el coche para ir a hacer pesas lo es otro, y más aún hacer todos estos ejercicios sin objeto alguno más que practicar el coito después de un escandinavo "hola" y un abrupto "adiós".

Así que ni corto ni perezoso me rebelé contra el Mefisto y contra el Fausto. Me fui andando 13 kms cuesta arriba y cuesta abajo. Porque, ¿para qué esperar para reposar las nalgas en un vehículo, llegar a casa, ponerme el traje de hacer deporte y salir a tonificar músculos? ¿Por qué ese absurdo de hoy en día de no hacer el ejercicio que es menester como fruto de una necesidad diaria? Ya no se cazan leones ni se ahuyentan lobos, pero quién no ha necesitado ir a un sitio lejano y ha pensado: "y al mismo tiempo se está haciendo el planning de ejercicio para cuando vuelva del tajo?"

Muchas veces nuestra limitación para hacer algo viene dada por los esfuerzos que han de realizarse, pero si los hiciéramos gran parte de ese ejercicio antinatural que la sociedad actual debe hacer no sería necesario para estar sano. Caminar 10 kms para ir a trabajar, para ir al gimnasio, porque es fiesta y no hay transporte público, porque eres pobre y no tienes dinero para gasolina, para ir a ver a un amigo, a ensayar con tu grupo. Ir a hacer la compra y subirla a casa tú mismo, utilizar mochilas y macutos sin ruedas con los que además se gana ligereza a la hora de moverse viajando, limpiando tu casa y no un inmigrante, haciendo las obras en las que te puedas bastar tú mismo, no pidiéndole a tu primo de zumosol que te ayude a subir los objetos pesados por las escaleras, subiendo las escaleras en vez de usar un ascensor. En fin, siendo autosuficente. Haciendo físicamente lo que tu cuerpo te permita sin utilizar la fórmula fácil, a no ser que sea totalmente necesaria, porque sino pecamos de una soberana incongruencia. Ahorramos tiempo y esfuerzo para luego practicar ejercicio. Además, el deporte debe tener un fin sino, ¿dónde quedan esas horas de pesas si no usas la musculatura de tus brazos?¿Dónde las de spinning si cuando llegas tarde a trabajar llamas a un taxi en vez de correr? ¿Dónde los abdominales?

A no ser que seas un deportista por profesión, afición o enfermedad creo que el deporte no debería usarse como un instrumento suplente para sentirse mejor, sino como una ayuda para afrontar los esfuerzos que deben hacerse cada día. Porque si no entramos en una paradoja horrenda:
Evitamos los esfuerzos diarios para poder ejercitarnos, y nos ejercitamos para poder hacer los esfuerzos diarios que no hacemos porque estamos descansando para hacer el ejercicio.
Es obvio que los modelos de vida han cambiado y se hace necesario practicar algún deporte que nos mantenga en forma, pero pensad si en algún momento de vuestras vidas estáis evitando un sacrificio que podría beneficiar a vuestro cuerpo y suplir esas horas de ejercicio artificial.

jueves, 3 de abril de 2014

Vuelve la excelencia (True Detective, primera temporada)

Por Almaciguero Mayor.


[NOTA: este artículo NO contiene spoilers]

En los albores del nuevo siglo, la cadena televisiva HBO se propuso cambiar las reglas de las series de televisión para marcar una época y vaya si lo hizo. De entre las múltiples series de enorme calidad que nos ha brindado desde entonces, destaca el tridente de oro, los partícipes del podio, las series a batir de esta bendición norteamericana, que se llaman The Wire, Los Soprano y Deadwood. El orden que se les quiera poner es lo de menos, lo principal de ellas es su esencia de gran cine, la impronta que deja al espectador, encadenado a ellas desde el primer episodio y con una enfermedad incurable que consiste en devorar todos y cada uno de los capítulos que las forman para después echarse a llorar, consciente de haber vivido la grandísima satisfacción que otorga asistir al mejor cine. Guionistas, directores, actores, diseño de producción, ambientación, todo funciona a las mil maravillas para gozo del alucinado espectador. Seguramente sea demasiado pronto para poner a True Detective en esta ilustre familia de tres, pues sólo una temporada no basta para dejar una huella imborrable. O sí.

Porque, damas y caballeros, HBO lo ha vuelto a hacer. Cuando parecía que, a pesar de tener en pantalla series muy buenas como Juego de Tronos y Boardwalk Empire, no salía un proyecto marca de la casa dispuesto a revolucionar la televisión una vez más, se vuelcan con una cosita llamada True Detective, que responde a los principios de la cadena: echar los restos con una idea si esta rezuma calidad, si parece algo que se venda (o debería venderse) solo. Pero como siempre, trabajando de espaldas al público. El creador, Nic Pizzolatto, que hasta que llegué a esta serie, era totalmente desconocido para mí, propuso una idea atípica: encargarse él de los guiones de los ocho capítulos que conformarían la primera temporada, contratar un único director para los mismos, y dos actores conocidos. Director, Cary Fukunaga, actores Matthew McConaughey y Woody Harrelson. Con ese equipo se cerraría la temporada, y si el público respondía favorablemente, para la segunda temporada habría otra historia y nueva gente implicada en ella. O sea, este tío propuso hacer una película de ocho horas, HBO arriesgó. Y ha ganado.

Por mi parte, el subidón al conocer que la nueva serie de mi amada cadena iba a tener este formato tan novedoso, fue tremendo. Desde que se hizo oficial, me he pasado un año mordiéndome las uñas deseando que estuviesen todos los capítulos disponibles para su visionado (no soporto la agonía semanal de seguir una serie). O sea, que mis expectativas eran poco menos que altísimas, pero como felizmente ha pasado, han sido cumplidas. Mi sensación al ver cada uno de los capítulos de True Detective es la de estar asistiendo a algo único, de una calidad casi imposible de encontrar actualmente, salvo excepciones contadas, en una sala de cine, y que por supuesto te remite a los años dorados de HBO.

La historia que nos plantea True Detective es la de dos detectives que trabajan el caso de un asesino en serie relacionado con temas de sectas eclesiásticas, en la tenebrosa Louisiana de mediados de los noventa, un lugar en el que sus peculiares gentes e intrincadas marismas pueden hacerte pasar un mal trago. Ambos seguirán la pista del misterioso asesino en dos tramas paralelas, una que abarca desde 1995 hasta 2002 y otra que, echando cuentas por lo que dicen, está ambientada en 2012.

El punto de partida, cuando los protagonistas de todo esto reciben el caso, vemos cómo en un árbol en medio de una carretera alejada de la mano de Dios, hay apoyada una joven, totalmente desnuda, rodeada de símbolos extraños y con una corona de cuernos de alce en su cabeza. Imposible no acordarse viendo estas imágenes de la fenomenal serie Twin Peaks, de David Lynch, pionera en lo de hacer televisión de calidad, porque al igual que esta, True Detective tiene una atmósfera muy particular, un tono entre oscuro e inquietante que es absolutamente fascinante, amén de comenzar con el asesinato de una joven.

Pero si hablamos de referencias, la número dos sería la magistral película de David Fincher Seven, de la que True Detective absorbe mucho y muy bien, aparte de la idea de un asesino que no se sabe muy bien qué pretende y que desconcierta, la presencia imponente de dos actorazos a la altura de los personajes que interpretan. Por un lado tenemos a Marty, un tipo que aparenta ser el típico poli americano, padre de familia responsable y cumplidor con su trabajo, pero que oculta unos cuantos secretos que cree llevar bien controlados y que serán importantes en su evolución. Por otro a Rust, un tipo que la vida ha puesto en lo que se le da bien, investigar casos obsesivamente, con un don fuera de lo normal, pero que destaca por su faceta cinica y fatalista sobre el estado de las cosas. Si Marty es el mejor Woody Harrelson que hemos visto, Rust es llevado a la pantalla con chulería, nervio y pausa a la vez por este tío que nos está sorprendiendo a todos en los últimos años: Matthew McConaughey. Dos actores que están al mejor nivel interpretativo de los últimos tiempos, tanto en cine como en televisión, por lo que se me antoja complicado que vayan a encontrar una pareja de altura para la segunda temporada.

Ambos llevan la batuta de la serie, que si bien nos muestra un caso muy intrigante y que sólo a un mono ciego y con la rabia no interesaría, lo realmente imprescindible de True Detective es el arco narrativo que desarrolla con sus personajes. Ver cómo interactúan entre ellos con el paso de los 17 años que abarca la serie, los miedos de uno y escepticismos de otro que se van entrecruzando, es lo que me hace aventurarme para decir que la historia de estos dos se va a hacer inolvidable con el paso de los años, y claro está, que es de lo mejor que he visto a nivel de relaciones humanas en una pantalla. La camaradería, el conflicto, las conversaciones impagables, son muchos los momentos que van a perdurar en la memoria colectiva, a pesar de lo que algunos digan. Por lo visto el hype que ha generado la serie semana a semana ha sido tan acojonante, así como la expectación que han generado las diversas pistas que el guionista ha ido dejando, que al final, para unos cuantos, el final ha sido bastante olvidable. No es mi caso, creo que el final es un buen cierre, de los más acertados que he visto, gran broche a una temporada que nos deja un listón difícil de superar. Habrá que confiar en Nic Pizzolatto, igual que hace HBO, pero igualmente True Detective es un producto que sólo con 8 capítulos ha dejado marca . Lo demás da igual.

martes, 1 de abril de 2014

¿Ha notado usted que su Presidente es idiota?

Por Monsieur le Tupé.




Hace unos días aproveché la gustosa ironía de que una tienda de productos procedentes de quiebras, embargos judiciales y bienes de segunda mano estuviera de liquidación para adquirir tres libros: Robisón Crusoe, La fábula del falo y La España en la que yo creo. El primero de los libros estaba ahí para justificar la compra, La fábula del falo porque se llama La fábula del falo y el último, La España en la que yo creo, era un libro del que fue presidente nuestro, Jose María Aznar, que se vendía a cincuenta céntimos. Un libro escrito por quien gobernó nuestro país, cuyas decisiones repercutían directamente sobre la vida de más de cuarenta millones de personas, se vende ahora a cincuenta céntimos.

Es una metáfora blanda, lo sé, pero no pude evitar comprármelo como quien adquiere el monumento a la mediocridad política. Porque en eso se han convertido las ideas de nuestra clase política, en libros de medio euro vendidos en tiendas de quiebra. Y así nos va.

¿Pero por qué triunfan los mediocres dentro de nuestra clase política?

El principal motivo es que la tendencia a la hora de formar un gobierno no apunta hacia la búsqueda de la excelencia, sino hacia la búsqueda de fiabilidad. Un buen gobierno es un gobierno estable. Lo que más le interesa a un partido político es asegurarse que se vaya a cumplir la disciplina de voto y que el Presidente se vea rodeado de personas afines que vayan a dar la cara por él. Las traiciones, cuando se dan, tienden a ser por la espalda y disimulando mucho, procurando que el electorado no se entere. ¿Es esto bueno? Lo cierto es que por una parte si, dado que lo que suele necesitar un país son políticas previsibles que permitan a los actores operar con un riesgo anticipable. Puede que la ley impositiva sea un total absurdo, pero es mejor que cinco intentonas técnicamente mejores pero políticamente inviables. El gobierno aprende pronto a rodearse de gente fiel en vez de gente inteligente. Claro está que el coste que ello conlleva es visible, plasmado cada semana cada vez que algún ministro abre la boca.

¿Os acordáis de 1984? ¿De Un mundo feliz? Mientras que el primer libro auguraba un futuro donde se oprimía a la población, el segundo se preocupaba más por un mundo donde se hubiese banalizado todo hasta un punto que a nadie le importase absolutamente nada. Un mundo feliz tenía razón: hoy en día estamos saturados de información, tenemos siempre a mano un periódico, un blog o un comentario en alguna red social hecho a mano para nuestras ideas preconcebidas. Los políticos no triunfan elaborando eclípticos discursos basados en una solida teoría científica, prosperan sobre los demás arrojando a la sociedad globos sonda con contenido simplista. Ya sabéis: “Aborto para unos. Banderitas americanas para otros”.

Y por último, ¿por qué no tenemos políticos capaces de grandes actuaciones? Porque son incapaces de hacerlas aunque los planes bajasen escritos en piedra provenientes de una zarza ardiendo. Nuestra política está gobernada por la economía, el verdadero margen de actuación de los gobiernos es mucho más bajo de lo que tendemos a pensar. Esto puede ser bueno o puede ser malo, depende del aprecio que le tengas a la globalización y al capitalismo. Pero el caso es que la actuación de las empresas y particulares tienden a ser más definitoria que las decisiones políticas.


Y con esas estamos, con presidentes de medio euro. 

domingo, 30 de marzo de 2014

Leyla McCalla no odia a los afroamericanos

Por Conde Chócula 


Y Thomas Jefferson dijo:
"Aquel que recibe una idea de mí recibe una instrucción sin apocar la mía. Así como quien enciende su mecha con la mía recibe luz sin oscurecer la mía"

Y con este pensamiento escuchaba yo el programa de "Cuando los elefantes sueñan con la música" que trataba, entre otros, sobre Leyla McCalla-Mélanie de Biasio. Por ello, y consciente de que el origen de mi idea no es mío, me legitimo en Jefferson y en la colectivización del conocimiento.

Entre tanta y tan buena bossa nova que dan en este programa, ha aparecido algo que me ha llamado mucho la atención, algo que sonaba distinto. Con una voz que no podría definirse con grandilocuentes adjetivos sí podemos hacerlo con los que apelan a la sensibilidad, esa gran puta que pugna con la corrección interpretativa y lo bien temperado. Una voz coherente con lo que canta y con un estilo tan particular que enmarcarla en otro no sería justo. 

Nacida en tierra yanqui, hija de haitianos, tras una infancia a caballo en distintas culturas vuelve a EE.UU. para estudiar el chelo, esta vez no lo hace en barrios bajos, pero donde uno crece no se olvida. La gran particularidad de esta mujer es su inventiva al chelo. Según el motivo de la canción experimenta con él. Lo rasga y lo frota, pero siempre lo ama. Otras veces su amor es libertino y se pasa a otras cuerdas, cuerdas de banjo o de guitarra.

Este disco es fusión. Puedes econtrar sonidos del blues más primitivo, así como bases latinas, cantos de fados, algo del folk neoyorquino, suaves sonidos experimentales, algo de swing, melodías desconcertantes, incluso canciones étnicas de voz y percusión a las que hábilmente ha añadido acompañamiento musical. Todo esto no es algo que haya que buscar en todas las canciones. Está distribuído a lo largo de su disco Vari-Colored Songs en distintos temas que a pesar de la disparidad de estilos se empastan como una sólida obra de arte que es este disco.

Es un tributo que hace Leyla a Langston Hughes, poeta, novelista y columnista afroamericano. Un hombre que en la cuna de su vida cuenta que durante su estancia en la instituto la discriminación que ejerció su profesor hacía los afroamericanos es uno de los posibles motivos para que se convirtiera en poeta:
"El profesor de Inglés siempre estaba remarcando la importancia que tenía el ritmo en la poesía. Bien, todo el mundo sabe (menos nosotros) que todos los negros tienen un gran sentido del ritmo, así que me hicieron poeta de la clase."

Os dejo un vídeo de promoción de su disco así como algunos temas que tiene alojados en un servidor de música online:














miércoles, 26 de marzo de 2014

Bombardeemos con Biblias a esos malditos comunistas

Por Almaciguero Mayor.


Históricamente la religión ha sido uno de los pilares fundamentales desde que el hombre dejó de pensar en comerse a sus semejantes y pasó a cultivar garbanzos para sobrevivir, y si podía, privar de ellos para matar de hambre al semejante en vez de comérselo como antaño, práctica mucho más divertida si cabe. Pero dejémonos de barbaridades del homo sapiens de Atapuerca y centrémonos en lo que nos toca: la religión siempre tuvo una capacidad de movilizar a las masas que a muchos políticos de turno o futbolistas del Betis ya les gustaría, en el mundo occidental nos tocó sufrir el cristianismo hasta que llegaron unos desaprensivos herejes encabezados por Lutero que tuvieron la desfachatez de no pagar el tributo al santo padre, al heredero de Pedro, el representante de Dios en la Tierra, para que éste construyese la basílica de San Pedro a su gusto, digo, al de Dios. Previamente la Iglesia ya estaba dividida en dos, la Occidental y la Oriental, igual que el Imperio Romano. O sea, que al final teníamos tres bandos (que luego Calvino mediante serían unos cuantos más) de los que lo único que saca uno en claro es que la que profesa el Rey de España es la única y verdadera. O no.

Pero hubo una fecha en la que todas las iglesias cristianas del mundo se darían la mano y brindarían con mucho vino, el causante de todo ello, la CIA, el por qué, la Guerra Fría. Con el final de la Segunda Guerra Mundial y las consiguientes bombas atómicas que arrasaron Hiroshima y Nagasaki, Estados Unidos mostró al mundo cuán inalcanzable era su potencial, salvo para la Unión Soviética, que dirigida por Stalin, no creía que el resto de esos mortíferos y devastadores juguetes fuesen a quedarse en casa del "amigo americano" esperando al fin de los días. Así, empezó por ambos bandos una guerra psicológica y propagandística, una partida de ajedrez a gran escala cuyo principal tablero fue Europa, pero que salpicaría a todo el mundo. Había empezado la Guerra Fría.

El motivo del jolgorio vaticano y de los reverendos de la pérfida Albión entre otros no fue otro que, en junio de 1954, a instancias de la CIA y el FBI, para buscar un escudo que distinguiese a los buenos de los malos, a los de más allá del telón de acero del resto del mundo, a los buenos contribuyentes de los malditos comunistas, el Congreso de los Estados Unidos de América amplió el juramento de fidelidad del país con la frase: "Una nación bajo el poder de Dios". El por aquel entonces presidente, Eisenhower, afirmó que tal sentencia servía para incidir en "la trascendencia de la fe religiosa en la herencia y en el futuro de América; de esta forma reforzaremos constantemente aquellas armas espirituales que siempre serán el más poderoso recurso de nuestro país, en la paz y en la guerra". Cuando un presidente coge y añade a la definición de una nación democrática y supuestamente laica el nombre de Dios, y por ello su pueblo le aplaude, que tiemblen los cimientos de la razón.

La cosa por supuesto no se quedó ahí, porque poco después tuvo lugar una misión propia del esperpento más absoluto. Se decidió organizar una partida de 10.000 globos que cruzaran la frontera del telón de acero, portando cada uno la Biblia, de manera que fuesen cayendo aleatoriamente en el terreno de los infieles, a ver si estos, por arte de magia, veían a Dios y saboteaban la Unión Soviética. Seguramente no haya constancia de ello, salvo la memoria de los que vivieron aquel disparate, pero estaría gracioso ver a un pastor de cabras checoslovaco ver caer una Biblia, imagino que incluso escrita en inglés, intentar descifrar esa lengua extranjera tan fea, y acto seguido dárselo de comer a las cabras, o pasar a utilizarlo como sucedáneo de hojas silvestres para limpiar sus necesidades. El asunto se denominó Proyecto Biblias Globo.

Poco después Estados Unidos se cristianizó un poco más si cabe, ya que en 1956 se imprimieron billetes de curso legal en los que se leía el nuevo lema de la nación, el famoso "in God we trust". La religión se alzó tanto como única verdad que abrazar frente al comunismo, que el presidente Truman llegó a sentenciar: "No debemos confundirnos acerca del tema al que se enfrenta el mundo hoy. Es la tiranía o la libertad...e incluso peor, el comunismo niega la existencia de Dios". Vamos, que la realidad mundial era o la luz que representaba el mundo americano, o la tiniebla comunista. Y el que diga que no... ¡comunista!

La religión, como queda demostrado, está muy ligada a todo el establishment, a la propaganda política del conservadurismo, para que no cambien las cosas, y por desgracia sigue ligada a la vida política. Ejemplos como este son los que hacen a uno preguntarse si un Estado de Derecho tiene que cobijar estas prácticas maquiavélicas, con el pretexto del sobrevivir, del nosotros o ellos. Como aquello del espionaje masivo que tanto se dice ahora, que si Obama nos puede ver el facebook cuando le dé la gana, escuchar una conversación Calasparra-Sebastopol o tu tía sabe qué. Aunque este hombre también va a legalizar a los inmigrantes irregulares y ha intentado, con poco éxito, hacer una sanidad pública y universal, dicho lo cual, viajaremos en el tiempo hasta los años 50 con el vídeo que os dejo, que en los años 50 se emitía en todos los cines para información de los ignorantes espectadores ¿Responde Barack Obama al perfil siguiente?


Referencias:

-La CIA y la guerra fría cultural, de Frances Stonor Saunders, Editorial Debate.
-La propaganda anticomunista durante la Guerra Fría, por Javier Bilbao, de JotDown Contemporary Cultural Magazine.

martes, 25 de marzo de 2014

Too big to crush

Por Monsieur le Tupé.

El capitalismo es un buen sistema, de verdad, sin bromas. La idea de que la suma de voluntades individuales puede llevar al bien mayor tiene su aquel: yo intento que mis productos sean mejor que los de la competencia para vender más, lo que obliga a mis competidores a mejorar sus productos, terminando al final el mercado con una evolución positiva. Pero claro, este sistema tiene fallos, pequeños invitados que llegan a la fiesta sin avisar, olvidándose la botella de vino en su casa y comiéndose todo los higos envueltos en beicon.

Una de las disfunciones que más amarga el desarrollo normal de la economía es el fenómeno llamado “too big to crush”, demasiado grande para caer. El mercado capitalista es famoso por su capacidad de adaptación: cuando un producto se vuelve demasiado escaso, el incremento de su precio va forzando paulatinamente a los consumidores a buscar sustitutos, lo que disminuye su consumo; cuando una industria empieza a ser menos productiva, la mano de obra se va desplazando hacia otras economías de mayor productividad. Este movimiento va genial cuando los cambios son pequeños y múltiples, pero se gestiona fatal cuando las modificaciones ocurren en un solo momento y el impacto es enorme.

Es decir, la economía puede adaptarse a que vayan quebrando las cadenas de videoclubs durante diez años, hasta su total desaparición, pero que en una semana quiebre un banco produce un dolor casi imposible de digerir. El gobierno no se ve impulsado a actuar ante cambios pequeños, pero casi seguro tendrá que intervenir en los cambios grandes. Es decir, el Estado no te va a salvar el culo si eres pequeño, sólo si eres grande.

Este impulso malsano es prácticamente indetectable. Crecer es bueno, le sientan bien a los negocios. Te permite utilizar economías de escalas, tener más acceso a financiación y diversificar tus riesgos. Una empresa más grande aspirará a mayores mercados y por general triturará a las empresas pequeñas en el medio plazo. Así que no es tan fácil como criminalizar la expansión de las empresas, sino qué hay que entrar en cada caso para saber si se está creciendo por necesidad y por deseo. Y eso es difícil.

¿Por qué se han destinado insultantes sumas de dinero a rescatar al sistema bancario? Porque el sistema bancario es ENORME, una quiebra suya no se puede asimilar por el sistema; por tanto, hay que rescatarlo. ¿Qué mensaje manda esto a los administradores de cualquier sociedad? Hazte grande, muy grande, todo lo grande que puedas y a cualquier precio. El Too big to crush es el canto de sirena que llama a los directivos a estrellar sus empresas contra los acantilados. Si eres un pequeño banco te dejaran quebrar para mandar un mensaje, si eres el principal banco de España el Estado te salvará todas las veces que necesite. No importa que tu sector sea más improductivo, importa que sea más grande.


"Too Big To Crash". Demasiado grande para caer.


domingo, 23 de marzo de 2014

La paradoja del músico estafador estafado

Por Javier Arnedo

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- Los Morate hacen unos encurtidos que están como Dios.
- Y esos, ¿quiénes son?
- Los de la Pura.
- ¿?
- Claro, la cría que era hija de la cuñada del Prieto el de las burras. Esa así rubica con los ojos claros.
- ¡Aaaah! ¿La de la Era?
- No, esa es la del "pirlas".
- Hostia, claro. ¿Entonces?
- Tiene otra, que son melliza'.
- ¿La que la abuela tenía el asadero?
- Y que tenía un yerno bizco que era de por ahí fuera.
- Sí, sí. Que luego se separó y a sus años se casó con el seminarista.
- El que vive en la calle del calvario.
- Claaaaaaro.
- Que tuvieron tres zagales y uno les salió imbécil.
- El del kiosko de los guarros.
- Pues esos.
- ¿Y dices que hacen pacharán?
- No, no. Encurtidos.
- ¿Y pacharán no?
- Que no cojones. Que hacen embutidos que ni los cerdos de Salamanca.
- Pues ni que el pacharán de Navarra. Eso si que no hay huevos a hacerlo más bueno.
- Tú, porque no bebes otro, copón.
- Bendito el día que lo traje yo al pueblo.
- Prefiero whisky, eso está demasiao empachoso.
- Hombre, es que es pa' beber dos copas después de comer.
- ¿Tú cuánto bebes?
- Si salgo, una botella.
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"Nunca no te preocupes". Siempre pueden haber problemas mucho peores. Podría tu país querer convertirse en suelo ruso y estar provocando una segunda guerra fría. Incluso no hace tantos años que castellanos y hasta turolenses luchaban en tierra de Allah, donde se paseaban pueblo por pueblo con retales amarillos aclarando el morado de las banderas a punta de bayoneta. Pero eso eran guerras peligrosas y de principios exigentes. Yo voy a hablar de otra. Hoy en día hay una guerra de guerrillas en la que no muere gente. Que se batalla en teatros, calles, bares y doquiera que la cultura pueda ser violada.

Esta misma conversación entre pueblerinos, en este caso rojos, la puede tener el alicate más grande y más facha de toda la región. Eso que en esencia nos hace iguales, las banalidades, los potes y el condumio se olvida cuando se trata de la propuesta artística. Al que levanta la cabeza para montar un bolo se la revientan de strike. Nadie es profeta en su tierra y menos si profesa la música como religión y no la religión como religión. Pero, ¿no pueden estos pobres músicos llegar a convertirse en villanos? Hace una semana el equipo de Mente Enjambre fue invitado por un grupo a hacer la crónica de un concierto de varias bandas de post-rock y rock alternativo en Valencia. Dio la casualidad de que todos estábamos allí dando de beber cerveza a las cabras y bebiendo cuba libres con pólvora. Así que accedimos a ir. Como es de suponer esperábamos una invitación formal de la clase:
Tome usted señor sus entradas gratis para poder hacerme una crónica que yo mismo le he pedido.
Pero no fue así, y nuestro enfado no fue porque no nos trataran de usía ni con los cortejos necesarios del señorío que no hacendamos, el motivo interesado es que nos querían hacer pagar por trabajar. Hay que explicarle a la gente que se mueve por estos lares que el oficio del escritor se paga, porque dos trabajos tiene, el adquirir el conocimiento de la obra que va a críticar y rebanarse los sesos en escribirla. Por mucho que digan Ignacio Escolar no terminó la carrera de periodismo y ha fundado dos puñeteros periódicos. Nuestro crítico musical murciano, Jam Albarracín, tampoco lo es, y su pluma iletrada raya la de muchos letrados. Esta equivocación y este insulto es porque el oficio se convirtió en carrera, pero hay que enseñar que por ello no ha dejado de ser oficio.

Nosotros somos tres apuestos ingenieros y un economista de mierda que comparten su afición por la literatura, el cine, la música y las ciencias. Nos hemos dedicado a escribir por placer y aunque no gocemos del tiempo ni de la preparación que es suficiente para pasar por magistrados, le dedicamos nuestro tiempo y nuestro empeño en presentar un buen producto. Escribimos un artículo semanal (a veces más) desde hace un año en un blog que no ha obtenido un solo céntimo desde que se abrió. Y con todo esto unos pobrecitos músicos que luchan por llevar su arte por las ciudades, que sudan cada euro que ganan mal que les pese el hartazgo de la irreverencia intelectual, esos pobres hijos de la gran puta nos quieren hacer pagar por trabajar. He aquí un punto clave. Nos piden una crónica, NO una crítica. Quieren que les paguemos por dar publicidad de un evento sin opción a dar nuestra opinión. Y en ese punto me pregunto yo, ¿es esta gente la víctima? ¿Son los torturadores viejos torturados? 


Ninguno de nosotros es Diego A. Manrique, pero ellos no son los putos Rolling. Perderían dinero si el aforo se completa y les robamos tres plazas, pero dudo que fuera así. Además, no éramos espectadores potenciales con lo cual no dejaban de ganar de dinero ni de ganarlo. Supongo que debíamos pagar la promoción que hablar de ellos habría dado a nuestro blog. Pero mira, si yo le pido a un músico hacerle una crítica está en su legítimo derecho de hacerme pagar, cosa que haré o no. Pero que el músico me pida ir y me obligue a pagar denota un obsceno nivel de facha. 

Ahora en el Primavera Sound van a hacer pagar a los periodistas los abonos correspondientes. Esta práctica no es habitual y el revuelo que ha armado es colosal. ¿De qué se alegran algunos periodistas? Pues precisamente de que los bloggers y los fanzines no les quiten ese pedazo de pastel que tanto les gusta amasar. Y me reivindico en esto. Hay gente que escribe y no tiene ni puta idea de lo que dice. Ese mismo puedo ser yo. Pero como lector elijo la calidad y lo que considero bueno. Si trabajas para la Rolling Stone y sufres porque un bloguero te quite lectores entonces es que estás más cerca de las doctrinas intervencionistas de los medios de comunicación que de la libre prensa. La gente lee la Rolling Stone porque reconoce la preparación y el buen trabajo, pero el mejor baterista del mundo está en su casa y no tocando con Bruce Springsteen. Así que músicos victimistas y periodistas medievales os podéis ir a colgar de un pino cuando gustéis.

Yo, Javier Arnedo, he trabajado como músico "aficionado", como crítico "aficionado" y como documentalista audiovisual "aficionado" de esta merienda de negros y en todas las ocasiones han intentado estafarme. Ya está bien de esta falta de escrúpulos en un mundo en el que todos ponemos de nuestra parte para que lo respeten los de fuera. Porque si no, antes que tocar, antes que escribir, antes que grabar y ganarme un jornal mísero prefiero empinarme la botella de pacharán, desembutir la chicha y convertirme en ese animal aséptico que los que odian la cultura se empeñan en conseguir.

Por supuesto, el día de ese concierto, nos quedamos emborrachando cabras.





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